Condiciones para hablar de la paz
Durante los ¨²ltimos meses se han venido sucediendo entre nosotros y en los peri¨®dicos y revistas m¨²ltiples art¨ªculos, cartas, columnas de opini¨®n y editoriales en los que se abordan, como tema de fondo, las posibles consecuencias de la vinculaci¨®n de Espa?a a la OTAN, asunto que constituye hoy y con toda probabilidad la alternativa m¨¢s importante en pol¨ªtica exterior que podamos plantearnos los espa?oles.Un tema de tanta envergadura como el de la defensa colectiva del mundo occidental cuenta, sin duda alguna, con numerosos aspectos que todos ellos pueden incidir en el balance de opiniones. El econ¨®mico, por ejemplo, puede resultar decisivo en unos momentos en los que nuestros gastos de defensa parecen absorber entre la cuarta y la quinta parte del gasto p¨²blico. Pero todos esos detalles, ciertamente importantes, han cedido paso, en t¨¦rminos generales, a la cuesti¨®n central del debate, que es la de la paz mundial.
La paz en el mundo cuenta con todas las bendiciones para convertirse en un fin ¨²ltimo, deseable en s¨ª mismo, y al que deber¨ªan subordinarse, en buena y prudente ley, otros menos afectados de reconocimiento universal. Pero una idea tan amplia y f¨¢cilmente aceptada puede pecar, por extensi¨®n, de ineficacia. Un concepto de paz mundial que sirva para justificar todas las actividades en torno a la agresi¨®n y la defensa de los Estados -quiero decir absolutamente todos- se convierte r¨¢pidamente en algo vac¨ªo e in¨²til para cualquier otra cosa que no sea el mero adorno ret¨®rico. Me pregunto, pues, qu¨¦ condiciones deber¨ªamos aceptar como inicialmente v¨¢lidas para situar cualquier debate civilizado capaz de aclarar mejor en qu¨¦ puede consistir la paz mundial o, mejor dicho, c¨®mo se ha de traducir esa idea general en actividades pol¨ªticas que pueden acabar llev¨¢ndonos de lleno al seno de la OTAN o, por el camino contrario, apartarnos -ahora m¨¢s o menos de lleno- de esa organizaci¨®n. Tales condiciones no predeterminan, claro es, el resultado del debate, salvo que en su aplicaci¨®n se decidiera ya lo esp¨²reo de alguna de las posturas, pero sin duda pueden contribuir a clarificar no poco una discusi¨®n que a veces parece tornar el sendero del insulto y la ofensa como ¨²nicas armas v¨¢lidas.
Voy a permitirme, a t¨ªtulo de ejemplo, proponer cuatro condiciones que me parecen necesarias -aun cuando quiz¨¢ no sean suficientes- para ordenar un debate acerca de la paz mundial en t¨¦rminos racionalmente civilizados. Todas ellas est¨¢n en el ¨¢nimo de cuanto hijo de vecino sea capaz de pensar desapasionadamente en torno a un asunto de tanta trascendencia y tan obvias coordenadas, y mi ¨²nico papel se reduce a ponerlas por orden y en limpio. Vayamos con ellas.
1. Las propuestas que se aporten al debate deben tener como fin la paz, y no otros objetivos alternativos.
La envergadura de los medios necesarios para mantener la paz -y, por cierto, tambi¨¦n para provocar la guerra- es, en la actualidad, de tal calibre y grado de sofisticaci¨®n que resulta f¨¢cil caer en el debate en vicios corporativistas y fines derivados, a los que no son en absoluto ajenos los intereses mercantiles. Probablemente la alternativa de guerra y paz se ha convertido hoy en un binomio traducible en t¨¦rminos de balanza de pagos, renta nacional y otros conceptos te¨®ricamente destinados a medir el bienestar de los ciudadanos. Pero es ¨¦se un manojo de argumentos que no pueden aportarse cuando lo que se pretende discutir es un fin inicialmente tenido por superior en el aprecio de quienes pretendemos apostar por la paz en el mundo. Si lo deseable es la guerra controlada, todo el sentido de la pol¨¦mica cambia y debe situarse en derroteros muy distintos de los que parecen hoy ser de universal aceptaci¨®n.
2. Debe abandonarse la postura de raz¨®n absoluta. Los debates no tienen el menor inter¨¦s si el resultado se supone previamente decidido y, en consecuencia, quienes se oponen a tales resultados de raz¨®n absoluta adquieren casi el rango de delincuentes. El jefe del V Cuerpo del Ej¨¦rcito de Estados Unidos en la Rep¨²blica Federal de Alemania, general Wetzel, se refiri¨® hace poco a los pacifistas radicales tach¨¢ndoles de criminales y anarquistas (sic). No ser¨ªa dif¨ªcil encontrar en el bando opuesto acusaciones parecidas en intenci¨®n y que se arrojan sobre los que entienden necesaria la paz armada. Todos ellos pueden resultar in¨²tiles para un debate en el que lo que se est¨¢ precisamente discutiendo es el dif¨ªcil matiz que puede ser necesario para evitar la cat¨¢strofe final.
3. El debate debe abordar una proporcionalidad entre fines y medios. Con cierta frecuencia se ha tratado la posible permanencia de Espa?a en la OTAN con un aparato de dramatismo que parece vincular a esa sola posibilidad el hecho en s¨ª de la pr¨®xima y definitiva guerra mundial nuclear. El tema de la relaci¨®n entre Espa?a y el resto de la Alianza Atl¨¢ntica es, sin duda, algo de suma importancia para nosotros los espa?oles (y pudiera ser que las razones de estrategia geopol¨ªtica tuvieran fuerza para aportar argumentos serios en cuanto a la trascendencia para todo el mundo de nuestra decisi¨®n final), pero resulta desproporcionado el protagonismo que a veces se proyecta sobre el papel de un pa¨ªs peque?o, pobre y un tanto perif¨¦rico respecto del centro neur¨¢lgico (*) de los conflictos.
4. La decisi¨®n ¨²ltima debe ser vinculante por encima de intereses de partido. Un debate no tiene raz¨®n de ser si las consecuencias que racionalmente puedan extraerse se ven luego deformadas por intereses de peso pol¨ªtico o, ya que estamos en ello, de cualquier otro orden, con lo que volver¨ªamos a la primera condici¨®n. Los partidos pol¨ªticos aprovechan no pocas veces circunstancias t¨¢cticas para barrer para adentro en la captaci¨®n de votos. Es esa, probablemente, una actividad leg¨ªtima en los usos democr¨¢ticos, aunque supongo que en este debate est¨¢ en juego algo diferente. El resultado ideal de un debate sobre la paz en el mundo deber¨ªa en realidad trascender cuestiones ideol¨®gicas y situarse en un nudo de racionalidad qu¨ªmicamente puro.
S¨¦ que es ¨¦sa una exigencia ut¨®pica, y tampoco ignoro que tal raz¨®n pura no pasa de ser una aspiraci¨®n que la historia tiende a situar en el limbo de los justos. Pero si ni siquiera en la m¨¢s humilde teor¨ªa somos capaces de sentarnos a discutir dejando de lado las contaminaciones externas, me temo que el asunto de la paz mundial est¨¢ ya definitivamente sentenciado de antemano.
Copyright.
1984.
* V¨¦ase nueva y 2? acep. del adjetivo en la ¨²ltima edici¨®n del diccionario.
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