La escuela, emancipaci¨®n o sumisi¨®n
Aunque se trata de un fen¨®meno social, la educaci¨®n hunde sus ra¨ªces en la biolog¨ªa. Existe educaci¨®n cuando existe cultura, es decir, cuando se produce una acumulaci¨®n de conocimientos que se intenta preservar. La conservaci¨®n de las adquisiciones, para transmitirlas a otros individuos o a nuevas generaciones, puede hacerse de dos maneras, mediante una transmisi¨®n gen¨¦tica o mediante una transmisi¨®n cultural. La transmisi¨®n cultural est¨¢ ¨ªntimamente ligada al progreso y es una condici¨®n necesaria para ¨¦ste. Una de sus caracter¨ªsticas principales es que resulta mucho m¨¢s r¨¢pida que la transmisi¨®n gen¨¦tica, seg¨²n la cual en determinadas circunstancias las modificaciones que ha acumulado un individuo se transmiten a sus descendientes. Pero para que un rasgo beneficioso se difunda entre una poblaci¨®n tienen que pasar muchas generaciones; en cambio, mediante la transmisi¨®n cultural, como es obvio, la difusi¨®n puede ser mucho m¨¢s r¨¢pida.La educaci¨®n es el proceso de transmisi¨®n de las adquisiciones a otros individuos. Siguiendo a Durkheim se puede definir como la socializaci¨®n met¨®dica de la generaci¨®n joven. Mediante ella, la vieja generaci¨®n produce individuos que son lo m¨¢s parecidos posible a los anteriores, aunque con adaptaciones a la situaci¨®n cambiante cuando ¨¦sta existe. Por su propia naturaleza hay que reconocer que la educaci¨®n tiene una funci¨®n conservadora.
En los seres humanos, la infancia, que es el per¨ªodo m¨¢s pl¨¢stico, y por ello el m¨¢s propicio para aprender, tiene una duraci¨®n extremadamente larga respecto a la de otras especies animales. Precisamente una caracter¨ªstica de los seres humanos es que su repertorio de conductas al nacer es escaso, lo cual obliga a tener que aprender una gran cantidad de conductas. Esto, en cierto modo, podr¨ªa considerarse como una desventaja, pero en otro sentido es una ventaja porque permite que las conductas que se aprendan sean m¨¢s complejas, que el aprendizaje sea m¨¢s rico. Demuestra una gran capacidad adaptativa, y desde este punto de vista puede considerarse como un avance de la evoluci¨®n.
Entre los humanos, la transmisi¨®n se ha realizado tradicionalmente. en el contacto entre los j¨®venes y los adultos. Desde el nacimiento los individuos j¨®venes conviven con los adultos, y en esa convivencia adquieren las conduc¨ªas que son deseables mientras que se intenta eliminar las que no lo son desde la ¨®ptica de esa sociedad. En la forma (le educaci¨®n tradicional las escuelas no exist¨ªan, y los ni?os aprend¨ªan en su contacto con los adultos todos los conocimientos que les son necesarios, incluyendo su oficio.
Cuando la acumulaci¨®n de conocimientos se hace mayor y las necesidades de mano de obra disminuyen, empiezan a aparecer lugares en los que se realiza una transmisi¨®n de conocimientos sistem¨¢tica y m¨¢s especializada, y esos lugares son las escuelas. Inicialmente estaban destinadas, sobre todo, a la formaci¨®n de sacerdotes y funcionarios, y el n¨²mero, de individuos que asist¨ªan a ellas era todav¨ªa muy reducido. All¨ª se ense?aba a leer y a escribir y se transmit¨ªan valores y conocimientos condensados en m¨¢xirnas orales. Desde sus or¨ªgenes la escuela aparece segregada de la actividad manual y del trabajo pr¨¢ctico.
