Reflexiones sobre dos incidentes militares
Unos d¨ªas despu¨¦s de la destrucci¨®n del jumbo coreano por los sovi¨¦ticos, el 1 de septiembre de 1983, publiqu¨¦ un art¨ªculo comparando la agresividad y paranoia de los c¨ªrculos militares sovi¨¦tico y norteamericano con el aumento de tensi¨®n que provoc¨® el estallido de la primera guerra mundial de 1914. Considerando posibles explicaciones de la totalmente inexcusable y brutal destrucci¨®n del avi¨®n civil por parte de los sovi¨¦ticos, escrib¨ª las siguientes palabras en relaci¨®n a una anterior acci¨®n, brutal y totalmente inexcusable, llevada a cabo por una potencia democr¨¢tica occidental: "?Es posible que los causantes del incidente fueran insensibles a la destrucci¨®n de 269 vidas de civiles tras el hundimiento del Belgrano lejos de la zona de combate y con 1.100 reclutas mal adiestrados a bordo? Si, tal como es perfectamente posible, la primera ministra brit¨¢nica hundi¨® el Belgrano para prevenir cualquier iniciativa de paz no deseada, ?por qu¨¦ no iban a destruir un avi¨®n unos oficiales sovi¨¦ticos firmemente leales para prevenir un posible acuerdo de desmantelamiento de algunos misiles SS-20?" (EL PAIS, 9 de septiembre de 1983). Parece ahora seguro, a partir de una serie de investigaciones informales llevadas a cabo por parlamentarios de la oposici¨®n brit¨¢nica y de art¨ªculos aparecidos en el Observer londinense y resumidos por Soledad Ortega-D¨ªaz en EL PAIS del 16 de septiembre de 1984, que s¨®lo puede haber dos explicaciones, ambas con implicaciones igualmente horrorosas, sobre el hundimiento del Belgrano. Una es que la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher, orden¨® la acci¨®n con pleno conocimiento del hecho de que el barco de tropas estaba alej¨¢ndose de la zona de combate y regresaba a su base, informaci¨®n que fue comunicada en varias ocasiones por el submarino Conqueror. La otra explicaci¨®n, que me parece menos probable, es que los servicios de inteligencia brit¨¢nicos, que hac¨ªa horas que hab¨ªan recibido esta informaci¨®n, no se la comunicaron a la primera ministra.Creo que la destrucci¨®n del jumbo coreano y el hundimiento del Belgrano son dos buenos ejemplos de un mismo hecho terrible: que una vez que un Gobierno decide llevar a cabo una acci¨®n militar en una causa que considera justa se olvida toda consideraci¨®n de humanidad y de la posibilidad de la muerte de v¨ªctimas inocentes; y tambi¨¦n, que se puede utilizar cualquier forma de enga?o y autoenga?o sin sentir la m¨ªnima verg¨¹enza ni presentar la menor disculpa. Perm¨ªtanme resumir los hechos irrebatibles y las principales dudas de ambos casos.
En el caso del KAL 007, los pilotos tomaron una ruta equivocada casi desde el mismo momento que despegaron del aeropuerto de Anchorage, en Alaska. Los sovi¨¦ticos dieron por supuesto que se trataba de un intento de espionaje. Siguieron la ruta del avi¨®n durante varias horas para, a continuaci¨®n, en lugar de obligarle a aterrizar en territorio sovi¨¦tico, destruirlo con misiles aire-aire. En el a?o transcurrido desde el incidente no han dejado de repetir su teor¨ªa del espionaje; han justificado su acci¨®n afirmando que el avi¨®n hab¨ªa violado el espacio a¨¦reo sovi¨¦tico, y han dicho que volver¨ªan a hacer lo mismo si volvieran a darse las mismas circunstancias. Las dudas principales existentes hasta hoy son si los pilotos sovi¨¦ticos pudieron confundir el jumbo con un avi¨®n norteamericano de espionaje, del tipo RC-135 (aunque no se parecen excesivamente), y si la acci¨®n se llev¨® a cabo en un intento de sabotear la aparente disposici¨®n de Andropov a desmantelar cierto n¨²mero de misiles sovi¨¦ticos como parte de un potencial acuerdo de desarme con Estados Unidos. Existen tambi¨¦n algunas dudas sobre por qu¨¦ los servicios de inteligencia militar norteamericanos, que posteriormente presentaron grabaciones de todas las comunicaciones entre el avi¨®n sentenciado y los pilotos de los cazas sovi¨¦ticos, no advirtieron al avi¨®n de que se encontraba en una ruta equivocada. Pero el hecho es que las grabaciones de los servicios de inteligencia no las escucha personal militar alguno hasta d¨ªas o incluso semanas despu¨¦s de su grabaci¨®n, hecho que deja al descubierto otro error m¨¢s, funesto, en todo ese negocio de la informaci¨®n instant¨¢nea mediante ordenador y en los milagros de la inform¨¢tica electr¨®nica.
