El tiempo hallado
JOS? MARIA DE AREILZA
La noticia nos llega de Norteam¨¦rica en t¨¦rminos escuetos. Un equipo de astr¨®nomos ha lo grado penetrar en el fondo del espacio visible en pos de las ¨²ltimas galaxias conocidas, a miles de millones de a?os luz. "Estamos muy cerca del l¨ªmite ¨²ltimo, es decir, del comienzo del tiempo", ha declarado uno de los observadores. El tiempo, el m¨¢s profundo y desconcertante misterio existencial del hombre, est¨¢, pues, a punto de ser atrapa do en su remota guarida. Se nos escap¨® a gran velocidad desde el Big Bang inicial sin saber ad¨®nde iba. Ahora la ciencia ha seguido la pista de este cervatillo luminoso y escurridizo hasta encontrar lo detr¨¢s de alg¨²n agujero negro de esos que esmaltan la noche de los astr¨®nomos con la siniestra noci¨®n de la antimateria.Estamos a punto de hallar el tiempo. Marcel Proust se revolver¨ªa en su tumba si supiera que en la lejana Norteam¨¦rica, y a trav¨¦s de complej¨ªsimas tecnolog¨ªas electr¨®nicas, un grupo de sabios hab¨ªa llegado por inesperados caminos a recobrar el tiempo. ?l lo hizo por otro sistema. Le temps retrouv¨¦, la etapa final de su gigantesca reflexi¨®n novel¨ªstica, le permiti¨® hallar el tiempo, con ayuda de la memoria sentimental y del cotejo de sensaciones an¨¢logas, espaciadas en la vida, pero simult¨¢neas en su identidad. Proust crey¨® que no hab¨ªa m¨¢s tiempo que el tiempo de la vida y que el hombre no era sino la suma de sus acciones o, como escribi¨® Sartre a?os despu¨¦s, "lo que es su vida" mientras est¨¢ inserto en el flujo continuo de la existencia. El tiempo de los f?sicos, cuya noci¨®n trastoc¨® Einstein, y el tiempo de los fil¨®sofos, que analiz¨® su contempor¨¢neo Bergson, dejaron imp¨¢vido al novelista, empe?ado en bucear por su cuenta en el oscuro pi¨¦lago de sus recuerdos atesorados en el inconsciente. Un verdadero lago del tiempo, l¨ªquido y estancado, del ayer individual. Freud hizo de esa pesca lacustre subterr¨¢nea cimiento de sus teor¨ªas. Pero buscaba determinada fauna ictiol¨®gica. Proust se zambull¨ªa con intenciones est¨¦ticas y resurg¨ªa triunfante en la superficie con las piezas cobradas aflorando una sonrisa, como explic¨® Mauriac.
Somos hijos del tiempo. Nos acompa?a sin cesar como un ambiente invisible pero presente en las mediciones horarias cotidianas que nos acechan por todas partes. Pero tambi¨¦n est¨¢ ah¨ª como b¨¢lsamo de los odios, jubilador de los fanatismos, decantador de las pasiones, modificador de las perspectivas, ir¨®nico corregidor de la soberbia humana. El tiempo cura, destruye, olvida, supera, aniquila y cambia. Y resuelve lo contradictorio, seg¨²n escribi¨® Leibnitz.
Somos esclavos del tiempo. El manar de su fuente se nos escapa sin cesar, y queremos detenerlo, aunque sea un instante, para saborear la esencia del momento perfecto. El pasado comienza al fenecer el presente. El presente es el punto m¨®vil de intersecci¨®n entre el ayer y el ma?ana que gira sin cesar en la esfera de la vida.
La relatividad asoci¨® sint¨¦ticamente el tiempo con el espacio, interconect¨¢ndolos y someti¨¦ndolos a curvaturas dif¨ªcilmente inteligibles. Pero hubo alguien que se pregunt¨® a s¨ª mismo si al desaparecer la especie humana sobre la Tierra por un cataclismo c¨®smico sena v¨¢lida la noci¨®n del espacio-tiempo sin la figura del observador -humano- del sistema.