Durante muy largo tiempo las escuelas han sido algo reservado a unos-pocos, a los administradores del m¨¢s all¨¢ o del m¨¢s ac¨¢, y s¨®lo en una ¨¦poca reciente se han extendido. La escolaridad obligatoria se implanta cuando tras los comienzos de la revoluci¨®n industrial, empieza a ser innecesaria la mano de obra infantil en las f¨¢bricas. Es en ese momento cuando se comprende que no es conveniente que los ni?os; est¨¦n en la calle y que escolarizarlos puede ser algo beneficioso. Como es bien sabido, la implantaci¨®n de la escolaridad obligatoria se realiz¨® dentro de una intensa pel¨¦mica, en la que unos se?alaban que dar educaci¨®n a todos no era aconsejable, pues podr¨ªa trastocar el orden social, mientras que, otros sosten¨ªan que la escuela pod¨ªa ser el mejor lugar para socializar a los individuos, para transmitir los valores deseables y, en una palabra, para convertirlos en individuos sumisos. Esta ¨²ltima posici¨®n es la que se impuso.
Educar o someter
Por su propia historia, la escuela actual es el resultado del conflicto entre esas dos tendencias, y a ello debe su car¨¢cter contradictorio: por una parte, se sustenta en la idea de la ilustraci¨®n de que la cultura y el saber son bienes en s¨ª mismos y que, por ello, la escuela libera; por otra, en la idea de que el mejor lugar para convertir a los individuos en seres uniformes y para mantener el orden social es la escuela.
As¨ª pues, mientras que por un lado se sostiene que en la escuela se adquiere el saber, la libertad y la capacidad de pensar, por otro todo el mecanismo de transmisi¨®n se funda en la sumisi¨®n (al libro o al maestro) y el aprendizaje se produce de una manera completamente pasiva. Alguien distinto de quien aprende establece las condiciones en que se lleva a cabo el aprendizaje y la tarea del individuo se reduce a repetir.
En la actualidad, en los pa¨ªses desarrollados se ha conseguido la escolarizaci¨®n plena de todos los j¨®venes durante un largo per¨ªodo, que puede llegar hasta los 16 o los 18 a?os y que tiene una duraci¨®n de al menos ocho a?os y en muchos casos 12. Es, pues, mucho tiempo el que los individuos permanecen en la escuela, y ¨¦sta constituye el n¨²cleo de su vida hasta que llegan a la edad adulta. Sin embargo, vemos que los resultados, desde el punto de vista de lo que se aprende, no son satisfactorios, pues los individuos s¨®lo aprenden una m¨ªnima parte de lo que se les transmite.
Una reivindicaci¨®n esencial de todos los movimientos progresistas ha venido siendo precisamente la de conseguir una escolarizaci¨®n para todos y durante m¨¢s a?os. Hoy se est¨¢ planteando entre nosotros la extensi¨®n de la escolarizaci¨®n desde los cuatro a?os, por abajo, hasta los 16 a?os. Pero, sin embargo, esa escolaridad resulta bastante problem¨¢tica.
El hecho de que se aprenda tan poco y tan mal en relaci¨®n con lo que se ense?a, el hecho de que sistem¨¢ticamente obtengan mejores resultados los hijos de individuos de clases acomodadas que los de clases humildes, el hecho de que en vez de ser un instrumento que favorezca la movilidad entre las clases sociales mantenga las diferencias de clase, el hecho de que el aprendizaje escolar se identifique por los alumnos con el trabajo tedioso y que la mayor parte de los adolescentes detesten la escuela y procuren pasar de ella, son problemas que obligan a reflexionar y a plantearse cu¨¢les son los fines que la educaci¨®n est¨¢ sirviendo en la actualidad.
