La cultura, ese invento del Gobierno
El Gobierno socialista, tal vez por una obsesi¨®n mec¨¢nica y cegata de diferenciarse lo m¨¢s posible de los nazis, parece haber adoptado la pol¨ªtica cultural que, en la rudeza de su ineptitud, se le antoja la m¨¢s opuesta a la definida por la c¨¦lebre frase de Goebbels. En efecto, si ¨¦ste dijo aquello de "Cada vez que oigo la palabra cultura amartillo la pistola", los socialistas act¨²an como si dijeran: "En cuanto oigo la palabra cultura extiendo un cheque en blanco al portador". Humanamente huelga decir que es preferible la actitud del Gobierno socialista, pero culturalmente no s¨¦ qu¨¦ es peor.A¨²n agrava las cosas el hecho de que tales criterios se los imiten todos: la oposici¨®n, los Gobiernos auton¨®micos, las cajas de ahorro, los organismos paraestatales, etc¨¦tera. Confieso que tal vez est¨¦ yo esta ma?ana un poco fuera de m¨ª para escribir con la serenidad debida, pero es que acabo de recibir la gota que colma el vaso: es una carta cuyo infeliz autor va a sufrir por mi parte la injusticia de pagar por todos, ya que, como bot¨®n de muestra de la miseria a la que me refiero, considero apropiado transcribirla. Es del jefe de un organismo paraestatal (y no s¨¦ si hago bien callando nombres), que sin conocerme de nada me tutea, y dice as¨ª: "Querido amigo: / Te escribo para invitarte a participar con un texto tuyo, (sic por la coma) en un cat¨¢logo de una exposici¨®n que deseamos sea un tanto distinta. Se trata de una muestra de pintores actuales, que en lugar de pintar lienzos lo har¨¢n sobre abanicos. Sin embargo, no es una exposici¨®n de "abanicos" (sic por las comillas), sino que el soporte no ser¨¢ un lienzo. Por tanto, los abanicos son de gran tama?o, y los pintores tienen libertad absoluta para pintarlos, romperlos, jugar y lo que se les ocurra. / Estos soportes los hemos conseguido de China, Jap¨®n, y algunos m¨¢s peque?os, Valencia. / Para el cat¨¢logo, nos gustar¨ªa que nos mandaras si aceptas, (he renunciado ya antes a seguir poniendo sic) un texto de dos-tres folios, que se ha acordado retribuir con 50.000 pesetas. Hemos invitado a los principales prosistas y poetas, cuya aportaci¨®n creemos que podr¨ªa ser muy interesante, y entre los que encontrar¨¢s a muchos amigos. Nos gustar¨ªa tener el texto a principios del mes de febrero. / Siguiendo nuestra costumbre, queremos subrayar especialmente el acto inaugural, y esperamos que la presentaci¨®n de la muestra, a principios de mayo, tenga un aire festivo y refrescante. / Un abrazo, NN".
F¨ªjense no m¨¢s: si yo, que conozco a poca gente, habr¨ªa de encontrar "muchos amigos" entre esos "principales prosistas y poetas" y todos ellos van a salir a 10.000 duros por barba, ?cu¨¢nto no va a costar s¨®lo el cat¨¢logo de tan descomunal parida? A?¨¢danse a ello las probablemente superiores cantidades que van a cobrar los artistas por hacer el gilipollas con los soportes -embadurn¨¢ndolos, rompi¨¦ndolos o jugando con ellos con absoluta libertad, como prev¨¦ el proyecto-, los costos de impresi¨®n del cat¨¢logo -a todo color, supongo-, gastos de organizaci¨®n, programaci¨®n, franqueo, propaganda y qu¨¦ s¨¦ yo qu¨¦ m¨¢s, precio de los soportes, con sus fletes e impuestos aduaneros nada menos que desde China y Jap¨®n, y, por fin, despilfarro de canap¨¦s y de borracher¨ªas para "el acto inaugural", que el ente en cuesti¨®n se complace en asegurar que, "siguiendo su (nuestra) costumbre, quiere (queremos) subrayar especialmente", y se tendr¨¢ a cu¨¢nto asciende la factura de la "festiva", "refrescante", indecente y repugnante monada cultural.
