Gaddafi, un visionario en busca de una naci¨®n
La m¨ªstica liberadora del presidente libio acaba siempre en un fracaso diplom¨¢tico o militar
La capacidad del dirigente libio para saltarse las reglas que rigen el juego pol¨ªtico no puede ser puesta en duda. El presidente Mitterrand est¨¢ ahora mismo en una de las situaciones m¨¢s embarazosas de su mandato, tras salir garante de una retirada militar libia del norte de Chad que nunca se ha producido. Despu¨¦s de anunciar en Par¨ªs a bombo y platillo que el pa¨ªs centroafricano estaba libre de soldados extranjeros, entre ellos los franceses, el espionaje norteamericano ha filtrado una informaci¨®n de sus sat¨¦lites militares en la que se establece la presencia de al menos 3.000 soldados de Gaddafi, equipados con armamento pesado, en el norte del disputado pa¨ªs.Chad, por sus implicaciones pol¨ªticas y territoriales (Gaddafi lo considera "espacio vital"), es la m¨¢s importante aventura militar en la que el dirigente libio est¨¢ implicado desde hace ya cinco a?os. Pero es tambi¨¦n un bot¨®n de muestra de la manera imprevisible, aunque probablemente deliberada, con que Gaddafi, que se reclama heredero de Nasser, conduce su pol¨ªtica exterior. Una pol¨ªtica basada en un designio grandioso de fusi¨®n norteafricana, a cuyo servicio el hombre que derrocara en 1969 al anacr¨®nico y corrupto rey Idris ha ido proponiendo sucesivos y fracasados matrimonios, a raz¨®n de uno por cada dos a?os, con pa¨ªses vecinos.
Probablemente el m¨¢s espectacular de ellos, el concluido con Marruecos en agosto pasado, no llegar¨¢ m¨¢s lejos que los anteriores. La uni¨®n de Estados entre Marruecos y Libia, acordada en Uxda por Gaddafi y Hassan II, es la s¨¦ptima tentativa del joven coronel, de 42 a?os, para dotar a su pa¨ªs (poco m¨¢s de tres millones de habitantes en una extensi¨®n de arena del tama?o de tres Espa?as) de una base demogr¨¢fica que le permita canalizar la fabulosa riqueza generada por el petr¨®leo de su subsuelo. Los libios, a pesar de la baja de los precios del crudo, tienen una renta anual por encima de los 10.000 d¨®lares, ocho veces m¨¢s que cualquiera de los pa¨ªses de la zona. Pero viven sin agua en un mar de arena.
La uni¨®n con Marruecos, significativa por sus implicaciones econ¨®micas y diplom¨¢ticas, aunque 3.000 kil¨®metros de distancia entre ambas fronteras la priven de operatividad militar, muestra hasta qu¨¦ punto el revolucionario puro por el que gusta pasar Gaddafi puede abdicar de sus planteamientos en aras de un pragmatismo nunca desmentido, como lo muestran sus lunas de miel con los saud¨ªes o el rey de Jordania, en otro tiempo englobados bajo el nombre de lacayos del imperialismo. Sugiere tambi¨¦n la rapidez con que cambian y la volatilidad de las pol¨ªticas inter¨¢rabes.
El gendarme norteamericano
Desde que el presidente Reagan llegara por vez primera a la Casa Blanca, Gaddafi se ha convertido sin disputa en el hombre m¨¢s odiado por el establishment pol¨ªtico de Estados Unidos, superando incluso las cotas de Jomeini. Washington y sus m¨¢s estrechos aliados han ido acumulando sobre la err¨¢tica persona del l¨ªder libio los calificativos m¨¢s estridentes: loco, criminal peligroso, banquero del terrorismo internacional... La Casa Blanca nunca ha podido probar que asesinos libios intentaran eliminar a Reagan en 1981, pero en el Pent¨¢gono existen cuidadosos planes para bombardear los campos en los que, seg¨²n la CIA, el mes¨ªas libio entrena a la crema de los revolucionarios del mundo.Washington ha prohibido la importaci¨®n de crudo libio, cortado virtualmente sus relaciones diplom¨¢ticas y restringido las visitas de norteamericanos al pa¨ªs africano, pero son todav¨ªa compa?¨ªas norteamericanas las que extraen la mitad del petr¨®leo de Gaddafi, y subsidiarias extranjeras de firmas estadounidenses, las que ejecutan la mayor parte de las cicl¨®peas obras p¨²blicas dise?adas en el plan quinquenal 1981-1985.
En la sistem¨¢tica cruzada para detener a Gaddafi patrocinada por Estados Unidos hay al menos dos cuestiones importantes sin resolver: la primera es discernir la dimensi¨®n exacta de la amenaza representada por la pol¨ªtica del l¨ªder libio. La segunda, hasta qu¨¦ punto las injerencias urbi et orbe de Gaddafi son una prolongaci¨®n de los designios de quien suministra la mayor parte de su sofisticado armamento, la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
La incapacidad aparente de Gaddafi para distinguir entre ret¨®rica y realidad hace dif¨ªcil la respuesta al primer aspecto. Los hechos apuntan m¨¢s a una personalidad egoc¨¦ntrica y con man¨ªas de grandeza que a un serio estadista empe?ado en la construcci¨®n de un imperio norteafricano. Sus aventuras militares en Chad, Uganda, T¨²nez y Egipto se han saldado siempre en fiascos. Sus intentos diplom¨¢ticos para fusionarse con otros Estados han sido un fracaso, y algunos de ellos, como la opereta de T¨²nez, no han durado m¨¢s de dos d¨ªas.