Alargar la escuela
A menudo se defiende que es necesario alargar la escolarizaci¨®n porque los conocimientos que un individuo necesita son cada vez mayores y m¨¢s complejos. Efectivamente, hoy resulta imposible desenvolverse en las grandes ciudades sin saber leer y escribir. La vida social es igualmente cada vez m¨¢s compleja, cada vez hay m¨¢s m¨¢quinas, m¨¢s aparatos, los progresos de la ciencia son grandes, la vida administrativa es una pesadilla, y por todo ello se sostiene que los individuos tienen que aprender cada vez un mayor n¨²mero de cosas. Sin embargo, an¨¢lisis recientes (y hace poco lo recordaba Salvador Giner en estas mismas p¨¢ginas) van mostrando c¨®mo desde el punto de vista del trabajo las necesidades de formaci¨®n son cada vez menores porque las tareas que los individuos realizan van siendo m¨¢s simples. Se produce una tendencia a la divisi¨®n de las actividades productivas en partes y un n¨²mero creciente de individuos s¨®lo tiene que realizar tareas de una enorme simplicidad, para las cuales no necesitan ninguna preparaci¨®n larga. La producci¨®n en cadena, la maquinizaci¨®n del trabajo, van exigiendo menores habilidades en los individuos, que s¨®lo realizan funciones de control. As¨ª pues parece innegable que para una parte creciente, y en todo caso muy grande, de la poblaci¨®n que trabaja directamente en la producci¨®n las necesidades de conocimientos para realizar su trabajo son progresivamente menores. Desde este punto de vista no resulta justificado decir que es necesario prolongar la escolaridad.
Se habla mucho tambi¨¦n del llamado fracaso escolar. Se vierten r¨ªos de tinta analizando la gravedad del problema y buscando soluciones, sin reparar, o sin querer reparar, en que el fracaso escolar es consustancial con la organizaci¨®n actual de la escuela y que no puede encontrar soluci¨®n.
Aprender poco
En realidad, el que se aprende poco en la escuela no debe sorprendernos. No se establecieron las escuelas para eso. Poco a poco ha ido adquiriendo un mayor protagonismo el aprender, pero su organizaci¨®n est¨¢ establecida para transmitir otras cosas. En la, escuela, el ni?o tiene que adquirir una serie de h¨¢bitos sociales que le van a preparar esencialmente para su vida posterior. Aprende all¨ª a someterse a la autoridad del maestro, a creer las cosas porque, se las dicen y a realizar sistem¨¢ticamente una serie de tareas, no porque entienda que las tiene que realizar y que le resultan interesantes, sino porque alguien le dice que debe hacerlo. Aprende tambi¨¦n a levantarse a una hora determinada, a cumplir un horario, a tener vacaciones, a diferenciar trabajo y ocio.
Recibe as¨ª una educaci¨®n fundamentalmente heter¨®noma en oposici¨®n a lo que se podr¨ªa denominar una educaci¨®n aut¨®noma. La autonom¨ªa se ve como peligrosa. Pero, en relaci¨®n. con ello, un problema cada vez m¨¢s acuciante es el del rechazo que los j¨®venes plantean hacia los valores que se les transmiten dentro del sistema escolar, e incluso el rechazo creciente hacia el propio sistema escolar por parte de grupos de j¨®venes cada vez -m¨¢s amplios, sobre todo en las zonas marginales de las grandes ciudades.
Aunque suele ser dificil hacer de profeta sin equivocarse en casi
todo, la bibliograf¨ªa sobre c¨®mo ser¨¢ la escuela el a?o 2000 es abundant¨ªsima. Organismos internacionales, profesionales de las ciencias sociales, y diversos clubes se dedican a lo que se llama la prospectiva, haciendo an¨¢lisis de tendencias frecuentemente as¨¦pticos, sin tener en cuenta que el orden social no es independiente de los individuos y que resulta sospechoso limitarse a decir a d¨®nde vamos sin decir a d¨®nde queremos ir. Se suele hacer cuando nos queremos quedar donde estamos.Al mismo tiempo, se se?ala frecuentemente que la educaci¨®n est¨¢ en crisis. Los esfuerzos de modificaci¨®n, de renovaci¨®n y de replanteamiento de la actividad escolar son constantes, no siempre con un gran ¨¦xito. Aparecen tendencias contrapuestas, desde los numerosos partidarios de incrementar la escuela a los que abogan por suprimirla, entre los que se cuentan los defensores de desescolarizar la sociedad, prescindir de las escuelas y diluir a los ni?os dentro de la vida social, volviendo en cierto modo a la situaci¨®n que exist¨ªa en la educaci¨®n tradicional. Ivan Illich y otros dese-scolariz adores han realizado sugestivos an¨¢lisis, al mismo tiempo que propuestas completamente inviables y ut¨®picas, en el peor sentido de la palabra.