En las experiencias de f?sica auditiva que se llevan a cabo para lograr insonorizaciones cercanas al silencio absoluto -como el cero absoluto de la criolog¨ªa- hay un momento en que nada parece escucharse de sonidos externos. Y no queda de audible sino el ritmo fisiol¨®gico del cuerpo. Me contaba un experto que el silencio absoluto desencadena a los pocos minutos una sensaci¨®n de angustia. Los que lo han experimentado dicen que se oye el flujo del tiempo con una vibraci¨®n semejante a la de un hilo de conducci¨®n el¨¦ctrico.
Goethe pensaba que el paso del tiempo era un flujo de lo id¨¦ntico cayendo a comp¨¢s de los espacios infinitos. Y ello le produc¨ªa un goce pante¨ªsta al sentir que la naturaleza se le abr¨ªa y le entregaba parte de sus secretos. S¨®lo parte, porque en otra famosa sentencia declaraba que "el hombre no hab¨ªa nacido para resolver el problema del universo". A Pascal, en cambio, el silencio de los espacios infinitos de la noche le produc¨ªa temor metaf¨ªsico.
Y si ahora se encuentra el tiempo en un punto del espacio y est¨¢ all¨ª, reci¨¦n nacido, despu¨¦s de un viaje de millones de a?os luz desde la Tierra, ?qu¨¦ har¨¢ con ¨¦l la ciencia? ?Lo someter¨¢ a
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examen? ?Le har¨¢ preguntas? ?Tratar¨¢ de analizar su verdadera naturaleza? ?Estaremos en el comienzo de una era nueva que obligar¨¢ a escribir la historia desde el a?o cero del universo?
Un personaje de la Recherche dec¨ªa que "el tiempo se ha retirado de su cuerpo" para explicar una muerte repentina. El tiempo aqu¨ª aparece como el agente causal de la vida como entidad propia. ?Pero no es m¨¢s cierta la propuesta contraria, la de suponer que la vida es el origen del tiempo; que el tiempo es una ficci¨®n vital que nos empe?amos en abstraer, medir y buscar por el espacio como si tuviera atributos propios?
San Agust¨ªn divid¨ªa el tiempo en dos aspectos bien diferenciados: el horizontal, que era la tensi¨®n hacia el futuro, y el tiempo vertical, que era el disparo hacia lo eterno, el ¨¦xtasis sin tiempo o fuera del tiempo de los m¨ªsticos. Guitton, en su ensayo sobre el pensamiento agustiniano, recuerda que Spinosa llamaba al tiempo horizontal "la duraci¨®n" y al vertical, "el amor intelectual de Dios". Mientras que Gide, tambi¨¦n obsesionado por el tema, denominaba "deseo" al primero y "fervor" al segundo. Y todos, desde distintos ¨¢ngulos de pensamiento, cre¨ªan que era menester separarlos ontol¨®gicament¨® para tratar de. comprenderlos.
La juventud piensa en el tiempo que queda; la vejez, en el tiempo que falta. Los amantes de Shakespeare no quieren que el tiempo devor¨¦ el instante suprem que logr¨® detener su flujo. Sartre hizo en sus Situations un furibundo ataque contra los novelistas contempor¨¢neos Joyce, Dos Passos, Gide, Faulkner y Proust-, acus¨¢ndoles de haber "decapitado el tiempo" en sus obras, arrebat¨¢ndole su porve nir, es decir, la dimensi¨®n de los actos y la libertad. Pero la memoria no es solamente tiempo acumulado, sino tiempo vivido, tiempo que pas¨® a trav¨¦s de la voluntad humana, que le comunic¨® calidades, sentimientos, pasiones, sensaciones, belleza y melancol¨ªa.
Si efectivamente se produce el hallazgo astron¨®mico del tiempo originario, lo que se habr¨¢ encontrado es el remoto origen de la aventura humana que empieza a datar desde ese instante. ?Y si nos asom¨¢ramos mientras tanto al otro eje vertical que busca el tiempo perdido en el sosiego de lo eterno?
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