En el caso del Belgrano, el mando del submarino pidi¨® y recibi¨® permiso para hundir el barco. Tambi¨¦n inform¨® a Londres de que el Belgrano hab¨ªa cambiado de rumbo y se dirig¨ªa hacia su base, informaci¨®n que no dio lugar a un cambio de ¨®rdenes. Cuando el Gobierno explic¨® el incidente en el Parlamento minti¨® en cuanto a la hora y situaci¨®n exactas en que fue atacado el barco. Las dudas principales en el caso del Belgrano son si la primera ministra hab¨ªa recibido de los servicios de inteligencia brit¨¢nicos la informaci¨®n sobre el cambio de rumbo del Belgrano y si, independientemente de esa primera duda se vio movida a actuar impulsada por el deseo de impedir la firma de la paz antes de que el Reino Unido hubiera logrado la victoria total. Tanto en
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el caso sovi¨¦tico como en el brit¨¢nico, los deseos de emplear la fuerza y poner a prueba sus m¨²sculos elimin¨® toda consideraci¨®n humanitaria e incluso toda consideraci¨®n racional de objetivo militar.
No hay duda de que incidentes de este tipo ha habido en todas las guerras, aunque su potencial para provocar cat¨¢strofes mayores se suele rechazar con una sonrisa de superioridad por individuos fascinados por la teor¨ªa del juego, por el equilibrio del terror, por las tecnolog¨ªas infalibles y otras cosas por el estilo. Los oficiales de la OTAN y del Pacto de Varsovia est¨¢n profundamente ocupados en dominar la tecnolog¨ªa de las nuevas armas, especulando sobre si un ataque convencional puede conducir a una escalada nuclear, si una guerra nuclear limitada y otras opiciones tan agradables podr¨¢n tener un vencedor en un futuro tecnol¨®gicamente glorioso. Aqu¨ª, en Espa?a, se discute si la permanencia en la OTAN tendr¨¢ una incidencia positiva en la cuesti¨®n de Ceuta y Melilla; si se pueden exportar armas al Tercer Mundo, creando as¨ª empleos en una industria de armamento respaldada por la OTAN; y si es una descortes¨ªa imperdonable que el ministro de Asuntos Exteriores exprese la simple verdad de que "lo peor que podemos hacer en la relaci¨®n Espa?a-OTAN es sorprender a los militares". Pero tales discusiones no tendr¨¢n el m¨ªnimo sentido si un d¨ªa se produce en un ¨¢rea densamente poblada un incidente con unjumbo coreano o el hundimiento de un Belgrano, y se emplean armas nucleares, qu¨ªmicas o bidI¨®gicas, bien en el ataque t¨¢ctico o en la respuesta a ¨¦ste.
Incidentes de este tipo demuestran la importancia inmediata y cr¨ªtica de una actitud de crueldad arrogante y de enga?o, sin tener en cuenta cu¨¢l puede ser el modelo de sociedad que se est¨¢ defendiendo. En ¨²ltimo caso, la raza humana no puede sobrevivir al empleo de las armas de que dispone actualmente. Y, al mismo tiempo, es imposible abolir completamente la guerra, incluso entre las naciones m¨¢s civilizadas. Pero, como una cuesti¨®n de aboluta necesidad, hay que desterrar las armas nucleares/qu¨ªmicas/biol¨®gicas de la faz de la tierra si queremos evitar que se produzca una cat¨¢strofe a ra¨ªz de tales incidentes, con sus motivos concomitantes, tal como he explicado en este art¨ªculo.
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