El autor de la carta se aprovecha de que los llamados intelectuales, teniendo precisamente por gaje del oficio el de no respetar nada ni nadie, no pueden sentir respeto alguno hacia s¨ª mismos ni, por tanto, se van a dar jam¨¢s por insultados al verse destinatarios de una carta as¨ª, como se dar¨ªan, en cambio, los miembros de cualquier otro gremio. No es esa, por consiguiente, la cuesti¨®n, sino la del insulto que el h¨¢bito generalizado de tales despilfarros es para el presupuesto y el contribuyente, as¨ª como el mal ejemplo y la degeneraci¨®n que para cualquier idea de cultura supone la proliferaci¨®n de mamarrachadas semejantes, de las que el actual Ministerio de Cultura -precedido tal vez por algunos ayuntamientos socialistas- es el primer y m¨¢s entusi¨¢stico adalid. Pero, aunque los intelectuales est¨¦n excluidos del derecho a sentirse insultados por nada ni por nadie, s¨ª pueden dolerse ¨ªntimamente por la constataci¨®n de su propia nulidad, y nada se la confirma tan palmariamente como la incondicionalidad ante la firma que caracteriza los actuales usos del tr¨¢fico cultural. Cu¨¢ntas veces, en los ¨²ltimos tiempos, he tenido que soportar que me dijeran: "Nada, dos o tres folios sobre cualquier cosa, lo que t¨² quieras, lo que se te ocurra... ?Vamos, no me dir¨¢s que si t¨² te pones a la m¨¢quina ... !" Nadie te pide nunca nada espec¨ªfico, un desarrollo de algo particular que considere que has acertado a se?alar en alg¨²n texto y, sobre todo, nadie te exige que lo que le env¨ªes sea interesante y atinado; y as¨ª ves perfectamente reducido a cero cuanto antes hayas pensado y puesto por escrito y cuanto en adelante puedas pensar y escribir, para que solamente quede en pie la cruda y desnuda cotizaci¨®n p¨²blica de tu fir
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ma, sin que la m¨¢s impresentable de las idioteces pueda menoscabar esa cotizaci¨®n; claramente percibes c¨®mo, sea lo que fuere lo que pongas encima de tu firma, equivale absolutamente a nada.
Nunca nadie recurre a los llamados intelectuales tom¨¢ndolos en serio, como s¨®lo demostrar¨ªa el que los reclamase, no para pasear sus meros nombres remuneradamente, sino para pedirles alguna prestaci¨®n an¨®nima y gratuita (?y qu¨¦ Gobierno podr¨ªa haber so?ado una mejor disposici¨®n hacia el colaboracionismo como el que este de ahora ten¨ªa ante s¨ª en octubre de 1982!). Mas no se quiere, no se necesita su posible utilidad valga lo que valiere -¨¦sta, acaso, hasta estorba-, sino la decorativa nulidad de sus famas y sus firmas. Es como para sospechar si no habr¨¢ alguna especie de instinto subliminal que incita a reducir a los intelectuales a la condici¨®n de borrachines de c¨®ctel, borrachines honor¨ªficos de consumici¨®n pagada, para dar lustre a los actos con el hueco sonido de sus nombres, a fin de que se cumpla enteramente la clarividente profec¨ªa del chotis: "En Chicote un agasajo postinero / con la crema de la intelectualidad". Tal confusi¨®n de lo espiritual con lo espirituoso hace que una auditor¨ªa realmente expresiva de la actual concepci¨®n de