El obrero en la cadena
Un trabajo rutinario, y mon¨®tono preside la jornada laboral de las grandes f¨¢bricas
Tres agu¨¢s, tres cag¨¢s y tres com¨ªas, y ?adi¨®s, d¨ªa! Pero ¨¦ste era un proverbio del campo. En la f¨¢brica es otra cosa. Algo m¨¢s duro. Ya se sabe c¨®mo funciona la cadena. Un trabajo que no para y contra. reloj. Que se lo pregunten a Emilio Mart¨ªnez, de 33 a?os, casado y todav¨ªa sin hijo ni el Fiesta que vende la empresa con un 16% de descuento: "En menos de 45 segundos tengo que poner el tubo de escape, apretar tres tuercas con la pistola de aire comprimido, colocar dos gorritos de pl¨¢stico en el amortiguador delantero y pintar los tornillos del semipalier". Y esto hay que hacerlo durante ocho horas seguidas, con dos pausas de 10 minutos y media hora para corner.En esta nave de montaje hay 2.000 obreros, de los 9.000 que tiene la plantilla. Empu?an las pistolas neum¨¢ticas y apuntan a esos pajarracos que vienen en el carrusel y van cayendo para que cada operario les pegue un tiro de gracia. Pero de pronto el operario tiene ganas de mear. Y se oye un grito: "?El salvador! ?Que venga el salvador!".
Entonces llega el salvador y pregunta qu¨¦ co?o pasa. El salvador de este turno es Pedro Cabrera, de 33 a?os, casado, pero con tres hijos y, por tanto, con experiencia en pa?ales y orinas. Pregunta: "?Qu¨¦ quieres, mear?".
Emilio Mart¨ªnez quer¨ªa mear. Todav¨ªa no ha educado sus reflejos al programa del ordenador seg¨²n los par¨¢metros de Detroit, donde quiz¨¢ se mea menos que en Almusafes. Y no pod¨ªa esperar hasta la pausa. "Cuando est¨¢s ocho horas con un tubo de escape en la mano, un tubo detr¨¢s de otro, no s¨¦ que pasa, la vejiga mueve".
El salvador de apuros se mete en la cadena y suple la ausencia del obrero, que va corriendo al lavabo con esos ojos de quien teme una eyaculaci¨®n precoz. Por 70.000 pesetas (neto) al mes, que es lo que se saca Emilio de jornal por estar encadenado, no puede quejarse en las circunstancias actuales.
Cabizbajo y sonriente, Henry Ford tiene a un lado del vest¨ªbulo un arado romano, y al otro, un Fiesta de color calabaza. El arado lo dej¨® aqu¨ª un labrador de Almusafes para simbolizar el feliz tr¨¢nsito de la era agr¨ªcola a la era industrial. Y el Fiesta, producto de la primera cosecha, es obra de los 8.000 empleados fundadores de la f¨¢brica en Espa?a. Para conocimiento de la posteridad, sus nombres han sido microfilmados junto con esta frase de Isa¨ªas: "Decid al justo que le ir¨¢ bien porque comer¨¢ de los frutos de sus manos".
F¨¢brica desmontable
Pero algunos se preguntan ahora: ?le ir¨¢ realmente bien al justo? ?Comer¨¢ lo justo o algo menos? ?Valen m¨¢s las manos de un robot que las manos de un hombre que empujaba un arado?
Todos est¨¢n preocupados. No lo pueden ocultar. La producci¨®n ha ca¨ªdo y sigue cayendo. Lo dice el director gerente: "Tenemos que despedir a 350 obreros para que los restantes tengan seguro el puesto de trabajo; otro remedio no hay".
El director se llama Klaus Diegle. Es alem¨¢n. Aunque parece turco o egipcio. Tiene las facciones muy afiladas y cetrinas. Pero nadie sabe cu¨¢l es su origen. Podr¨ªa ser un alem¨¢n puro, un turco germanizado o un egipcio teut¨®nico.
Y hoy, despu¨¦s de rodear con su autom¨®vil el c¨¦sped de las oficinas (cada d¨ªa el director utiliza un coche distinto para controlar calidad), Klaus Diegle se ha encerrado en su despacho de papeles y tel¨¦fonos sin mirar hacia el arado romano ni hacia la calabaza hist¨®rica.
