La manifestaci¨®n de ayer
LA MANIFESTACI?N celebrada ayer en Madrid contra la pol¨ªtica educativa del Gobierno ha servido, en primer lugar, para que cientos de miles de ciudadanos ejercieran su derecho constitucional y proclamaran sus discrepancias con la pol¨ªtica que en este terreno est¨¢ desarrollando el Ejecutivo socialista. La convocatoria, efectuada por organizaciones empresariales del sector, asociaciones de padres de alumnos, apoyada por algunos miembros del episcopado y jaleada y capitalizada por los partidos de la derecha conservadora, se ha desarrollado con toda normalidad y ha quedado bien a las claras de qu¨¦ libertad de ense?anza se hablaba. Los escasos intentos de grupos minoritarios de marcada significaci¨®n totalitaria para pescar en r¨ªo revuelto fueron contundentemente cortados por los servicios de orden de la propia manifestaci¨®n y s¨®lo hay que lamentar la complacencia mal disimulada de Carmen Alvear -constituida en principal protagonista de esta concentraci¨®n- con una pancarta que, en un salto en el vac¨ªo, arremet¨ªa lisa y llanamente contra la Constituci¨®n.Pero, independientemente de estas an¨¦cdotas, la manifestaci¨®n de ayer merece un an¨¢lisis m¨¢s sosegado, y la interpretaci¨®n de su desarrollo va a ocupar en los pr¨®ximos d¨ªas un lugar de privilegio en la pol¨ªtica nacional. El Gobierno, por su parte, guard¨® silencio, y, como es bastante frecuente, el poder se reserva, no se sabe bien si por prudencia ante la provocaci¨®n o porque no se le ocurre nada que decir. Todo parece indicar que esta arrogancia de la Administraci¨®n y la torpeza de algunos miembros del partido socialista han servido en bandeja los ingredientes necesarios para montar una pol¨¦mica poco esclarecedora sobre el siempre sensible terreno de la educaci¨®n de los hijos.
No parece, a nuestro juicio, que iniciativas como las de ayer sean, sin embargo, las m¨¢s eficaces para conseguir un consenso de toda la sociedad sobre el modelo de sistema educativo. Las deficiencias de la escuela en Espa?a no parece que se puedan superar en el contexto de un enfrentamiento pol¨ªtico. La manipulaci¨®n de sentimientos primarios, la apelaci¨®n a creencias religiosas -ayer se utilizaron fragmentos de un discurso de la visita del Papa a Madrid-, emboscados en una discusi¨®n ideol¨®gica, sirven en realidad para ocultar la defensa de unos privilegios insostenibles en un sistema educativo moderno y eficaz. En toda esta pol¨¦mica sobre la escuela se presenta un panorama cargado de confusiones, acusaciones infundadas, y realmente falta la reflexi¨®n y el estudio desapasionado sobre la coherencia de un sistema educativo mixto, como es el caso espa?ol.
De cualquier manera, el recurso a la movilizaci¨®n en la calle con el aparato de propaganda y convocatoria que ha acompa?ado a la manifestaci¨®n de ayer debiera merecer algunas dosis de mayor sensatez. No se puede pedir moderaci¨®n, capacidad de compromiso y voluntad pol¨ªtica de pacto para las reivindicaciones de los dem¨¢s y desmelenarse a las primeras de cambio cuando se sienten limitados algunos privilegios.
La escasa capacidad del Gabinete para hacer llegar a la sociedad el contenido de su pol¨ªtica y hacer posible el libre debate de los ciudadanos quiz¨¢ haya favorecido o hasta alimentado la protesta. No obstante, estos gruesos errores no pueden justificar ni por asomo el terrible esfuerzo de artificial crispaci¨®n de la convivencia ciudadana que se viene ejercitando desde los m¨¢s variados e insospechados asentamientos. Y la manifestaci¨®n de ayer constitu¨ªa un uso y un abuso de la libertad de ense?anza para encubrir otras motivaciones menos expl¨ªcitas y altruistas, como las reivindicaciones de empresarios privados del sector, demandando m¨¢s fondos p¨²blicos.
Por lo dem¨¢s, la LODE est¨¢ pendiente de la sentencia del Tribunal Constitucional. El destino de los 100.000 millones de pesetas que los presupuestos del Estado consignan como subvenci¨®n a los centros privados est¨¢ en el centro de la pol¨¦mica. Puede decirse que el debate sobre la escuela est¨¢ abierto, y precisamente en un marco poco propicio para que mejore la calidad de la ense?anza, se consiga una escolarizaci¨®n real de la poblaci¨®n y, en definitiva, nuestro sistema educativo est¨¦ a la altura de los tiempos y cumpla con lqs exigencias de una sociedad moderna. Muy probablemente muchos padres y alumnos participaron en la marcha de ayer motivados por estos deseos. Pero no parece que quienes han mantenido el sistema educativo espa?ol durante tanto tiempo en los l¨ªmites del arca¨ªsmo sean quienes van a transformar ahora esos deseos en realidades tangibles. El derecho a la educaci¨®n es un terreno f¨¢cil para los ejercicios demag¨®gicos.
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