Osar morir da la vida
"Pues claro que yo tampoco quiero que me mantengan artificialmente vivo, a toda costa, cuando ya no hay nada que hacer y adem¨¢s resulte, por todo ello, una angustiosa carga para mi familia". ?Les suena? Hace unos meses que vengo oy¨¦ndolo, con estas u otras palabras, a las personas m¨¢s dispares en edad, estado de salud y cultura. No cabe duda ya de que ha comenzado a resquebrajarse un tab¨² social tanto m¨¢s represor que el que funcion¨® sobre el sexo. Me refiero al tab¨² de la muerte, o mejor, de la forma de morir. Los avances de la medicina en el campo de la reanimaci¨®n artificial de las constantes vitales est¨¢ logrando un doble efecto: el orgullo de quienes las manejan y el temor de quienes las padecen.El surgimiento y, sobre todo, la exteriorizaci¨®n de opiniones -todav¨ªa minoritarias- sobre el tema podr¨ªa llevar a un ingenuo optimismo a quienes nos interesamos por ¨¦l. Pronto, el derecho a morir con dignidad ser¨¢ algo social y legalmente reconocido y podremos esperar la mano de nieve (Bergamin dixit) con serenidad. Me encantar¨ªa creerlo... pero no me lo creo. La sociedad no camina a saltos. Las variaciones de opini¨®n referidas a un cambio en la escala de valores al uso, sobre todo si estos est¨¢n muy interiorizados y no digamos si conectan con la religi¨®n, son algo muy lento. Pero se dan. No hace mucho, entre los creyentes, se ten¨ªa a la muerte repentina casi como un castigo de Dios. Deben quedar pocos que piensen as¨ª. La mayor¨ªa, de poder elegir, optar¨ªa por una muerte cuanto m¨¢s fulminante mejor. Y todo requiere su peque?o comienzo.
?De d¨®nde van a surgir las dificultades? Tres son, hoy, las resistencias: la m¨¦dica, la religiosa y la legal.
"Al m¨¦dico se le ense?a a verse a s¨ª mismo como un palad¨ªn elegido con un ¨²nico prop¨®sito: la conservaci¨®n de la vida. En la pr¨¢ctica, los resultados s¨®lo suelen medirse en funci¨®n de las tasas de supervivencia. De una manera insidiosa, le llevan a pensar que el ¨²nico objetivo de su capacidad consiste en dedicarse a la prevenci¨®n de la muerte. Pero se adjudica muy poca importancia, o ninguna, al tipo de vida que llevar¨¢ el paciente tras el tratamiento". Es un m¨¦dico el que habla as¨ª. El doctor Barnard.
?Y qu¨¦ esperar de la moral cat¨®lica? Cualquier cosa menos prisa por afrontar temas nuevos con planteamientos actuales. ?Cu¨¢n de acuerdo estoy con el profesor Lonergan, te¨®logo moralista, cuando dice que la teolog¨ªa cat¨®lica llega ordinariamente a la escena un poco jadeante y algo tarde! Desafortunadamente todos los cambios en la comprensi¨®n por parte del hombre de s¨ª mismo y de su mundo, han tenido todav¨ªa muy poco efecto, o ninguno, sobre la teolog¨ªa moral cat¨®lica.
Finalmente, es una constataci¨®n curiosa que, en EE UU, donde m¨¢s se ha legislado sobre el tema que nos ocupa, la mayor¨ªa de los legisladores que han promovido proyectos de ley, lo han hecho motivados por muertes innecesariamente tr¨¢gicas en sus propias familias. Lejos de m¨ª el desear a nuestros representantes en las c¨¢maras legislativas situaciones parecidas para que, por ejemplo, no se siga equiparando penalmente con el auxilio al suicidio (art¨ªculo 409 del C¨®digo Penal) la ayuda terap¨¦utica para morir prestada a un enfermo terminal irreversible.
Plantearse todo lo anterior no es necrofilia ni morbosidad, pienso yo, Freud aparte. Por eso me sugestion¨® tanto el Osar morir da la vida. Es un hermos¨®n del siglo XVI, Bernardino de Escalante, rescatado de la vida por otro laredano casi tan fabuloso como el primero, Alejandro Arribas. Temo que ninguno de los dos est¨¦ de acuerdo con mi interpretaci¨®n de la leyenda her¨¢ldica, pero creo firmemente que osar morir es tanto como tratar de afrontar la propia muerte y luchar porque llegue cuando, por una enfermedad incurabale y en grado terminal, la vida resulte insorportable. Y esto da la vida, empuja a vivir m¨¢s intensamente, cuando todav¨ªa uno puede disfrutar de las cosas, sobre todo de las sencillas.
?Y qui¨¦n soy yo para decir todo lo que antecede?. Mis ¨²nicas credenciales son escuetas: 53 a?os, diagnosticado de leucemia desde hace m¨¢s de ocho a?os, en tratamiento quimioterap¨¦utico y con un buen pron¨®stico, o sea que no es previsible, de no surgir complicaciones, que en un plazo breve se me imponga un viaje, m¨¢s o menos organizado, sin retorno. A pesar de todo, no puedo evitar a veces de sentirla husmear alrededor. Y, por eso, tengo prisa de que estas cosas se arreglen. Me gustar¨ªa verlo.
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