Hacia la unidad profesional de los periodistas espa?oles
Parec¨ªan escenas, algunas de las vividas en Santander, durante la reciente asamblea general de la Federaci¨®n de Asociaciones de la Prensa de Espa?a, correspondientes a otra ¨¦poca: la que caracteriz¨® la etapa de la transici¨®n, desde 1976 hasta la aprobaci¨®n mayoritaria de la Constituci¨®n. Entonces, con mayor o menor acierto, muchas estructuras del pa¨ªs fueron adecuadas a los nuevos tiempos democr¨¢ticos, de acuerdo, en el fondo, con aquella expresi¨®n feliz del entonces presidente Adolfo Su¨¢rez, seg¨²n la cual hab¨ªa que convertir oficialmente en normal todo aquello que en la calle ya ven¨ªa siendo normal. La Espa?a oficial y la Espa?a real hicieron evidentes esfuerzos, en aquellos a?os, para buscar necesarias coincidencias. Parad¨®jicamente, sin embargo, el edificio corporativo de los periodistas espa?oles -una profesi¨®n que, casi por esencia, ha de estar buceando siempre en las aguas a veces confusas y contradictorias de la realidad- hab¨ªa permanecido pr¨¢cticamente intacto. Y, en la medida en que fue, en su conjunto -y a pesar de significativas excepciones-, incapaz de asumir el cambio, esa estructura hab¨ªa quedado obsoleta, inoperante, rebasada por la indiferencia -incluso por la hostilidad- de muchos periodistas que viv¨ªan al margen de sus asociaciones y, en consecuencia, de la propia FAPE.Hab¨ªan surgido, como contra punto, ottas formas organizativas, como, por ejemplo, las Uniones de Periodistas. Se hab¨ªa llegado, en todo caso, a una situaci¨®n tal que ¨¦sta era una profesi¨®n sin apenas tejido social espec¨ªfico, aislados los profesionales unos de otros, recluidos en sus redacciones, peregrinos en busca de trabajo tantos como est¨¢n en el paro o se encuentran subempleados. Tan sombr¨ªo panorama se completa con otro dato no precisamente menor: la necesaria derogaci¨®n, de facto, de la Ley de Prensa de 1966, con la consiguiente desaparici¨®n del Estatuto de la Profesi¨®n period¨ªstica, ha supuesto la indefinici¨®n legal del periodista como tal, dejado a la voracidad de ciertas empresas que propugnan el siguiente axioma: s¨®lo es periodista aquel ciudadano que ha sido contratado para ejercer este oficio. De este modo, la regulaci¨®n del acceso a la profesi¨®n ¨²nicamente queda en las manos soberanas de las empresas.
Con excesivo retraso, pero cuando a juicio de muchos todav¨ªa el ¨²ltimo tren no se ha perdido, la reciente asamblea de Santander ha conseguido frenar el proceso acelerado hacia la liquidaci¨®n de u nos m¨ªnimos objetivables sobre lo que signifique ser periodista en Espa?a, al tiempo que parece abrirse el camino hacia unas f¨®rmulas asociativas donde quepan todos los periodistas y mediante las cuales quepa defender con dignidad una serie de cuestiones b¨¢sicas para esta profesi¨®n, la principal y primera, como debe ser, el marco de libertad de expresi¨®n consagrado en la Constituci¨®n y sin el cual el periodismo, a la corta o a la larga, se transforma en una caricatura al servicio de intereses pol¨ªticos o de intereses econ¨®micos.
La unidad
La reforma de los estatutos de la FAPE, objetivo logrado en Santander -la ciudad que acogi¨® en 1922 el nacimiento de la Federaci¨®n-, permite vislumbrar razonablemente que quiz¨¢s haya por fin sonado la hora de redefinir, de acuerdo con criterios profesionales, en qu¨¦ consiste ser periodista, mientras, paralelamente, las viejas asociaciones pueden integrar en su seno a cuantos, en la pr¨¢ctica cotidiana, ejercen la profesi¨®n y piensan que la unidad sigue siendo el mejor instrumento frente a las acometidas del poder, sea ¨¦ste el poder de ciertos empresarios, el poder de ciertos pol¨ªticos, de ciertos grupos de presi¨®n o, en definitiva, de tantos poderes a los que les molesta una prensa -escrita o audiovisual- no sometida a sus influencias.
