Reagan quiere menos luz

Los asesores de Ronald Reagan, al parecer m¨¢s nerviosos que los de Walter Mondale, pidieron, unas horas antes del debate, una reducci¨®n de la potencia de las luces que iluminan a los candidatos en el escenario.Alegaron que en Louisville el exceso de focos produjo mucho calor y dio una imagen m¨¢s cansada del presidente. En esta democracia electr¨®nica, donde la imagen que recibe el votante es mucho m¨¢s importante que el contenido de los argumentos, estos detalles tienen su inter¨¦s.
Recordaban los hombres del presidente que en 1960 Richard Nixon perdi¨® el primero de sus cuatro debates televisados con el aspirante dem¨®crata John Kennedy por su aspecto en la pantalla. El entonces vicepresidente de Eisenhower acababa de recuperarse de una gripe y fue mal maquillado. El calor y los focos le hicieron aparecer con una imagen miserable frente al bronceado de Kennedy. Los que oyeron el debate por radio dieron un empate, pero la mayor¨ªa, que lo vio por televisi¨®n, dijo ganador a Kennedy.
Anoche, Reagan exigi¨® tambi¨¦n que la audiencia estuviera iluminada, ya que tem¨ªa hablar ante un agujero negro, lo que impone m¨¢s. A Mondale le daba igual.
Las tres grandes cadenas de televisi¨®n nacionales, a su pesar, ya que la retransmisi¨®n les supone p¨¦rdidas de publicidad superiores a los 3.500 millones de pesetas, iban a ofrecer en directo el debate. El encuentro tuvo que ser adelantado una hora a petici¨®n de la cadena ABC, que ten¨ªa contratado un partido de f¨²tbol americano.
Cuatro periodistas, Georgie Geyer, columnista de Universal Press Syndicate; Marvin Kalb, corresponsal diplom¨¢tico de la cadena NBC; Morton Kondragke, director de New Republic, y Henry Trwhitt, corresponsal diplom¨¢tico de Baltimore Sun, fueron los elegidos para dirigir las preguntas a los dos candidatos.
En el anterior debate, en Louisville, el gran actor y comunicador televisivo que es Reagan olvid¨® su papel y mostr¨® una imagen titubeante y senil. Su reto era ahora, por tanto, volver a dar la imagen de comandante en jefe y de estadista prudente con una mezcla de fuerza y flexibilidad.
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