Presi¨®n sobre Nicaragua
ESTADOS UNIDOS est¨¢ llevando a cabo desde hace una semana una serie de provocaciones y presiones contra Nicaragua que equivalen, en la pr¨¢ctica, a la preparaci¨®n de actos agresivos, o a su sustituci¨®n por una especie de guerra psicol¨®gica. Los argumentos invocados por diversos departamentos oficiales de Washington se caracterizan por la incongruencia, y en algunos casos, por el cinismo. Para comprender lo que est¨¢ ocurriendo estos d¨ªas hace falta recordar algunos antecedentes: cuatro Estados latinoamericanos, nada sospechosos de inclinaciones revolucionarias, M¨¦xico, Venezuela, Colombia y Panam¨¢, han elaborado el Acta de Contadora, con estipulaciones y ¨®rganos de control encaminados a red¨²cir los armamentos, eliminar los consejeros militares extranjeros, disminuir los peligros de conflicto en Centroam¨¦rica. Nicaragua ha aceptado suscribir dicha acta, con lo que implica de controles internacionales sobre su sistema militar. EE UU ha logrado paralizar la aprobaci¨®n y puesta en marcha del proceso de pacificaci¨®n posible en el marco de Contadora. Tal actitud s¨®lo se explica por la intenci¨®n de aplicar m¨¦todos diferentes. Forma parte de la pol¨ªtica oficial de la Administraci¨®n Reagan financiar y organizar, a trav¨¦s de la CIA, grupos de rebeldes que luchan en territorio nicarag¨¹ense contra el Gobierno. El manual de la CIA para esas operaciones, publicado en EE UU, aconseja "neutralizar" a los gobernantes sandinistas y alquilar criminales profesionales para que asesinen a determinadas personas, que se convertir¨ªan as¨ª en m¨¢rtires de la causa antisandinista. Sorprende la pasividad con que la opini¨®n p¨²blica mundial ha aceptado que una conducta tan contraria a las normas elementales de la civilizaci¨®n sea asumida por sectores de la Administraci¨®n norteamericana. Desde las elecciones presidenciales en EE UU, la escalada de las presiones contra Nicaragua se ha agravado en forma alarmante. Se empez¨® denunciando el desembarco de Mig 21; luego, los mismos funcionarios norteamericanos tuvieron que reconocer que tal denuncia era falsa; pero, desde entonces se han venido adelantando nuevas causas, susceptibles de justificar, seg¨²n las declaraciones oficiales de departamentos norteamericanos, eventuales operaciones militares contra Nicaragua: unas veces se habla de bombardeos; otras, de un bloqueo naval, e incluso de una invasi¨®n, recordando el antecedente de Granada. El ¨²ltimo argumento invocado, hasta ahora, es que Nicaragua prepara una agresi¨®n contra Honduras y El Salvador, lo que obligar¨ªa a EE UU a intervenir militarmente. Pero nadie puede creer sensatamente que Nicaragua, en su estado actual, atacada en el interior por las guerrillas, acosada en sus costas y fronteras, est¨¦ pensando en atacar a sus vecinos. Que EE UU, con parte de su flota cerca de las costas nicarag¨¹enses, con grandes maniobras en marcha en territorio hondure?o, recurra a tal argumento parece casi una autodenuncia: confirma, en cualquier caso, que la situaci¨®n es peligrosa. Por encima de los matices, sin duda significativos, entre el Pent¨¢gono y el Departamento de Estado, hay algo particularmente preocupante en la actitud del Gobierno de EE UU: el olvido en sus declaraciones de las normas del Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas. Como si la obligaci¨®n de respetar las fronteras y la soberan¨ªa de los Estados no fuese con ellos; como si tuviesen el derecho de decidir cu¨¢ndo y d¨®nde atacar a otro Estado. El Tribunal Internacional de Justicia de La Haya ha condenado a EE UU por el minado de los puertos de Nicaragua y le ha pedido que cese sus acciones violentas contra dicho pa¨ªs; demanda totalmente despreciada en Washington. Se han empezado a producir reacciones en Europa para expresar el rechazo de la actitud norteamericana frente a la cuesti¨®n de Centroam¨¦rica. Los aliados europeos contemplan con enorme preocupaci¨®n las evoluciones de Washington en este terreno. Una invasi¨®n armada ser¨ªa un esc¨¢ndalo de proporciones incomparables, dejar¨ªa peque?a la cuesti¨®n de Afganist¨¢n y vulnerar¨ªa los principios proclamados en los tratados que unen a Europa occidental y EE UU. Las consecuencias ser¨ªan impredecibles, no s¨®lo para la pol¨ªtica interior e internacional de Washington, sino para la de muchos de sus pa¨ªses amigos. El Gobierno espa?ol ha hecho p¨²blica una declaraci¨®n bastante expresiva de esto que decimos. Estamos seguros que su rechazo a las presiones y hostigamientos que Nicaragua sufre en estos momentos es compartido por la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica espa?ola.
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