La propuesta triunfante en Santander consiste, a reserva de algunas concreciones que perfilar¨¢ el nuevo Consejo Directivo de la FAPE, en que habr¨¢n de ser reconocidos como periodistas aquellos que re¨²nan uno de estos tres requisitos: ser titulados por las antiguas escuelas o por las facultades de Ciencias de la Informaci¨®n; haber cursado una carrera universitaria y acreditar un ejercicio profesional period¨ªstico de dos a?os ininterrumpidos; acreditar pn ejercicio profesional period¨ªstico de cinco a?os ininterrumpidos. En tanto esta triple v¨ªa de acceso no es oficializada por el Parlamento o por el Gobierno a trav¨¦s de un decreto -y la Asamblea inst¨® al Gobierno a no continuar impasible frente al estado actual de degradac¨ª¨®n legal de la profesi¨®n-, al menos las puertas de las asociaciones ser¨¢n, a partir de ahora, abiertas a todos los periodistas que deseen incorporarse a las mismas. Como ocurriera durante la transici¨®n, determinados representantes del pasado intentaron en Santander obturar la reforma. Fue su ¨²ltimo intento. En esta ocasi¨®n, finalmente, fallido. Porque la realidad acab¨® por imponerse. Otro aspecto remarcable de la reuni¨®n en la capital de Cantabria hace referencia a la voluntad de ir creando Federaciones de Asociaciones de la Prensa a escala de las comunidades auton¨®micas. Galicia, en este sentido, ha sido pionera y ya acudi¨® a la Asamblea con la reciente puesta en marcha de su estructura auton¨®mica. Catalu?a, desde hace unos meses, ya ha iniciado los tr¨¢mites oportunos y quedan pendientes s¨®lo cuestiones de ¨ªndole formal, en la perspectiva, adem¨¢s, de acogerse a la Ley de Colegios Profesionales aprobada por el Parlamento auton¨®mico. Conviene precisar, en todo caso, que fue la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid, por medio de su presidente -reelegido presidente de la FAPE-, Luis Apostua, quien patrocin¨® la idea de ajustar las Asociaciones al mapa de las autonom¨ªas previsto en la Constituci¨®n.
Libertad de expresi¨®n
La Asamblea de Santander protagoniz¨®, a?adamos como colof¨®n, otro episodio notable. Fue redactada y aprobada una declaraci¨®n sobre el estado de la libertad de expresi¨®n en Espa?a. La declaraci¨®n no silencia que esta libertad goza ahora de una situaci¨®n mucho mejor que en cualquier otra ¨¦poca. No obstante ello, denuncia amenazas y peligros: la tendencia al oligopolio empresarial con merma del pluralismo informativo y de opini¨®n, la falta de mecanismos que garanticen la transparencia econ¨®mica de las empresas period¨ªsticas, ciertas medidas legislativas que permiten el cierre de medios informativos o penas graves por la difusi¨®n de materias consideradas como reservadas, el no reconocimiento legal todav¨ªa de la cl¨¢usula de conciencia o del secreto profesional y los obst¨¢culos que dificultan la existencia, salvo excepciones, de los llamados Estatutos de Redacci¨®n. El encuentro de Santander posibilita que, en gran medida, las Asociaciones de la Prensa sean a partir de ahora lo que todos los periodistas quieran. La renovaci¨®n corporativa de los profesionales de la informaci¨®n ya es un hecho. Pensamos que a este pa¨ªs le conviene que una buena oportunidad de regenerar la profesi¨®n y de consolidar la libertad de expresi¨®n no se malogre. No es ¨¦sta, afortunadamente, la ¨²nica oportunidad. Pero es aquella que corresponde, conjunta y unitariamente, a todos los periodistas.
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