Otros proponen soluciones menos radicales, como la de reducir el papel de la escuela y llevar a cabo una mayor integraci¨®n de los ni?os dentro de la vida social, pero todav¨ªa parcial, haciendo que aprendan en contacto con la vida productiva, con la Administraci¨®n, con las distintas instituciones sociales. Pero esta soluci¨®n tambi¨¦n resulta insuficiente y s¨®lo permite un contacto muy superficial entre el ni?o y el entorno que le rodea, que recuerda a las tradicionales excursiones.
Transformar la escuela
En realidad la escuela no tiene visos de que vaya a desaparecer por el momento, pero lo que s¨ª que necesita es transformarse sustancialmente para adaptarse a las nuevas necesidades y para contribuir al cambio de la sociedad, que naturalmente no se producir¨¢ por el solo cambio de la escuela. Algo parece cada vez m¨¢s claro, y es que escuela y sociedad son dos cosas tan estrechamente relacionadas que no pueden concebirse por separado. Nuestra sociedad ser¨ªa distinta si no existiera el sistema escolar, y nuestro sistema escolar s¨®lo se comprende dentro de nuestra sociedad.
Para saber c¨®mo ser¨¢ la educaci¨®n del futuro tenemos, pues, que pronunciarnos sobre a d¨®nde queremos ir. Muchos defendemos que hay que dearrollar la funci¨®n liberadora de la escuela y reducir su funci¨®n represiva. Esto implicar¨ªa una transformaci¨®n muy profunda de la escuela, que s¨®lo podemos concebir en parte, aunque disponemos ya de muchas experiencias. De todas formas, eso no podr¨¢ lograrse sin grandes resistencias.
En primer lugar, es necesario que esa escuela est¨¦ mucho m¨¢s vinculada con su entorno y con los problemas sociales que la rodean. En las escuelas actuales se est¨¢n transmitiendo a los chicos muchas cosas que, tal como se ense?an y en el momento en que se ense?an, les resultan perfectamente in¨²tiles. La ¨²nica raz¨®n por la que se transmiten es porque aprenderlas de esa forma fomenta el esp¨ªritu de sumisi¨®n. Sin embargo, la mayor parte de las cosas que interesan a la gente, como las relaciones con los dem¨¢s, la pol¨ªtica, la sociolog¨ªa, los trabajos manuales o la danza, permanecen fuera del ¨¢mbito escolar, y lo mismo puede decirse de la organizaci¨®n delas f¨¢bricas de los procesos industriales, del funcionamiento de las m¨¢quinas, de cosas que son hoy esenciales para nuestra vida. Al mismo tiempo que se dispensa un conocimiento abstracto no se desarrolla ni el gusto por el pensamiento ni la capacidad de reflexi¨®n.
