"La neutralidad nos da una cierta libertad que podemos utilizar en pro de la paz"
Esta entrevista se realiz¨® en el despacho de Olof Palme antes del viaje a Espa?a. Una habitaci¨®n amplia y luminosa, con muebles n¨®rdicos claros y un elemento de decoraci¨®n espa?ol: una r¨¦plica de las carabelas de Col¨®n.Pregunta. En el discurso que pronunci¨® a principios de este a?o en la inauguraci¨®n de la Conferencia sobre Medidas Destinadas a Fomentar la Confianza y la Seguridad y sobre Desarme en Europa usted dijo que reinaba en el mundo "una atm¨®sfera de grave tensi¨®n internacional". ?Ha mejorado la atm¨®sfera en relaci¨®n con la existente en el momento de su discarso?
Respuesta. La atm¨®sfera sigue invariablemente mala. El inmovilismo de las superpotencias es absoluto. Los l¨ªderes norteamericanos no quieren modificar sus posiciones ni un ¨¢pice en ninguna cuesti¨®n, aunque les interesar¨ªa presentar alg¨²n ¨¦xito en pol¨ªtica internacional, aunque fuese simb5lico, durante la campa?a electoral. Los nuevos dirigentes sovi¨¦ticos tampoco parecen dispuestos a moverse. La desconfianza que tienen en el presidente Reagan es tan grande que no se atreven a hacer el m¨¢s m¨ªnimo gesto de aproximaci¨®n. Podemos decir que ¨¦ste ha sido un a?o perdido en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica internacional, debido, b¨¢sicamente, a que las superpotencias no han estado dispuestas a hacer nada.
'Seguimos a tres minutos de la medianoche'
P. En su discurso a la Conferencia de Estocolmo habl¨® del reloj del juicio final diciendo que s¨®lo faltaban tres minutos para la medianoche. ?Qu¨¦ hora marca ese reloj hoy?
R. Sigue marcando la misma hora. La inmovilidad ha sido total, y las agujas del reloj siguen tan inm¨®viles como todo lo dem¨¢s. Pero eso es, realmente, muy grave.
P. En el mismo discurso dijo que "en una guerra nuclear no puede haber vencedores y vencidos", y tampoco parec¨ªa tener gran confianza en la seguridad que ofrecen a los pa¨ªses miembros los pactos militares. ?Qu¨¦ alternativa ofrece usted?
R. La idea de que las armas propercionan seguridad es falsa. No es cierta la afirmaci¨®n de que cuantas m¨¢s armas tenga un pa¨ªs m¨¢s seguridad tiene. Casi me inclinar¨ªa a sostener lo contrario. Sobre todo en el mundo de hoy, cuando se sabe que, con¨ªoda probabilidad, la guerra at¨®mica, al no poder ser controlada, llevar¨¢ a la Humanidad a su aniquilaci¨®n.
En este contexto quiero referirme a los ¨²ltimos informes que han publicado cient¨ªficos sovi¨¦ticos y norteamericanos. En ellos se dice que la guerra at¨®mica provocar¨¢ la aparici¨®n de un invierno nuclear, con temperaturas de veinte grados bajo cero y una total oscuridad, y que ese invierno afectar¨¢ no s¨®lo a los pa¨ªses del hemisferio norte, donde presumiblemente se desarrollar¨¢ toda la batalla, sino tambi¨¦n a los del hemisferio sur. Todos los pa¨ªses del mundo sufrir¨ªan las consecuencias. Ser¨ªa un holocausto total.
A pesar de esas advertencias, la carrera armamentista sigue a un ritmo desesperado. Y contin¨²a porque los pa¨ªses est¨¢n atrapados en la ratonera de la estrategia de la disuasi¨®n, en la obsoleta estrategia de la balanza del terror, que en nuestra ¨¦poca es completamente inoperante. A pesar de ello siguen absolutamente obsesionados con esta idea.
P. Sin embargo, hay quienes sostienen que esta estrategia ha proporcionado una cierta seguridad.
R. ?Una cierta seguridad? Tal vez la proporcion¨® en alg¨²n tiempo. Pero ahora es cada d¨ªa m¨¢s peligrosa. Evidentemente, hay que reconocer que no ha estallado una guerra mundial. Pero creo que cantar las glorias de la estrategia de la disuasi¨®n bas¨¢ndose en el hecho de que no haya habido unaguerra mundial en los ¨²ltimos a?os es poco honesto.
La realidad, en estos momentos, es que cuantas m¨¢s armas haya y m¨¢s sofisticadas sean m¨¢s posibilidades habr¨¢ de que pueda producirse una guerra nuclear por error o por accidente. Hoy es indispensable lograr una transformaci¨®n, un cambio en el concepto de seguridad.
P. ?Qu¨¦ pasos ha propuesto para crear un clima de confianza entre las superpotencias?
R. Hemos propuesto medidas muy concretas: la creaci¨®n de una zona desnuelearizada en el norte de Europa, la eliminaci¨®n de armas nucleares t¨¢cticas -esas armas llamadas de teatro, esas peque?as armas nucleares tan peligrosas..., bueno, peque?as es un decir, porque tienen mayor potencia explosiva que la lanzada sobre Hiroshima- en un corredor que se extender¨ªa a ambos lados de la frontera que separa a los dos bloques en la Europa central. Tambi¨¦n hemos propuesto suspender la instalaci¨®n de nuevos misiles en Europa para, de esa manera, proporcionar un tiempo de reflexi¨®n que posibilitar¨ªa las negociaciones de desarme.
