Andamiajes y poleas
En el escenario del teatro del C¨ªrculo de Bellas Artes hay poleas, tr¨®colas, andamios, redes, cuerdas, horcas, anillas, escaleras, cadenas. Los actores cuelgan, trepan, reptan, son izados, caen de lo alto: es una forma que el director ?ngel Facio tiene de ver y mostrar La Celestina. La tragicomedia est¨¢ representada en una sucesi¨®n de escenas extra¨ªdas del libro original y aderezadas con estos s¨ªmbolos de escenograf¨ªa y direcci¨®n -ambos de ?ngel Facio-, algunos de los cuales son f¨¢cilmente legibles: Celestina es una ara?a que se mueve por su red, presidida por una estrella de David: el juda¨ªsmo contra el orden moral crIstiano. A esa red van unidos los personajes por hilos. Calixto y Melibea comen juntos la manzana b¨ªblica entre gritos ¨¢e horror: son Ad¨¢n y Eva o la continuaci¨®n indefinida del pecado original. Otros no traspasan la idea del director o son meros y simples aditamentos est¨¦ticos (de su est¨¦tica personal). Junto a este esoterismo, a esa met¨¢fora de escena, puede aparecer el realismo absoluto: los dos amantes, desnudos, copulan brillantemente hasta quedar exhaustos, pero cuando Calixto cae lo hace hacia arriba. Al final hay cinco actores colgados: un extra?o fraile, los dos amantes (por los pies y desnudos, como piezas de carnicer¨ªa: quiz¨¢ se quiera dar a entender que son como corderos sacrificados) y los criados felones, asesinos de Celestina, en la horca.
La Celestina
De Femando de Rojas. Versi¨®n, escenograf¨ªa y direcci¨®n de ?ngel Facio. Producci¨®n: Teatro del Aire. Int¨¦rpretes: Juan Carlos Lavid, Angel Pardo, Charo Amador, Ernesto Ruiz, Paco Torres, Aurora Herrero, Blanca Plaza, Cristina V¨¢zquez, David ?lvarez, Dora Santacreu. Vestuario de Bego?a del Valle. Teatro del C¨ªrculo de Bellas Artes. 15 de octubre de 1984.
Dicci¨®n de los actores
Los actores est¨¢n muy bien dotados para esa clase de representaci¨®n, aunque no mucho para la dicci¨®n. Tampoco es f¨¢cil decir un texto tan poco com¨²n en posiciones exc¨¦ntricas y a veces poco dignas. La palabra parece dirigida de forma que todos empleen el mismo tono, un poco bisbiseante, como de misa de rutina: a veces dos o varios personajes hablan al mismo tiempo; y en cualquier caso, el silencio no existe porque siempre hay alguien murmurando. Todo ello junto hace que al p¨²blico le lleguen muy pocas palabras de las muchas que se pronuncian: el conocimiento de la tragicomedia suple estos problemas de narraci¨®n, aunque habr¨¢ personas que, poco interesadas por las acrobacias o por los artilugios del escenario, se aburran profundamente.Hay una gran cantidad de trabajo, de esfuerzo por parte de todos; incluso un riesgo f¨ªsico valientemente enfrentado. La diferenciaci¨®n o valoraci¨®n individual de los actores parece imposible: est¨¢n demasiado sujetos a la tela de ara?a de la concepci¨®n de la obra. Los invitados al estreno reconocieron estos esfuerzos generosamente desplegados y la labor de creaci¨®n del director y lo demostraron con sus aplausos finales.
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