Intentos de asesinato
Gaddafi, que ama las casacas y las charreteras, tiene a sus ¨®rdenes un moderno y equipado ej¨¦rcito de 70.000 hombres, no menos de 3.000 carros de combate y suficientes aviones y helic¨®pteros. Sus aviones m¨¢s perfeccionados los pilotan norcoreanos o paquistan¨ªes; sus servicios de transmisiones los controlan alemanes orientales. La inmensa mayor¨ªa del equipo que utilizan estas fuerzas armadas ha sido pagada al contado a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, 4.000 millones de d¨®lares, y ¨¦sta es una de las claves de las relaciones privilegiadas entre Mosc¨² y Tr¨ªpoli. Porque, mientras el Kremlin mantiene una cauta distancia de las explosiones ret¨®ricas con que Gaddafi amenaza peri¨®dicamente a sus enemigos, utiliza el oro libio para comprar grano en Estados Unidos.En las fuerzas armadas libias tiene Gaddafi su mayor poder y tambi¨¦n su tal¨®n de Aquiles. Varios de los numerosos intentos de asesinato sufridos por el l¨ªder libio han estado protagonizados por sus oficiales; en 1982, 40 oficiales fueron ejecutados en el cuartel de Jabal Al-Ajdar despu¨¦s de uno de ellos. En dos ocasiones este mismo a?o ha habido sublevaciones militares en Libia: en mayo, una insurrecci¨®n abortada en un cuartel de las afueras de Tr¨ªpoli; en abril, cazabombarderos libios atacaron una base pr¨®xima a Bengasi, la segunda ciudad del pa¨ªs, en la que se hab¨ªa producido otro amotinamiento.
Informaciones contrastadas hablan de creciente descontento en mandos intermedios del ej¨¦rcito. Las razones derivan en parte de la implicaci¨®n de miles de soldados en el vecino Chad, una campa?a larga y de desgaste que no ha proporcionado a las fuerzas libias m¨¢s blas¨®n que la f¨¢cil y ef¨ªmera conquista de la capital, Yamena. Otro motivo de descontento es el crecimiento del denominado ej¨¦rcito popular, una milicia pol¨ªtica patrocinada por el propio Gaddafi, en la que se inscriben hombres y mujeres entre los 16 y los 54 a?os, cuya existencia amenaza la influencia de las fuerzas armadas en la gobernaci¨®n del pa¨ªs.
El descontento, al que no es ajena la disminuci¨®n del nivel de vida provocada por la baja imparable de los precios del petr¨®leo (99% de los ingresos libios), ha llevado a Gaddafi ha intensificar la represi¨®n. Sus incondicionales de siempre, estudiantes y j¨®venes, que valoraban en el l¨ªder la sustituci¨®n de muchos valores caducos por ideas populistas m¨¢s en la sinton¨ªa de un pa¨ªs absolutamente joven, no est¨¢n ya tan conformes con algunas de las ¨²ltimas reformas, como el servicio militar obligatorio, o con medidas como los ahorcamientos p¨²blicos y especialmente crueles de j¨®venes disidentes, como los ocurridos en abril. Amnist¨ªa Internacional ha denunciado la pr¨¢ctica de torturas en Libia y el encarcelamiento por motivos pol¨ªticos de centenares de personas.
Oposici¨®n integrista
Y hay algo m¨¢s que contestaci¨®n larvada en Libia. Tr¨ªpoli fue escenario en mayo pasado de una batalla campal entre fundamentalistas isl¨¢micos y la guardia revolucionaria. La represi¨®n que ha seguido contra los musulmanes tradicionalistas, que consideran imp¨ªas las reformas sociales y econ¨®micas del dirigente libio, ha sido implacable: al menos una docena de ejecuciones p¨²blicas y centenares de encarcelamientos. La oposici¨®n a Gaddafi ha sido diezmada."Ya no tenemos Estado, ni Gobierno, ni explotadores. El pueblo ser¨¢ ma?ana quien ostentar¨¢ todos los poderes". Con esta frase radical Gaddafi alud¨ªa recientemente al modelo instaurado por ¨¦l en Libia, convertida en un pa¨ªs-laboratorio para experimentos sociales en el que el principio director es una mezcla de marxismo e islamismo que tiene numerosos detractores en los dos campos. La Biblia de esta revoluci¨®n social, el Libro Verde, es un manual redactado por Gaddafi, pero no s¨®lo por ¨¦l, en el que con resonancias de Marx, Plat¨®n y Montesquieu se delinean los principios que deben hacer de Libia una sociedad "libre y feliz". Pero el camino hacia la destrucci¨®n de la "burgues¨ªa parasitaria", la virtual supresi¨®n de la propiedad privada y del comercio particular o la colocaci¨®n de un pueblo entero bajo las armas chocan con intereses y costumbres seculares. Y el sprint emprendido por Gaddafi en esta direcci¨®n est¨¢ plagado de obst¨¢culos.
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