Texto y contexto
Esa esterilidad y desconexi¨®n del aprendizaje escolar con la vida se ve todav¨ªa de forma m¨¢s aguda cuando examinamos la educaci¨®n en pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que han recibido los sistemas educativos de los colonizadores. En pa¨ªses miserables, con nivel de vida baj¨ªsimo, con un desarrollo indus trial muy escaso, se est¨¢ proporcionando a los chicos una instrucci¨®n calcada de la de los desarrollados: se est¨¢ ense?ando ¨¢lgebra o historia del mundo occidental a chicos que viven en. un contexto completamente distinto y a los que no se ayuda a entender su propia realidad. Es claro que la funci¨®n de esos conocimientos no es ayu dar a desarrollar intelectualmente a esos chicos ni convertir la cultura en un arma de transformaci¨®n de su medio, sino seguir manteni¨¦ndolos sometidos e implantar en ellos el respeto hacia los occidentales que contin¨²an siendo los amos. A esos chicos hay que comenzar a ense?arles a cultivar la tierra, a fabricar muebles con los productos que tienen a su alrededor, a aplicar la tecnolog¨ªa a su ambiente y, a partir de esos conocimentos concretos, ir mostr¨¢ndoles c¨®mo la cultura puede ser un arma de transformaci¨®n social, pero para eso es necesario, precisamente, que la educaci¨®n entronque con los problemas del ambiente.
La educaci¨®n tiene que vincularse igualmente con el desarrollo intelectual del alumno y contribuir a ¨¦l. Los ni?os no entienden los conceptos abstractos que se les transmiten porque no se tiene en cuenta su desarrollo intelectual, porque se les ense?a igual que a los adultos, sin tener en cuenta que son individuos que no han completado su desarrollo in telectual y que tienen que completarlo al mismo tiempo que est¨¢n formando los conocimientos.
Menos alumnos, m¨¢s necesidades
En los pa¨ªses desarrollados la reducci¨®n de la natalidad har¨¢ que disminuya el crecimiento del n¨²mero de alumnos, pero las necesidades educativas, a medida que aumenta el tiempo de ocio, parece que no dejar¨¢n de incrementarse. Al crecer el bienestar los adultos reclamar¨¢n la posibilidad de aprender m¨¢s, de acuerdo con sus gustos y sus necesidades. Las escuelas deber¨¢n convertirse en centros dotados de recursos para aprender, en los cuales los individuos puedan desempe?ar un papel activo consustancial con un aut¨¦ntico aprendizaje. A ellas se podr¨¢ acudir m¨¢s horas o menos horas de las que se va actualmente a la escuela y asistir¨¢n no s¨®lo los ni?os, sino tambi¨¦n los adultos y no s¨®lo para aprender, sino tambi¨¦n para ense?ar, para comunicar esos conocimientos que son muy importantes y que recogen a menudo la experiencia de mucho tiempo y que, sin embargo, permanecen ausentes de los cun¨ªcula formales. La nueva tecnolog¨ªa -v¨ªdeos, ordenadores, etc¨¦tera- puede ser un complemento eficaz para aprender, pero las m¨¢quinas por s¨ª solas no van a cambiar las cosas y pueden utilizarse igualmente para practicar la pedagog¨ªa m¨¢s tradicional. Parece necesario que cambien igualmente las relaciones entre el mundo del trabajo y la escuela, estableci¨¦ndose una separaci¨®n menor que la que existe actualmente. Y esto en dos sentidos, en que los problemas del trabajo deben ser objeto de la escuela y que exista una separaci¨®n menor entre los que trabajan y los que est¨¢n en la escuela de modo que cada vez haya m¨¢s gente que haga las dos cosas, simult¨¢nea o alternativamente de modo c¨ªclico, y no s¨®lo aprendiendo, sino tambi¨¦n ense?ando. Esa misma distinci¨®n debe tender a difundirse y ser¨ªa beneficioso que todos aprendi¨¦ramos y ense?¨¢ramos. Esto conllevar¨¢ igualmente una modificaci¨®n en los m¨¦todos de trabajo escolar y en la funci¨®n de los profesores, que ser¨¢n cada vez m¨¢s tutores y muchos de ellos ocasionales.
En realidad, la tan mencionada crisis de la educaci¨®n no es m¨¢s que la crisis del mundo en que vivimos, un mundo que cambia m¨¢s r¨¢pidamente que nuestros sentimientos y nuestra conducta, y cuyos cambios no siempre nos benefician. Lo que podemos intentar es que la escuela sea un factor de cambio y no vaya s¨®lo a remolque de otras transformaciones sociales.
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