Don Miguel y el nacionalismo
A los que nos iniciamos en las lecturas de Unamuno hacia finales de los a?os veinte (?Pep Calsamiglia!) no nos preocupaba la posici¨®n nacionalista de don Miguel. Le¨ªamos el Sentimiento tr¨¢gico de la vida, la Agon¨ªa del cristianismo y otros ensayos. En aquellos a?os nos sent¨ªamos catalanes pero no milit¨¢bamos activamente en el nacionalismo catalanista. Salvo una militancia formal, que no efectiva, en Palestra, de Batista i Roca. Luego conocimos personalmente a Unamuno en Salamanca, cuando su jubilaci¨®n de la Universidad, en oto?o de 1934. En el mismo a?o paseamos, Jordi Udina y yo mismo, con Unamuno por las calle de Madrid. Escuch¨¢bamos pr¨¢cticamente su mon¨®logo, mientras ca¨ªa una llovizna pertinaz. La seducci¨®n del personaje era inequ¨ªvoca. Fue despu¨¦s de su muerte cuando se public¨® la correspondencia de Unamuno con mi padre Joan Maragall. Y aqu¨ª s¨ª que hallamos sustancia para calibrar la posici¨®n de nacionalista de Unamuno. Tanto por las cartas mismas que se cruzaron como por los estudios de La¨ªn Entralgo y Dionisio Ridruejo que aparecieron en una segunda edici¨®n de la correspondencia, publicada por Seminarios y Ediciones en 1971.Unamuno, a pesar de su primitivo marxismo, era un nacionalista espa?ol de corte unitarista. En un art¨ªculo de Felip Lorda en ?nsula (1970) ya se puntualiza esta posici¨®n seg¨²n la cual, ante el problema de Irlanda, el propio Unamuno se autocalifica de "ulsteriano", es decir, partidario de la unidad entre el Reino Unido y el Ulster. Y sobre estas bases afirma en una carta dirigida a Maragall en febrero de 1907 que "Maeztu, Bueno, Baroja, Salavarr¨ªa, yo y otros hacemos m¨¢s por nuestro Pa¨ªs Vasco que todos los bizkaitarras de esp¨ªritu estrecho, y en el fondo t¨ªmido". Esto pod¨ªa decirlo en 1907, cuando todav¨ªa se acordaba de los consejos que muchos a?os antes hab¨ªa dado a Sabino Arana. Hoy en d¨ªa lo de la timidez dudo que pudiera afirmarse. De paso, en la misma carta se congratula de que M¨ªquel del Sants Oliver y Joan Maragall colaboren en los diarios de Madrid, y afirma que "pueden as¨ª hacer mucho por la causa catalana". Tambi¨¦n en otra ocasi¨®n hab¨ªa invitado a los catalanes a catalanizar Espa?a.
Pero ?qu¨¦ sentido ten¨ªan esas afirmaciones favorables a las causas catalanas y vascas? Unarnuno es contradictorio y parad¨®jico. Un conocedor de las lenguas de ambos pa¨ªses llega a proponer la creaci¨®n de una lengua ¨²nica espa?ola sobre la base del castellano e incorporando elementos de otras lenguas ib¨¦ricas (catal¨¢n, vasco, portugu¨¦s). De utop¨ªa califica Ridruejo esa pretensi¨®n, y con raz¨®n. El hombre que cre¨ªa que la lengua es la sangre del esp¨ªritu de un pueblo, ?c¨®mo pod¨ªa imaginar un engendro de tal calibre?
Fundir y federar
Tambi¨¦n es Dionis¨ªo Ridruejo quien se?ala con precisi¨®n las coincidencias y discrepancias entre Unamuno y Maragall respecto al nacionalismo. Unamuno pretend¨ªa fundir las identidades de todos los pueblos de Espa?a para influir en Europa desde una identidad ¨²nica. Maragall pretend¨ªa ahondar en las identidades diversas de los pueblos de Espa?a para sumar, y en ¨²ltimo t¨¦rmino federar (¨¦l no emple¨® este t¨¦rmino) sus pueblos, y luego incorporar as¨ª Espa?a a Europa.
La coincidencia est¨¢ en el europe¨ªsmo. La discrepancia, en las diversas nociones de lo que deb¨ªa ser Espa?a fundida para Unamuno; unidad en la diversidad para Maragall. Dice ¨¦ste: "porque un pueblo vive solo en cuanto se siente un esp¨ªritu propio y una misi¨®n consiguiente: esto es mucho m¨¢s importante que tener una escuadra y que un tratado de comercio", y prosigue Maragall en su carta a Unamuno (7 de marzo de 1907): "El pueblo que no siente eso no existe, es una mera denominaci¨®n geogr¨¢fica (... ) pues ya comprende usted que si algo hay aqu¨ª en Catalu?a representa., al menos por ahora, una desintegraci¨®n, aunque los m¨¢s afectuosos la creamos precedente de una integraci¨®n nueva".
M¨¢s claro, agua. Contra Unamuno, Maragall afirma la desintegraci¨®n (lo que luego Ortega calificar¨¢ de particularismo), para volver a integrar despu¨¦s. El proceso es largo, tanto para la fusi¨®n que anhela Unamuno como para el acuerdo ulterior que propone Maragall. Y el proceso y la incertidumbre todav¨ªa los estamos viviendo.
Todav¨ªa no ha calado en profundidad no s¨®lo la idea ut¨®pica de Unamuno, sino la m¨¢s realista y posible de Maragall, la pactista. Pero no un pactismo fr¨ªo y desencarnado, sino un pacto entre pueblos vivos, que es la ¨²nica y verdadera posibilidad de una Espa?a federada incorporada a Europa.
Unamuno conceb¨ªa esa incorporaci¨®n desde una Espa?a ¨²nica y uniforme. Maragall la concibe desde una Espa?a diversa y federada.
El esp¨ªritu de Unamuno (africano para algunos) iba directo hacia afuera, hacia Europa. El esp¨ªritu de Maragall iba primero hacia adentro, hacia la configuraci¨®n de una Espa?a diversa y viva. Y la noci¨®n de vida es fundamental en Maragall.
"No quieren entenderlo"
De ah¨ª las contradicciones latentes en una correspondencia tan cordial y fecunda como la que sostuvieron Unamuno y Maragall. Pero algo deber¨ªa suceder al propio Unamuno cuando le dice a Maragall en una carta de mayo de 1907:"...Ustedes me tienen por genuino representante del alma castellana, por una especie de ultra-castellano, y no saben bien lo que sufro entre esta gente. ¨ªEsto es imposible! He querido darles el. conocimiento de s¨ª mismos, ?Todo in¨²til! Choqu¨¦ con mis pa¨ªsanos, choqu¨¦ con ustedes, y, sin embargo, es en Bilbao, mi pueblo, es ah¨ª en Barcelona, donde se me ha tomado en,serio y donde se me quiere". Insiste todav¨ªa en estas afirmaciones y repite que todo es in¨²til, que el "Visca Espanya" de Maragall no lo entienden; "no quieren entenderlo".
El planteamiento parece actual. Ser¨ªamos afortunados si en Espa?a entera, y en Catalu?a, se planteasen hoy los problemas del nacionalismo con la misma hondura y surgiera un esp¨ªritu de comprensi¨®n que permitiese o¨ªr con coraz¨®n e intelecto abiertos el "Visca Espanya" de Maragall, que muchos estar¨ªamos propicios a pronunicar si se percibiese y aceptase la diversidad de pueblos ib¨¦ricos plenamente reconocidos en su identidad.
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