la cultura no ser¨ªa cometido de un contable que detallase en pesetas los distintos cap¨ªtulos del despilfarro cultural, sino m¨¢s bien oficio de un hidr¨¢ulico que midiese en hectolitros el aforo de los r¨ªos de alcohol suministrado. Aunque a veces ni siquiera parece necesaria la asistencia fisica, sino que basta con que el nombre aparezca en el programa. Un intelectual org¨¢nico de la Men¨¦ndez Pelayo, que ten¨ªa a su cargo un seminario sobre tauromaquia en Sevilla, se pas¨® un par de meses poni¨¦ndome conferencias (lo menos puso cinco) para que asistiese, y por mucho que yo le contestase que no s¨®lo no pensaba ir, sino que adem¨¢s ve¨ªa muy mal que la Meri¨¦ndez Pelayo no hallase cuesti¨®n m¨¢s grave en que gastarse los dineros p¨²blicos (me imaginaba yo un et¨ªlico aquelarre aflamencado sobre las consabidas falacias y chorradas de lo l¨²dico, lo m¨ªtico, lo tel¨²rico, lo vern¨¢culo, lo carism¨¢tico, lo ritual, lo ancestral, lo ceremonial, lo sacrificial y lo funeral... iiibastaaa!!!), segu¨ªa insistiendo con una actitud incluso de desprecio personal -pues ¨¦ste s¨ª era conocido m¨ªo-, al ignorar por completo mi expl¨ªcito rechazo, como si no lo oyese, repiti¨¦ndome: "S¨ª, hombre, si t¨² vendr¨¢s; ya ver¨¢s como vienes y te gusta", hasta que al fin, quieras que no, pese a mi negativa y a mi ausencia, termin¨® por poner mi nombre en el programa, pues, por lo visto, era el nombre lo ¨²nico que realmente importaba, su presencia y su permanencia en el prospecto impreso, como en una orla de honor de fin de carrera, ya que la ¨²nica funci¨®n real de los actos culturales es la de que hayan llegado a celebrarse, y el prospecto es su testimonio perdurable.
Si en el origen de la pasi¨®n por los actos, culturales o no, de este af¨¢n que podr¨ªamos llamar actoman¨ªa est¨¢ la motivaci¨®n interna del meritoriaje burocr¨¢tico -puesto que el n¨²mero y el brillo de los actos celebrados es siempre un tanto de valor visible y s¨®lido en la columna del haber para el curr¨ªculo de cualquier bur¨®crata-, a¨²n agrava el fen¨®meno la influencia, a mi entender palmaria, del esp¨ªritu de la publicidad. Y a esa influencia se halla especialmente expuesto todo lo que llamamos cultural. No hay m¨¢s que ver lo llanamente que se aviene a aceptdr una palabra cong¨¦nitamente publicitaria como promoci¨®n: se habla de "actos patri¨®ticos", pero suena chocante "promoci¨®n patri¨®tica"; en cambio, corre como sobre ruedas "promoci¨®n cultural". Ya en la incondicionalidad ante la firma, que arriba he se?alado, puede advertirse c¨®mo los usos culturales imperantes imitan el sistema de valores de la publicidad, para la cual un Nombre es siempre un Nombre, como para los anunciantes de champa?a catal¨¢n Gene Kelly, aunque salga embalsamado en salmuera de polvos de talco a dar dos o tres pasos de baile de semiparal¨ªtico (homologables a los dos o tres folios "sobre cualquier cosa" que se les piden a las firmas consagradas), ser¨¢ siempre incondicionalmente Geneee... iiiKelly!!!, del que se sabe que no cobra precisamente cuatro reales por decir "kahrtah nevahdah".
