Precisiones sobre el escritor comprometido
No hace todav¨ªa muchos d¨ªas que, desde estas mismas p¨¢ginas, Mario Benedetti se dol¨ªa de la cada vez m¨¢s acusada tendencia de los intelectuales a rehuir el compromiso social. Se?alaba incluso algo que a m¨ª me parece grave: esa sistem¨¢tica huida del compromiso suele ir acompa?ada de la burla y de la sorna, a fin de desprestigiarlo; lo que supondr¨ªa, nada m¨¢s y nada menos, que prescindir de toda ¨¦tica en las relaciones; algo, por otra parte, nada infrecuente.No voy a insistir yo en todos los extremos que Benedetti subraya con el ardor y la transparencia que le caracteriza. No subrayar¨¦, en concreto, esa l¨®gica y profunda necesidad que el intelectual tiene de no darle la espalda a los problemas m¨¢s vivos de nuestro tiempo, incluso en los casos en que ¨¦stos queden fuera de su propio ¨¢mbito geogr¨¢fico.
S¨ª me gustar¨ªa completar, desde mi ¨®ptica personal y sin el m¨¢s m¨ªnimo af¨¢n pol¨¦mico, algunos aspectos del art¨ªculo de Benedetti, aspectos que quedan muy poco claros para el lector o que pudieran confundirlo. Por ejemplo, no creo que pueda cuestionarse el hecho de que el creador persiga y se sienta orgulloso de su amor por la libertad. Aunque hay quien utilice interesadamente este concepto para deformarlo, en ¨¦l reside la sustancia y ra¨ªz de toda obra de arte. La autenticidad de todo escritor se asfixiar¨ªa sin la libertad o se agotar¨ªa en s¨ª misma.
No se puede, por tanto, constre?ir la labor intelectual imponiendo pautas o criterios que apunten en una sola direcci¨®n. El don del arte radica precisamente en que puede denunciar la realidad m¨¢s dura, pero tambi¨¦n puede transmutar esa realidad, ofrecer una doble imagen de ella. Para muchos escritores no les supondr¨ªa ning¨²n sacrificio escribir art¨ªculos o poemas con los que apaciguar su mala conciencia social, aunque luego, por detr¨¢s, su ¨¦tica, su ejemplo, dejen mucho que desear.
Pero lo que sobre todo yo quer¨ªa puntualizar en este art¨ªculo es el significado de algunos t¨¦rminos que Benedetti utiliza en el suyo. T¨¦rminos de los que hace uso -al menos as¨ª lo entiende el lector- con una aparente ligereza o a los que les atribuye -acuciado, sin duda, por la l¨®gica urgencia de su protesta- un significado somero. Me referir¨¦ s¨®lo a tres de ellos, los que a m¨ª me parecen m¨¢s ricos de sentido: la soledad, el misterio y los sue?os.
?Qu¨¦ pueden significar para un escritor de nuestros d¨ªas la soledad el misterio, los sue?os? Da la impresi¨®n de que Benedetti tiene un concepto negativo de ellos, frente a otros que, por el contrario, considera positivos: compromiso, realidad, vida. El lector intuye la soledad de que ¨¦l nos habla como una huida de la humanidad, como el descompromiso qu¨ªmicamente puro; el misterio ser¨ªa lo inexistente o lo inalcanzable poetizado; los sue?os, un ciego e in¨²til af¨¢n de deformar la cruda realidad. Aqu¨ª es donde quisiera completar la informaci¨®n que Benedetti nos da en su art¨ªculo con mi valoraci¨®n de estos tres conceptos.
La soledad no es para el escritor un privilegio, una especie de lujo social, sino una necesidad originaria y profunda. Hasta las obras de algunos de los escritores, claramente comprometidos, a que Benedetti alude -Neruda, Machado- ser¨ªan inconcebibles y no se comprender¨ªan sin esa necesidad de honda soledad. En 1904, al hacer la cr¨ªtica de un libro de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, ya Machado se?al¨® que "una poes¨ªa que aspira a conmover a todos ha de ser muy ¨ªntima". Y a?ade: "Lo m¨¢s hondo es lo m¨¢s universal". La parte m¨¢s granada y cosmovisionaria de la obra de Neruda nace del contacto del solitario -¨¦l dir¨ªa el abandonado- con la soledad planetaria, con la negra soledad.
Pienso incluso que de la soledad -esa soledad inaplazable que, por cierto, se puede sentir en la m¨¢s laber¨ªntica de nuestras urbes- es posible que nazca un artista aut¨¦nticamente comprometido, es decir, aquel cuya solidaridad con lo humano brote de la reflexi¨®n, de la serenidad, y no de las imposiciones. Por el contrario, una atm¨®sfera de irritaci¨®n social, de tensiones, de propaganda, puede inclinar al creador hacia la evasi¨®n y ser fuente desbordada de gratuitas elucubraciones. De la dura realidad de Latinoam¨¦rica ha surgido desde el modernismo y Rub¨¦n Dar¨ªo (y junto a obras claramente testimoniales como las de Vallejo o Neruda) una l¨ªrica fundamentalmente intimista, exquisita, extranjerizante, y no por ello menos ejemplar.