?Y si esos obreros a los que se invita al despido voluntario no se despiden? ?Qu¨¦ va a pasar? La multinacional aprieta sus tuercas. La multinacional tambi¨¦n es una cadena. Y esta f¨¢brica, se recuerda ahora, es perfectamente desmontable. La frase, tal vez ap¨®crifa, se la atribuyen al magnate del pist¨®n cuando tuvo noticia de conflictos laborales en su negocio de Espa?a. Dijo: "Si se ponen tontos, desmontamos todo y nos lo llevamos a Se¨²l".
Ahora entraban las enormes bobinas de acero alem¨¢n (el espa?ol se gasta poco por falta de calidad y exceso de precio) y eran desplegadas como un hilo de coser. Una m¨¢quina cortaba la plancha y el acero pasaba a las 11 prensas de Krupp (1.000 toneladas) dispuestas en bater¨ªa. Al pie de cada prensa hab¨ªa dos obreros que eran como dos enanos con guantes hasta el codo: "Se cortan, se hacen tajos con el acero, y por eso hay que llevar guantes", dijo el encargado de l¨ªnea Antonio Santiago. El estruendo era ensordecedor. Avanzaba el lateral izquierdo del Fiesta y el panel exterior del cap¨®, luego de un proceso en el que el brazo del operario y las ventosas del robot luchaban por disputarse estas piezas.
Fue por este tramo cuando un ejecutivo dio cifras: ?Nuestra factura de electricidad sube a 1.000 millones de pesetas al a?o". Y algo m¨¢s adelante a?adi¨®: "Consumimos 8.000 metros c¨²bicos de agua al d¨ªa". Y luego: "Fabricamos un coche al cabo de 20 horas, y al d¨ªa salen 1. 120 unidades, de las que un 80% son para la exportaci¨®n".
En esta planta de motores (77.000 metros cuadrados) trabajan 1.500 obreros y, salpicados entre los obreros, trabaja alg¨²n robot. Uno se llama Asea, y menos mal que naci¨® en Barcelona. Su labor consiste en coger la corona dentada, ponerla en la m¨¢quina para ser encasquetada con el volante de inercia, enfriarla y colocarla en la cadena de esta l¨ªnea de producci¨®n. Y la cadena se la lleva. Todo esto el robot lo hace en menos de un minuto, con la ventaja de que lo hace siempre en el mismo tiempo. El operario Jos¨¦ Garc¨ªa, que lleva nueve a?os en la f¨¢brica, supervisa al robot y le rifle si se engancha y para: "Es un trabajo mon¨®tono. Antes, en la l¨ªnea ¨¦ramos 13, y ahora cinco, con los tres robots". Y es que la divisi¨®n rob¨®tica de la empresa est¨¢ logrando la multiplicaci¨®n productiva de culatas y bloques de cilindros. "En este otro robot hay ahora empleado un hombre (sordomudo), donde antes hab¨ªa, sin robot, tres hombres", comenta Javier Le¨®n, de 34 a?os, encargado de l¨ªnea de aluminio.
Pero la idea ¨²til merece premio. La direcci¨®n de Ford pide mil ideas a los obreros en s¨®lo 20 meses, seg¨²n rezan los avisos en las paredes, siempre azules y blancas, de la f¨¢brica. Y premia esta fabricaci¨®n de ideas con un autom¨®vil modelo Escort y 425.000 pesetas. As¨ª que el obrero le saca la lengua al robot y piensa. Piensa c¨®mo producir una idea genial para ganar un premio tan bueno. ?Qu¨¦ tipo de ideas? "Hemos dado premio a un obrero que nos propuso que los contenedores que vuelven del Reino Unido vac¨ªos se aprovecharan para traer del Reino Unido mercanc¨ªa que nos hace falta en la f¨¢brica". O sea, que el obrero espa?ol relacion¨® la posibilidad de aprovechamiento de contenedores vac¨ªos con ahorro considerable de dinero.
Por eso, de pronto, ve uno a un obrero ensimismado en una pausa. Ese obrero est¨¢ ideando algo en favor de la empresa. "Nosotros les decimos que aporten ideas, y a cambio, aun no logrando el premio, les pagamos dos horas al mes", explica un ejecutivo.
