De la convivencia pervertida por la literatura
Con lentitud, pero sin retrocesos, la literatura se ha ido convirtiendo en el modo de expresi¨®n art¨ªstico que m¨¢s ha perturbado la convivencia. El fundamento de este juicio, quiz¨¢ demasiado rotundo, est¨¢ en que cuanto mejor nos conocemos peor convivimos. No me refiero tan s¨®lo al conocimiento que procede de la observaci¨®n y descripci¨®n de nuestro comportamiento deliberado, pues este modo de conocer alude a nuestra intimidad, pero no la descubre ni la expresa directamente.Con un prop¨®sito did¨¢ctico T¨¢cito intent¨® explicar cu¨¢les eran las intenciones de las personalidades dirigentes o p¨²blicas, partiendo de su conducta, para encontrar modelos generales. A esto llamaba Graci¨¢n, mucho tiempo despu¨¦s, "desvelar la intenci¨®n".
Desde finales del siglo XV, coincidiendo con el pleno conocimiento y divulgaci¨®n de la obra de T¨¢cito, los te¨®ricos de la pol¨ªtica se afanan por desvelar o descifrar las intenciones merced a la observaci¨®n rigurosa de la conducta. El mismo camino sigui¨® la literatura, aunque con mayor lentitud y menos urgencia, pues al literato le interesaba menos que al pol¨ªtico descubrir la voluntad rec¨®ndita del otro en cuanto la creaci¨®n literaria no estaba definida por la relaci¨®n amistad-enemistad, lealtad-deslealtad, etc¨¦tera. Pero, incluso luchando contra su propia tradici¨®n, la literatura avanza por el mismo camino, acelerando cada vez m¨¢s su proceso, hasta convertirse no ya en la pesquisidora y descubridora de la intenci¨®n a trav¨¦s de la conducta, sino en instrumento que describe e interpreta los estados de conciencia y su g¨¦nesis por el comportamiento, esto es, por la suma de actos conscientes e inconscientes que condicionan la convivencia. En este sentido, el comportamiento pol¨ªtico es en gran parte literatura. Cabe admitir, con alguna amplitud, que desde esta perspectiva toda la convivencia, no s¨®lo la conducta pol¨ªtica, es literatura. Entiendo, al menos con el fin de explicar bien lo que quiero decir, que el cine es. literatura en im¨¢genes y lo son, sin duda, el teatro, la pintura y otros bastantes nuevos modos de crear y expresarse. Nos conocemos tan bien que nosotros mismos somos literatura.
Perm¨ªtaseme recordar respecto a cuanto vengo diciendo que
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en 1821 se publicaba en Madrid el Viaje sentimental de Sterne a Par¨ªs, bajo el nombre de Yorick, "traducido libremente en castellano, en la imprenta de Villalpando, impresor de C¨¢mara de su Majestad". El traductor, cuyo nombre no consta, que fue el primero en dar carta de naturaleza al adjetivo sentimental en castellano, dec¨ªa as¨ª en el prefacio: se ocupa nuestro autor "en leer en las m¨¢s m¨ªnimas inflexiones del semblante, en las miradas m¨¢s indiferentes y en las gesticulaciones y movimientos m¨¢s imperceptibles lo que pasa en los tortuosos senos del coraz¨®n humano". En efecto, ?qu¨¦ hay de los dem¨¢s y de nosotros mismos, de nuestro ambiente, relaciones y posibilidades que la literatura no haya descrito y de alg¨²n modo explicado? Ya no se trata de desvelar la intenci¨®n, induciendo desde la conducta, m¨¦todo Inseguro que a veces define, subrepticiamente, la conducta por la que ya sabemos de la intenci¨®n, sino de investigar la intimidad por el gesto, la mueca, la actitud, la entonaci¨®n del lenguaje, el color de la piel o el matiz de la mirada. Por los mismos a?os, casi, que Sterne, el Abb¨¦ Pr¨¦vost escrib¨ªa en Manon Lescaut una frase, con la que se inicia en cierto modo la transmutaci¨®n de la convivencia en literatura: "Lorsqu'elle vit mes regardes s'attacher toujours tristement sur elle...". No debe, pues, sorprendernos que se hayan buscado los precedentes literarios de lo que Hegel llamaba, seg¨²n la versi¨®n com¨²n, "mala conciencia", ni que se diga con alguna raz¨®n que la obra de Freud es, en lo sustancial, una novedos¨ªsima teor¨ªa y cr¨ªtica de la literatura aplicada a la psiquiatr¨ªa. La literatura ha hecho que desconozcamos muy poco de nosotros mismos y de los dem¨¢s y esto nos ha llevado, inexorablemente, a perdemos el respeto. Nada hay m¨¢s incompatible con la democracia formal y los llamados derechos humanos que la literatura, la novela, el teatro, el cine, la propia pintura actual, merced a las cuales sabemos todo o casi todo de la intimidad del hombre, lo bueno y lo malo. Poco queda por conocer, psicol¨®gicamente, del ser humano, al que durante tantos siglos se ha llamado maravilla, enigma y misterio. La recopilaci¨®n de las miles de met¨¢foras que con relaci¨®n a la mueca, el gesto o la actitud han formulado los escritores y artistas, para describir los estados de ¨¢nimo, nos dar¨ªa un conocimiento pr¨¢cticamente exhaustivo de casi la totalidad de nuestras vivencias.
Parece, si se considera lo que digo, que cobra nuevo alcance y sentido la sorprendente norma de Plat¨®n de expulsar a los poetas de la rep¨²blica bien gobernada. Si en lugar de poetas traducimos creadores literarios, incluyendo a directores y guionistas de cine, cabe admitir que Plat¨®n excluir¨ªa hoy de la convivencia a los supuestos pervertidores que destruyen en la pr¨¢ctica el inter¨¦s y respeto de los seres humanos por los seres humanos.
Quiz¨¢ habr¨ªa que exceptuar a quienes cultivasen la ¨¦pica, el relato meramente objetivo de las acciones p¨²blicas conducidas por las ideas-mito, coreadoras a su vez de nuevos mitos, como en el caso de Cervantes o Kafka. Pero tal vez ya sea tarde. Cuando se conoce demasiado bien al hombre, la ¨¦pica resulta superflua.
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