Respecto al misterio pienso que, desde cualquier mente cient¨ªfica de altura (Einstein hasta los poetas m¨¢s influyentes de nuestro siglo, pasando por los autores del romanticismo esencial, todos lo han visto como una pieza insustituible a la hora de interpretar la realidad y de dar testimonio de esa interpretaci¨®n. Siempre que veo utilizar con ligereza la palabra misterio recuerdo una an¨¦cdota. Un reportero, a ra¨ªz del descubrimiento de la Luna en 1969, nos dec¨ªa con notoria petulancia que a partir de esa fecha nuestro sat¨¦lite hab¨ªa dejado de ser un misterio para los poetas y que, por tanto, ¨¦stos ten¨ªan muy poco que hacer en este mundo.
No cabe duda de que para aquel reportero el t¨¦rmino misterio era sin¨®nimo de lo fantasioso, de lo exagerado o -usemos ese t¨¦rmino sobado e incomprendido hasta la saciedad- de lo rom¨¢ntico. Estimulado por lo novedoso, el cronista de nuestra ¨¦poca olvidaba que, como la Luna, el ¨¢rbol, el mar, la selva, el hombre con su totalidad de problemas, tambi¨¦n hab¨ªan sido descubiertos hac¨ªa muchos miles de a?os, y que no por eso el poeta hab¨ªa dejado de escribir y de enriquecer su vida con ello.
Y es que el poeta verdadero nunca trabaja -como frecuentemente piensan los descre¨ªdos- con materiales muertos, con espacios no descubiertos, con temas misteriosos. El poeta est¨¢ expectante frente a lo ignoto y asume a transmuta lo que resulta demasiado evidente. Ensue?a la realidad o da testimonio de ella con crudeza, pero ambas cosas debe hacerlas con autenticidad, si quiere que su obra no sufra tempranamente la guada?a del tiempo. Recordando de nuevo a Machado, diremos que "el alma del poeta / se orienta hacia el misterio".
Tan mal utilizado como el t¨¦rmino rom¨¢ntico es el del sue?o. No insistir¨¦ yo aqu¨ª en la defensa de un s¨ªmbolo de tan rica y variada significaci¨®n, no s¨®lo para la literatura universal de todos los tiempos, sino para el arte surrealista y el psicoan¨¢lisis. Albert B¨¦guin dedic¨® una obra magistral a este tema (El alma rom¨¢ntica y el sue?o), y tras no pocos a?os de trabajo acaba de aparecer en estos d¨ªas un libro que me parece insustituible a la hora de tratar el asunto. Me refiero a Raz¨®n, sue?o y realidad en Antonio Machado, de Santiago P¨¦rez Gago.
Desde los primeros l¨ªricos grecolatinos, el sue?o ha sido para el poeta sin¨®nimo de poes¨ªa. Novalis ve¨ªa en ¨¦l "un flujo del invisible mar universal" y andr¨¦s Cobos se?al¨® que el sue?o machadiano es "manantial, fragua y misterio, fuente del hacer total". Insisto en las citas de Machado porque ¨¦l fue un autor que jam¨¢s confundi¨® la est¨¦tica con el compromiso, viviendo ambas cosas de forma muy profunda. Ahora bien, que el sue?o es para una gran mayor¨ªa de los seres humanos una evasi¨®n, una ilusoria panacea, la huida, en definitiva, de la ineludible realidad, es algo tan t¨®pico que no perder¨¦ el tiempo en deshacer.
En fin, otra cuesti¨®n que convendr¨ªa precisar, a la hora de hablar del compromiso del escritor, es que ¨¦ste, con su doble mirada, no tiene por qu¨¦ verse siempre obligado a tratar determinados temas en sus obras. Otra cosa muy distinta es que como ser humano, y como muy bien se?ala Benedetti, olvide con burlas y sorna las injusticias, evitando, por una u otra v¨ªa, el solucionarlas como buenamente pueda. Tampoco se debe imponer a un escritor que trate determinados temas utilizando un g¨¦nero literario en particular.
Nunca, creo yo, se debe expresar en un mal poema lo que se puede decir con un profundo ensayo o con un art¨ªculo excelente. O, por decirlo otra vez con los versos de Machado, "el hacer las cosas bien / importa m¨¢s que el hacerlas". Ni forzados compromisos, ni descompromiso, ni evasi¨®n: autenticidad creadora, fidelidad a la propia voz. El compromiso del escritor -como cualquier otra actitud suya nacida de su mirada bipolar, de la observaci¨®n de lo real y de la contemplaci¨®n de lo que est¨¢ m¨¢s all¨¢ de esa realidad- debe brotar de manantial natural y sereno.
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