Am¨® a sus criaturas
Truffaut siempre estaba cerca de sus personajes, inclusive de los femeninos. Truffaut necesitaba amar a sus criaturas, ¨¦ste sentimiento lo convert¨ªa en hermano del Antoine Doinel de 400 golpes y en el abuelo, tutor, de los ni?os de La piel dura (L'argent de poche). Truffaut es percibible en muchos de sus personajes. Hay identidades obvias como la del cineasta de La noche americana, un fan¨¢tico de la imagen fotoqu¨ªmica que dibuja un paisaje bastante rosa de su oficio.Antoine Doinel, no obstante, es el personaje que creci¨® con Truffaut. El director cerr¨® su biograf¨ªa oficialmente con Domicilio conyugal -tras El amor a los veinte a?os y Besos robados-, al margen de posteriores repescas. La defunci¨®n vital de Doinel no la suscribi¨®, sin embargo, Truffaut sino el actor que lo interpretaba, J.P.Leaud, en la cruel met¨¢fora sobre el matrimonio que Bertolucci meti¨® en El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, cuando, a un Doinel innominado se le hund¨ªa un salvavidas, figura ret¨®rica de la entente conyugal que ya describiera, en sus matices m¨¢s grises, el cineasta franc¨¦s. Godard dijo, refiri¨¦ndose a su, por entonces, colega fraternal, que los filmes son la memoria y Fran?ois decidi¨® hacerlos. Truffaut empez¨® con una obra radicalmente ¨ªntima, personal, empez¨® con Doinel y sus cuitas tragic¨®micas hasta conseguir ver el mar, recompensa demasiado l¨ªrica para la preceptiva imperante en el cine social. Muy pronto, su personaje creci¨®, incluso se aburgues¨®, y a m¨¢s de uno le molest¨® que, al mismo tiempo, Truffaut no abandonara la ternura hacia su personaje. Truffaut no pod¨ªa hacerlo. En realidad, cada vez m¨¢s, aisl¨® a sus personajes del entorno y trat¨® de la soledad, del laborioso aprendizaje para saber hacerse entender por los otros, desde la radical soledad del peque?o salvaje al amor suicida porque resulta bello y, al mismo tiempo, invivible. Por eso mismo, no es gratuita la invitaci¨®n que le hizo Spielberg en Encuentros en la tercera fase, el cometido del profesor Truffaut en aquella pel¨ªcula era, precisamente, la de entrar en contacto con los extraterrestres -la imagen m¨¢s contundente de la lejan¨ªa, de la distancia entre los hombres o sus parientes-. Truffaut, en aquella ocasi¨®n, recurri¨® a la m¨²sica. Un lenguaje abstracto con el que no se pueden decir las cosas demasiado claras pero, eso s¨ª, demostrar la voluntad de decirlas.
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