En una nave de 12.000 metros cuadrados destinada a pintura han
El obrero en la radical
Viene de la p¨¢gina anterior secuestrado un autom¨®vil en un ¨¢rea reservada. La qu¨ªmica Teresa Monz¨®, de 33 a?os, detecta fallos: "S¨ª, les he pillado un fallo en el espesor de los bajos para que las piedras no perforen la carrocer¨ªa; damos garant¨ªa de seis a?os", dice. A esta mujer le han ofrecido el despido voluntario con pago de tres a?os y plazo para que se acoja al plan hasta el 31 de diciembre. "Sin tener nada, ?c¨®mo nos vamos a ir?". Hay alg¨²n obrero que acude al trabajo desde lejos. Uno viaja diariamente desde Castell¨®n (80 kil¨®metros), y ni aun as¨ª est¨¢ dispuesto a despedirse.
Menos los naranjos y la alfalfa que se cultiva en la planta (100.000 metros cuadrados de huertas), todo es aqu¨ª desmontable y azul. En los comedores, donde se sirven casi 4.000 comidas diarias, son azules las paredes, la luz para ahuyentar insectos, las bandejas del autoservicio y el men¨² de 140 pesetas, elaborado por una empresa catalana que les da hervido valenciano, calamar y flan sobre mesas tambi¨¦n azules. "El azul sosiega sin llegar a adormecer", dice un empleado de oficinas.
Ensalada de alfalfa
Luego de pintar o enfriar las carrocer¨ªas, el agua no va a perderse. Todo se transforma. Depurada, sirve para el riego del frutal y de los campos de alfalfa. Y las naranjas llegan a la mesa de Henry Ford como la alfalfa puede llegar a la ensalada de sus obreros. "La ensalada de alfalfa es recomendable, y creo que la vamos a introducir en breve", comenta el jefe de intendencia, que es de origen argentino. "Adem¨¢s, tenemos a dos laceros que vienen a cazar perros, porque no sabemos qu¨¦ es lo que atrae a tantos perros a estos 2,5 millones de metros cuadrados que miden los terrenos de la f¨¢brica".
El obrero Hilario Pinedo, de 25 a?os, soltero, prefiere cambiar de turno cada 15 d¨ªas (ma?ana, tarde o noche) que seguir fijo siempre en el mismo: "Es demasiado mon¨®tono el trabajo m¨ªo, en esta m¨¢quina Milacron que cepilla caras de la culata, siempre lo mismo, delante del panel desde hace cinco a?os. Por lo menos, si cambias de turno, aunque sigas en el mismo sitio, te parece que todo cambia un poco". A Hilario Pinedo lo que le gustar¨ªa es otra cosa: "Me gustar¨ªa trabajar en electr¨®nica y en inform¨¢tica, pero se ve que no hay forma". Su sueldo medio es de 80.000 pesetas al mes, netas.
Ya al final est¨¢n los violadores de la doncella. Por la cadena van saliendo criaturas negras, mulatas, encarnadas, de color tostado, blancas. Les encienden los ojos en la ¨²ltima prueba, miden la altura de sus faros, les ponen un poco de gasolina, el trago para que se entonen. Y las monta el probador, mientras otro observa el acoplamiento desde el foso. "Monto 22 cada hora", dice uno. Oprime el pedal del acelerador sobre una superficie de rodillos y pone la m¨¢quina a 180 kil¨®metros por hora, sin dejarla mover, porque ¨¦ste es un desvirgamiento perfecto. De s¨®lo dos minutos.
Una mano dulce con guante blanco, la mano de la obrera Ana Rusmuy, aplica la pegatina que dice Laser como una caricia en el lateral m¨¢s bajo de esta criatura reluciente. Ya es lo ¨²ltimo, todo lo que se puede hacer antes de lanzarla a la vida. Y Juan Marchante, de 31 a?os, toca el pito: "Me paso la jornada tocando pitos, a raz¨®n de 180 pitos por d¨ªa". Mientras que, a su lado, Juan Ciges, de 33 a?os, prefiere tocar pitos ¨¦l que flautas el robot: "Yo pongo el pl¨¢stico con el nombre Ford en el morrito; una cosa muy f¨¢cil de hacer".
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