P. En relaci¨®n con el desarme, hay gentes que opinan que la balanza del terror impone un respeto, que la idea de la destrucci¨®n total impide la guerra, y dicen que si se iniciase un desarme parcial se correr¨ªa el peligro de que alg¨²n general enloquecido tuviese la idea de ganar la guerra a un precio razonable.
R. Me parece una argumentaci¨®n falsa. La enorme cantidad de armas nucleares que hay en el mundo elimina esa eventualidad. Yo creo que la doctrina estrat¨¦gica de la balanza del terror seguir¨¢ dominando el destino del mundo durante muchos a?os. Debemos tratar de hacer disminuir, aunque sea poco a poco, la dependencia de una idea tan nefasta y no permitir que siga creciendo.
P. Hace un tiempo le¨ª en un art¨ªculo de Ra¨²l Guerra la siguiente cita: "En 1325, en la primera referencia de armas de fuego que se tiene noticia tras el invento de la p¨®lvora, el conde Francesco de Bersanelli pronostic¨® que ning¨²n caballero se rebajar¨ªa a utilizar tales artefactos para matar a distancia a su enemigo, de forma tan poco noble y elegante. Se equivoc¨®. La historia nos demuestra que jam¨¢s un arma inventada, por innoble o excesiva que fuera, dej¨® de utilizarse". ?No cree que pasar¨¢ lo mismo con las armas nucleares?
R. Es un excelente argumento a favor del desarme... D¨¦jeme copiarlo.
P. Hay en sus discursos una fe casi ciega en que la paz mundial quedar¨¢ asegurada el d¨ªa en que las superpotencia s consigan vencer su desconfianza mutua. ?No cree que lo que acent¨²a el peligro de guerra es el af¨¢n de las superpotencias de hacerse con la hegemon¨ªa mundial?
R. S¨ª, claro, eso es cierto. Las pretensiones hegem¨®nicas de am bas superpotencias son incontrovertibles. Sus conflictos son muy peligrosos para la humanidad por que por primera vez en la historia del g¨¦nero humano dos pa¨ªses tienen la posibilidad de aniquilar a la especie humana.
Adem¨¢s, en sus pretensinoes hegem¨®nicas las superpotencias pisotean los derechos de los paises peque?os. Eso es intolerable. ?sta ha sido una de las ideas en las que m¨¢s he insistido desde que me met¨ª en la pol¨ªtica.
Vemos ejemplos diarios. Por un lado, la forma insolente en que la Uni¨®n Sovi¨¦tica trata a Afganist¨¢n. Por el otro, el minado de los puertos nicarag¨¹enses. A¨²n no he salido del asombro que me produjo la declaraci¨®n en la que Estados Unidos rechazaba la jurisdicci¨®n del Tribunal Internacional de La Haya sobre un caso determinado. ?Es incre¨ªble! Es como si a alguien se le ocurriese matar a su vecino y declarase que ese d¨ªa no aceptaba los tribunales ni la la polic¨ªa.
P. El abismo entre pa¨ªses ricos y pobres se va ensanchando y esta injusticia incrementa la inseguridad del mundo. ?No cree que el traslado de recursos que hoy se utilizan en armas a los pa¨ªses pobres incrementar¨ªa la seguridad del mundo?
R. Sin duda. Yo he utilizado la siguiente comparaci¨®n. A finales de la segunda guerra mundial, Estados Unidos estaba obligado a desmantelar gran parte de su industria de guerra. Europa estaba destrozada. En Estados Unidos hab¨ªa un gran miedo al paro. Entonces se le ocurri¨® la genial idea de reconvertir su industria de armamentos en una gran maquinaria de producci¨®n civil y ofrecer pr¨¦stamos a Europa, evidentemente en su propio inter¨¦s. De esa manera evit¨® el paro que hubiese producido la reconversi¨®n de la industria b¨¦lica y ayud¨® decisivamente a la reconstrucci¨®n de Europa. Tal vez se podr¨ªa hacer ahora algo parecido. Los recursos liberados de la carrera armamentista podr¨ªan ser utilizados en el desarrollo de los pa¨ªses pobres, y los resultados ser¨ªan similares a los que se produjeron con el plan Marshall. Creo que existe ese paralelismo en las situaciones.
'Un modesto'
P. ?Qu¨¦ papel pueden desempe?ar los pa¨ªses neutrales en la pol¨ªtica internacional?
R. Muy limitado, muy modesto, pero al menos no dependemos de nadie en nuestras decisiones de pol¨ªtica internacional. La neutralidad nos proporciona una cierta libertad que podemos utilizar en pro de algo tan vital como la paz.
P. Al repasar su obstinada lucha por la paz se tiene la impresi¨®n de que usted es un quijote que lucha incansablemente contra unos gigantes invencibles y muy reales.
(En el momento en que Palme oy¨® la palabra quijote, salt¨® de su asiento, se dirigi¨® como un rayo a una estanter¨ªa y volvi¨® al sof¨¢ con un grueso libro, encuadernado en piel, en la mano: la edici¨®n del Quijote de Aguilar.)
R. Este ejemplar del Quyote me lo regal¨® mi amigo Felipe Gonz¨¢lez cuando cumpl¨ª los 50 a?os. Es precioso, ?verdad? Estoy orgulloso, de que me compare con Don Quijote. ?l era un personaje obstinado, tozudo, movido por una idea. As¨ª hay que ser en la lucha por la paz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.