El 'Tercer Mundo en casa'
EL GOBIERNO ha decidido por fin pelar las estad¨ªsticas oficiales sobre el n¨²mero de desempleados en Espa?a (paro registrado, controlado por el Ministerio de Trabajo, y encuesta de poblaci¨®n activa, elaborada por un organismo dependiente de Econom¨ªa y Hacienda) para hacerlas m¨¢s rigurosas y poder ofrecer, del modo m¨¢s unitario posible, el n¨²mero real de parados en Espa?a. El n¨²mero de desempleados en sentido estricto parece considerablemente menor que la cifra de m¨¢s de 2,6 millones que de modo reiterado se menciona en los datos oficiales. S¨®lo partiendo de este hecho se puede entender que Espa?a, con un desempleo del 20% de su poblaci¨®n activa (por otra parte, decreciente) haya consolidado sus instituciones democr¨¢ticas sin convulsiones sociales irreparables.Sin embargo, la intenci¨®n del Ejecutivo resulta sospechosa si se une al fracaso de su pol¨ªtica de empleo (el recuerdo de los 800.000 puestos de trabajo prometidos electoralmente resulta casi subversivo) y a ciertas opiniones que tienden a extenderse en la Administraci¨®n. Seg¨²n ¨¦stas s¨ª se habr¨ªan creado los 800.000 empleos prometidos o una buena parte de ellos, pero todos dentro de la econom¨ªa sumergida, ese segundo cintur¨®n, cada vez m¨¢s amplio, del aparato productivo de nuestro pa¨ªs. Y, al ser sumergidos, son imposibles de cuantificar.
Conviene detenerse una vez m¨¢s en este fen¨®meno de la econom¨ªa sumergida. Italia ha sido hasta ahora su paradigma m¨¢s concreto, pero todo indica que Espa?a se acerca cada vez m¨¢s a m¨®dulos de entendimiento entre la econom¨ªa oficial y la econom¨ªa golfa semejantes a los italianos. La Direcci¨®n General de Previsi¨®n y Coyuntura del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda sit¨²a el n¨²mero de trabajadores a domicilio en este momento entre los 600.000 y los 700.000. Tan amplia representaci¨®n de los sumergidos plantea la existencia de dos colectivos de trabajadores dif¨ªcilmente homologables dentro de una econom¨ªa dual cada vez m¨¢s institucionalizada: los poseedores de un empleo dentro de la econom¨ªa realmente existente, con derechos laborales, cierta seguridad y acogidos al peque?o welfare state espa?ol, y los trabajadores sumergidos, con condiciones laborales clandestinas, y que han pasado a laborar en muchos casos en peque?as y medianas sociedades con tecnolog¨ªa de punta y ordenadores personales como herramienta, subcontratados por grandes empresas de servicios e incluso multinacionales.
En algunas comunidades aut¨®nomas -por ejemplo, la catalana- algunas autoridades han llamado la atenci¨®n hacia el peligro que supone el que las sociedades sumergidas florezcan en un tiempo de crisis, por lo que conlleva de ejemplo para muchas de las que sobreviven malamente en condiciones legales. Y han mostrado como soluci¨®n para que emerjan la posibilidad de una moratoria fiscal. Cabe dudar de la bondad de la medida. Es muy probable que, m¨¢s que emerger, muchas industrias pasar¨ªan a la clandestinidad si pudiesen para beneficiarse de esa moratoria. M¨¢xime si al mismo tiempo se sigue aumentando el rigor fiscal, o si, en determinadas zonas, las autoridades auton¨®micas o municipales incrementan la presi¨®n impositiva.
El Tercer Mundo en casa, como se ha definido ¨²ltimamente la industria sumergida, es un fen¨®meno moderno apasionante que en algunas partes tiene que ver con el ultraliberalismo y la lucha contra la burocracia, pero que en Espa?a implica sobre todo situaciones de suciedad laboral, competencia desleal y subcontrataci¨®n. Posee por eso profundas implicaciones en la ineficacia del aparato administrativo y productivo. Y aunque fuese cierto el aserto de quienes mantienen que se est¨¢ creando empleo en estas ¨¢reas, no parece honesto ufanarse de ello.
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