El ¨²ltimo viaje de Paquirri hasta el Hospital Militar de C¨®rdoba fue un calvario por una carretera tortuosa
Paquirri muri¨® en el quir¨®fano del Hospital Militar de C¨®rdoba, pero en la ambulancia que le trasladaba desde la plaza de toros de Pozoblanco, donde sufri¨® la tremenda cornada el pasado mi¨¦rcoles, ya hab¨ªa entrado en estado ag¨®nico irreversible. La causa de la muerte pudo ser un choque hipovol¨¦mico. La muerte acechaba en Sierra Morena. El ¨²ltimo viaje del torero fue un calvario. Bajo la opaca luz del atardecer, salvando barrancos, sorteando precipicios, curvas continuas por una carretera estrecha que obligaba al conductor de la ambulancia a reducir muchas, a frenar, Paquirri intentaba contener el dolor.
"El torero iba algo analgesiado", recuerda Eliseo Mor¨¢n, el cirujano que le practic¨® la intervenci¨®n quir¨²rgica en la enfermer¨ªa de la plaza. "Es decir, que iba consciente y, como es natural, sufr¨ªa mucho". Los dolores, pese a los calmantes, debieron ser muy fuertes. Le acompa?aban en la ambulancia el doctor Funes, anestesista reanimador, y Ram¨®n, el mozo de espadas. Cerca de 70 k¨ªl¨®metros hab¨ªan recorrido, m¨¢s de hora y media de viaje, y C¨®rdoba se abr¨ªa en la calima tras el parabrisas, cuando Paquirri empez¨® a sudar copiosamente y a sentir los efectos de una insuficiencia respiratoria. "Me siento muy mal", dijo.Hab¨ªa sobrevenido el paro card¨ªaco. Detuvieron la ambulancia para esperar al doctor Rafael Ruiz, cirujano jefe de la plaza de C¨®rdoba, que hab¨ªa presenciado la cogida y decidi¨® acompa?ar al torero. En plena carretera nada se pod¨ªa hacer, que no hubiese intentado el doctor Funes. All¨ª mismo cambiaron el lugar de destino: "No vayamos a la residencia sanitaria Princesa Sof¨ªa, pues hay que atravesar toda C¨®rdoba; mejor el Hospital Militar, que est¨¢ m¨¢s cerca".
Los doctores D¨¢vila, Villarta y Ruiz Villegas se hicieron cargo del herido, en el servicio de urgencia, y le aplicaron las necesarias t¨¦cnicas de reanimac¨ª¨®n, incluido el masaje card¨ªaco, pero nada se pudo hacer. Paquirri muri¨® nada m¨¢s entrar en el quir¨¢fano. Eran las 21.40 horas.
En Pozoblanco quedaba una poblaci¨®n desolada. Las fiestas de Nuestra Se?ora de las Mercedes se vinieron abajo al conocerse la noticia del fatal desenlace.
Paquirri hab¨ªa llegado a. Pozoblanco, por carretera, el mismo d¨ªa 26, a las 07.30 horas, acompa?ado de su hermano, Riverita. Se aloj¨® en el hotel Los Godos, habitaci¨®n 307, e inmediatamente se fue a dormir. Hacia las 12 apareci¨® en el comedor, donde almorz¨® con toda la cuadrilla S¨®lo comi¨® tortilla de patata, un flan y agua mineral. A las dos de la tarde, despu¨¦s de conversardurante un rato con Yiyo, que tambi¨¦n toreaba, regres¨® a la habitaci¨®n y puso numerosas conferencias telef¨®nicas. Hacia las cinco pidi¨® un caf¨¦ con mucha leche. Poco despu¨¦s de las 17.30 horas part¨ªa para la plaza. Vest¨ªa un terno verde claro y oro.
"La corrida era una gran fiesta", dice el doctor Mor¨¢n. "Los toros sal¨ªan terciados y con clase, tambi¨¦n flojos, y los toreros estaban insuperables. Tres fen¨®menos. Los m¨¦dicos la presenci¨¢bamos relajados, con la certeza de que nada podr¨ªa ocurrir, y menos a¨²n a Paquirri, que es un torero que transmite seguridad".
El n¨²mero 9
Pero ocurri¨®. El cuarto, Avispado, n¨²mero 9, negro, 420 kilos, bien armado, tom¨® sin problemas el capote, que Paquirri manejaba suavemente al a ver¨®nica e intercal¨® un par de chiquelinas mirando al tendido. Tras el primer puyazo hizo el quite y el toro le sali¨® suelto. Un pe¨®n le cort¨® la salida, Volvi¨® el toro hac¨ªa donde se encontraba Paquirri, muy pr¨®ximo al burladero de capotes. ?ste le marc¨® la salida con el percal, hacia afuera sin rectificar su terreno. Pero el toro s¨ª rectific¨® el suyo, se venci¨® y en el primer derrote le clav¨® profundo el pit¨®n derecho en el tercio superior de la pierna derecha. Entrar el pit¨®n y manar sangre, todo fue uno. Las cuadrillas al quite -incluso saltaron a la arena empleados de la plaza- el toro no soltaba su presa: la zarandeaba furiosamente en todas direcciones. Paquirri se agarr¨® a las astas y empuj¨® el testuz para librarse de la cornada. El tiempo que dur¨® la cogida se hizo interminable. Casi lo era. El doctor Mor¨¢n corr¨ªa hacia la enfermer¨ªa y cuando llegaba a ella, mir¨® hacia el redondel y a¨²n pudo ver que Paquirri continuaba volteando sobre el pit¨®n.
Las asistencias se llevaron al torero, que iba dejando un reguero de sangre en la arena y por el callej¨®n. Le manaba como de un surtidor. "Una vez en la enfermer¨ªa", explica el doctor Mor¨¢n, "se le hizo un torniquete, procedimos a explorar la zona da?ada. Paquirri nos animaba, con una sorprendente entereza: 'tranquilos, que yo s¨¦ de esto; no pasa nada'. Y me iba anunciando las trayectorias de la cornada con enorme precisi¨®n. La herida era horrible. El paquete v¨¢sculo-nervioso estaba arrancado, y no digamos de la pierna, cuyos m¨²sculos, nervios, etc¨¦tera hab¨ªan, quedado destrozados. El dedo de la exploraci¨®n no alcanzaba el final de la trayectoria que iba a la fosa il¨ªaca. Ligamos la safena y la femoral; contuvimos varias veces las hemorragias y cuando pareci¨® que ya hab¨ªan remitido, preparamos al torero para su traslado a C¨®rdoba". Ahora se dice que quiz¨¢ hubiera sido preferible dejar al torero inmovilizado en la enfermer¨ªa. La pregunta siguiente es qu¨¦ habr¨ªa sucedido si esta cornada se produce en Las Ventas o en la Maestranza, con una enfermer¨ªa perfectamente dotada, a pocos metros. El doctor Mor¨¢n cree que el resultado final, lamentablemente, habr¨ªa sido el mismo.
La enfermer¨ªa de Pozoblanco, seg¨²n el cirujano, est¨¢ bien, "dentro de lo que cabe". Tuvo, adem¨¢s, ayuda improvisada de varios doctores que se encontraban presenciando el festejo: Ruiz Gonz¨¢lez, Cabrera, Ar¨¦valo, Torres, Redondo, Due?as.
El horror de la cogida se hab¨ªa reflejado en el griter¨ªo y en la tremenda crispaci¨®n del p¨²blico.
Babelia
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