Pervivencia de una tradici¨®n
Quien se acerque por primera vez a los poemas de J. V. Foix se sentir¨¢ atraido por su maravillosa capacidad verbal, por su inaudito caudal l¨¦xico. Lo m¨¢s seguro, si no se detiene a pensar y se deja llevar por las apariencias, es que decida que el lenguaje utilizado por el poeta contiene una enorme cantidad de arca¨ªsmos que lo alejan irremediablemente de nosotros y que, si en algo se nos hace actual, se debe a la presencia inquietante de una imaginer¨ªa de la m¨¢s rabiosa modernidad. Ese lector, que ahora supondremos elemental en sus conclusiones, puede resolver lo que se le presenta como contradicc¨ª¨®n leyendo, al final de un soneto, "M'exalta el nou i m'enamora el vell (Me exalta lo nuevo y me enamora lo viejo)". Y puede asimismo deducir de ello que esos dos polos son como dos amantes a las que se acude seg¨²n el humor del d¨ªa. O, todav¨ªa m¨¢s elemental, puede suponer que Foix provee de estolas futuristas a viejas y respetables madonnas.
Pero la poes¨ªa de Foix, por el contrario, se articula en un reto del que ha salido felizmente victoriosa: la recuperaci¨®n de un pasado cultural nacional, que nace en Llull y acaba en Ro¨ªs de Corella, pasando, en sus premisas previas, por la l¨ªrica de los trovadores.
No hay, por cierto, otros ep¨ªgrafes en su obra que los que puedan extraerse de dicho conjunto. La recuperaci¨®n, pues, de un pasado nacional, con el deseo de hacerlo rigurosamente contempor¨¢neo, de que su savia alimente la nueva obra y la vivifique. Llegados a este punto, nos damos cuenta inmediatamente que aquella pretendida vetustez de lenguaje es tan s¨®lo, como ya apuntaba antes, aparente: todos los vocablos tienen vida en cualquiera de las coordenadas diat¨®picas o diacr¨®nicas del ¨¢mbito ling¨¹¨ªstico catal¨¢n. Y as¨ª, el mundo m¨¢s abiertamente contempor¨¢neo no aparece en su poes¨ªa como un maquillaje, sino como un movimiento interno de configuraci¨®n, como otro de sus impulsos po¨¦ticos. Porque no se trata de recomenzar, ni de escribir con s¨®lidos e inmutables modelos. Los resultados obtenidos en tales ejercicios son, en el mejor de los casos, acad¨¦micos o artr¨ªticos. Foix, por el contrario, ha digerido la tradici¨®n en que se reconoce y la ha situado en el origen de su quehacer po¨¦tico, que es, por lo que parece, el mejor camino de hacerla permanente
A la perplejidad del lector antes aludido, viene a sumarse la de su colega, perezoso inveterado, que resuelve abandonar la lectura del poeta porque su actitud como lector debe ir variando de libro en libro, como diversa lo es la de Foix en cada uno de ellos. Desde la aparici¨®n de Genrudis, en 1927, ha ido formalizando por v¨ªas distintas sus experiencias po¨¦ticas, de forma que, a¨²n cuando su estilo se hace siempre reconocible sin esfuerzo, la ¨®ptica con la que se encara al mundo poetizable es tambi¨¦n distinta.
B¨²squeda
En sus inicios, el p¨²blico habl¨® de su surrealismo. Pese a las reiteradas protestas del poeta, se sigue escribiendo sobre su adscripci¨®n a la escuela francesa, bas¨¢ndose en la simpat¨ªa que ha mostrado siempre por las vanguardias y por las trayectorias de algunos de sus amigos personales. Pero, si a algo se parecen los pretendidos textos surrealistas de Foix -algunos poemas publicados en revistas y a¨²n no recopilados en libro; los de Gertrudis, los de KRTU- es a los poemas de Max Jacob. No quiero decir con eso que sean deudores de los del poeta franc¨¦s o que acusen su influencia. Quisiera decir con ello que comparten con los de Jacob -o los de Pierre Reverdy- una forma de entender el principio po¨¦tico.
Sol, i de dol es ya otra cosa: habremos pasado de las prosas po¨¦ticas a los sonetos de factura petrarquista, altamente culturizados. Quiz¨¢s sea en este libro en el que pueda observarse con m¨¢s claridad el proceso descrito. Es cierto que no se nos ahorran referencias culturales de todo tipo, pero ese libro nos muestra, ya desde su principio, la b¨²squeda denodada de la personalidad del poeta identificada con la de la tradici¨®n colectiva, en su m¨¢s genuina integridad.
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