Los campesinos nicarag¨¹enses votaron masivamente pese al hostigamiento armado, de los contrarrevolucionarios
Las elecciones en La Labranza I y II, dos comunidades agr¨ªcolas cercanas a la localidad nicarag¨¹ense de Condega, han sido tensas y dif¨ªciles. En la madrugada del s¨¢bado, un grupo de contras cerc¨® la casa del presidente de la junta receptora de votos y le mat¨® a bayonetazos. La mujer y los ni?os pudieron huir por una puerta trasera y lograron refugiarse en otra vivienda. La noticia se mantuvo en secreto durante varias horas para evitar que cundiera el p¨¢nico en una zona que ya ha sido afectada por la guerra. Pese a todo, el domingo, los habitantes de la regi¨®n acudieron a votar masivamente, protegidos por milicianos y soldados.
Para llegar a La Labranza II, donde viv¨ªa Avelino Hern¨¢ndez, de 42 a?os, el hombre asesinado, hay que subir media hora a pie por un camino de monta?a. Los caser¨ªos est¨¢n desperdigados. En la fila para votar, un joven canturreaba por lo bajo: "No se me raje mi compa, no se me vuelva chusm¨®n", el estribillo de una canci¨®n de Carlos Mej¨ªa. El joven proced¨ªa de La Labranza I, una comunidad vecina que se ha integrado en el' proceso revolucionario y que ha formado su propia milicia.En La Labranza II las cosas son m¨¢s dificiles. Algunos muchachos se han ido con los contrarrevolucionarios. Probablemente el comando que mat¨® a Avelino Hern¨¢ndez contaba con un miembro procedente de la zona. "Son muchachos que no saben nada, ni tan siquiera ten¨ªan radio en sus casas", explica Mar¨ªa, una mujer de la vecindad, madre de siete hijos, que tampoco tiene radio y que nunca ha salido de su valle.
Los contras, al parecer un grupo de entre 15 y 20 hombres, contin¨²an refugiados en un cerro cercano, pero los soldados milicianos decidieron ayer, d¨ªa de las elecciones, concentrar sus fuerzas cerca de las juntas receptoras de voto, en lugar de perseguirles a expulsarles a morterazos.
Los habitantes de La Labranza II votan en silencio, come si estuvieran en una procesi¨®n religiosa. Los hombres fueron por la ma?ana; las mujeres, despu¨¦s del almuerzo.
"Por aqu¨ª s¨®lo ha pasado el Frente Sandinista", explica la mujer; "nos han prometido mejorar las cosas". ?Conf¨ªa en ellos? "Si prometen ser¨¢ porque pueden cumplir". Mar¨ªa no cree que hayan cambiado mucho las cosas en los ¨²ltimos cinco a?os, pero de repente se queda callada y a?ade: "Bueno, ahora tenemos m¨¦dico y cuatro maestros para 150 ni?os".
Mar¨ªa Luisa Talavera, la esposa de Avelino Hern¨¢ndez, est¨¢ decidida a no volver a su comunidad. "Seguro que vendr¨ªan tambi¨¦n a por m¨ª. Me escap¨¦ con los chiquitos de casualidad". Su marido, su cu?ado y ella misma eran los ¨²nicos activistas del Frente Sandinista en La Labranza II.
Cuando termine el recuento de votos, el nuevo presidente de la junta caminar¨¢ a pie el sendero hasta el cruce con la pista de San Jos¨¦ y luego, en camioneta, llegar¨¢ a Condega, el pueblo m¨¢s importante de la zona. All¨ª el estado mayor de las elecciones pas¨® la noche en vela preparando los ¨²ltimos detalles: el enramado, por si llov¨ªa o apretaba el sol, los locales secretos para marcar las papeletas, las urnas... En el pueblo se ve alguna propaganda de los liberales y del Partido Conservador Socialcristiano, pero sobre todo del Frente Sandinista.
Cuando lleguen las bolsas con los votos de las comunidades cercanas, los de Condega se ocupar¨¢n de hacerlos llegar a Estel¨ª, la capital del departamento. All¨ª han sido movilizados todos los cajeros de banco para que vuelvan a contar las papeletas. "Ya sabes, tienen pr¨¢ctica en contar billetes", se r¨ªe Mar¨ªa Jes¨²s, miembro del consejo electoral. Los maestros, que tienen buena caligraf¨ªa, redactar¨¢n las actas.
En Estel¨ª, las colas para votar se iniciaron temprano, a las cinco de la ma?ana, pese a que los colegios abr¨ªan a las siete. La zona, v¨ªctima de un ataque contra hace menos de un mes, est¨¢ tranquila y protegida, aunque, al parecer, la guerrilla antisandinista no ha sido expulsada completamente.
Sea cual sea el resultado de las elecciones en esta regi¨®n, habr¨¢n tenido un efecto secundario beneficioso. Muchos habitantes de las comunidades agr¨ªcolas no pose¨ªan ning¨²n documento que acreditase su identidad; algunos ni tan siquiera han sido inscritos en el registro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.