En cuanto a la actoman¨ªa, ha llegado, en lo cultural, a impregnarse hasta tal punto del esp¨ªritu de la publicidad, que hasta llega a adoptar las formas econ¨®micas de la gesti¨®n publicitaria: en unos festejos culturales de Navarra, en los que tom¨¦ parte este verano, descubr¨ª, para mi estupefacci¨®n, que el entero tinglado de los actos, financiados por el Gobierno de Navarra y la instituci¨®n Pr¨ªncipe de Viana, hab¨ªa sido completamente encomendado a la gesti¨®n de una agencia profesional especializada en montajes culturales. La promoci¨®n cultural ya tiene, pues, ella tambi¨¦n, agencias, como la promoci¨®n publicitaria. La extensi¨®n del ejemplo del actual Ministerio de Cultura -especialmente por lo que se refiere a la universidad de verano Men¨¦ndez Pelayo, su m¨¢s deslumbrante y escaparatero "peer en botija para que retumbe"-, envidiado e imitado por los departamentos hom¨®logos de los Gobiernos auton¨®micos, los municipios, los entes paraestatales, bancos, cajas de ahorro o cualesquiera otras instituciones que tengan presupuesto cultural, se dirige resueltamente a un horizonte en el que la cultura, y con ella su misma concepci¨®n y su sentido mismo, se vea totalmente sustituida por su propia campa?a de promoci¨®n publicitaria. La cultura quedar¨¢ cada vez m¨¢s exclusivamente concentrada en la pura celebraci¨®n del acto cultural, o sea, identificada con su estricta presentaci¨®n propagand¨ªstica, tal como con paladina ingenuidad declara expresamente el autor de la carta transcrita al comienzo de este art¨ªculo: "Siguiendo nuestra costumbre, queremos subrayar especialmente el acto inaugural".
La misma degenerativa y reductora concepci¨®n de la cultura est¨¢ detr¨¢s del sonrojante eslogan La cultura es una fiesta, que ha hecho tanta fortuna, y al que Santiago Rold¨¢n, rector de la Men¨¦ndez Pelayo es, por lo visto, un adicto cordial y convencido. El prestigio de la fiesta y de lo festivo parece haberse vuelto hoy tan intocable, tan tab¨², como el prestigio de el pueblo y lo popular. No se dir¨ªa sino que una f¨¦rrea ley del silencio proh¨ªbe tratar de desvelar el lado negro, oscurantista, de las fiestas, lo que hay en ellas de represivo pacto inmemorial entre la desesperaci¨®n y el conformismo, y que, a mi entender, podr¨ªa dar raz¨®n del hecho de que en el s¨ªndrome festivo aparezca justamente la compulsi¨®n de la destrucci¨®n de bienes o el simple despilfarro. Si esta suposici¨®n es acertada, dejo al lector la opci¨®n de proseguir la reflexi¨®n sobre lo que, para el contenido interno del asunto, podr¨ªa significar y aparejar esa total identificaci¨®n entre cultura y fiesta; yo, por mi parte, seguir¨¦ aqu¨ª ci?¨¦ndome al aspecto m¨¢s externo.
As¨ª, por si no bastaba el mimetismo con la mentalidad publicitaria de las grandes marcas para hacer que en esta Cena de Trimalci¨®n de la cultura socialista el mero gasto en s¨ª mismo y por s¨ª mismo resulte ya, sin m¨¢s, convalidado como atributo cierto del decoro y hasta ingrediente de la calidad, viene a sum¨¢rsele en igual sentido, mediante la homologaci¨®n de la cultura como fiesta, la compulsi¨®n hacia el despilfarro sin residuo, cimentada tal vez en los m¨¢s torvos y oprimentes lastres del sospechoso esp¨ªritu festivo. Otro factor que, como un casi inevitable acompa?ante natural, suele traer consigo tal propensi¨®n festiva y hasta festivalera de las actividades culturales, es el del imperativo de popularidad de, la cultura. F¨¦lix de Az¨²a, en un espl¨¦ndido art¨ªculo (La pol¨ªtica cultural `socialvergente', EL PA?S, 17 de febrero de 1984), referido al ambiente catal¨¢n, se?alaba la pr¨¢ctica identidad de directrices entre la pol¨ªtica cultural de Converg¨¨ncia i Uni¨® y la del Partido Socialista de Catalu?a. Entresaco unas frases del art¨ªculo: "La pol¨ªtica cultural de los socialistas catalanes tiende a un populismo de la peor especie idealista. Se trata, seg¨²n dicen, de 'eliminar el elitismo' (...) o de 'promover el arte popular'. Caminan ciegamente en direcci¨®n a Max Caliner y la pol¨ªtica cultural de Convergencia. (... ) Hay en este planteamiento un par de equ¨ªvocos. El primero y superior es el del t¨¦rmino lo popular. ?Qu¨¦ pueblo? ( ...) El segundo equivoco es el de la neutralidad y el miedo al dirigismo cultural. Se trata de un puro enga?o. Dirigismo cultural lo hay siempre que existe financiaci¨®n. Pero la izquierda trata de disimular la mala conciencia con el cuento de la cultura popular. Promover un cine de halago a las zonas m¨¢s brutales y ac¨¦falas de la sociedad (como Locos, locos carrozas) o financiar espect¨¢culos que rozan lo patol¨®gico (como la pr¨¢ctica totalidad del teatro que se exhibe en Barcelona), con la excusa de que son populares, oculta la impotencia de los funcionarios para poner en pie una producci¨®n inteligente. Tratan de evitar cr¨ªticas de la izquierda mediante el fantasm¨®n del pueblo o de la tradici¨®n popular catalana, mientras ofrecen cifras de asistencia ( ... ), cifras que podr¨ªan multiplicarse por diez si se decidieran a financiar una ejecuci¨®n p¨²blica, el espect¨¢culo m¨¢s popular de todos los tiempos". (Hasta aqu¨ª, F¨¦lix de Az¨²a.)
Sintetizando, en fin, con un ejemplo: puesto que, por una parte, la cultura es una fiesta, y las fiestas est¨¢n obligadas a ser caras, una escenograf¨ªa teatral barata, como lo es la c¨¢mara de cortinas, hallar¨¢ resistencias entre los promotores, por el temor t¨ªpicamente hortera de que el espect¨¢culo pueda ser tachado de pobretoner¨ªa o hasta indecencia; y puesto que, por otra parte, la cultura no ha de ser elitista, sino popular, de nuevo el uso de la c¨¢mara de cortinas se ver¨¢ rechazado por el grave defecto de su car¨¢cter elitista. De modo, pues, que la c¨¢mara de cortinas -el m¨¢s espl¨¦ndido invento formal de la antigua vanguardia-, por el doblado achaque de no ser ni popular ni cara, sino, por el contrario, barata y elitista, se ver¨¢ repudiada por los actuales promotores culturales, como algo doblemente indeseable, constituy¨¦ndose incluso en paradigma de lo que seg¨²n ellos no hay que hacer.
Pero estos gobernantes socialistas, que a veces gustan de proclamarse machadianos, o no han frecuentado mucho el aula de Mairena, o ya ni lo recuerdan. Cuando Mairena expuso su proyecto ideal de centro de ense?anza, contrapon¨ªa claramente una posible Escuela Superior de Sabidur¨ªa Popular, como lo rechazable, frente a una posible Escuela Popular de Sabidur¨ªa Superior, como lo deseable. As¨ª que lo que Mairena propugnaba podr¨ªa, muy ajustadamente, designarse como elitismo barato, en el que, por afectar la baratura tan s¨®lo a la actividad de la ense?anza, no al saber ense?ado, la tal escuela pod¨ªa permitirse concebir la aspiraci¨®n de llegar alg¨²n d¨ªa a hacer mayoritario ese saber. La pol¨ªtica cultural de este Gobierno hace lo exactamente inverso al elitismo barato de Mairena: un populismo caro; mejor dicho, car¨ªsirno, ruinoso. Aunque, eso s¨ª, "festivo y refrescante", sobre todo si en el concepto de refrescos entran tambi¨¦n los vinos y licores.
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