Claudio Prieto cruza 'el paso del Ecuador'
Como en ocasiones an¨¢logas, Los lunes musicales de Radio Nacional -ya conoce temporadas de historia- han celebrado los 50 a?os de un compositor espa?ol. En este caso, Claudio Prieto, de quien, al cruzar ese vital paso del Ecuador, puede afirmarse sin rodeos que es un maestro en toda la extensi¨®n del t¨¦rmino. Magisterio y frescor creativo se confunden en el incesante laborar de Claudio Prieto, hombre tan aut¨¦ntico que reh¨²sa la publicidad, la promoci¨®n y dem¨¢s h¨¢bitos vanidosos y torcidos.Claudio Prieto es y est¨¢ en su m¨²sica, nacida, por lo pronto, del silencio. No es ninguna frase vana. Son escasos los creadores que saben ganar en lucha diaria, con tantas urgencias y convenciones, la necesaria cuota de silencio para pensar, meditar y vivir su propia m¨²sica; para madurar sus proyectos, seleccionar sus ideas, escuchar la m¨²sica interior y callada que despu¨¦s se har¨¢ sonido.
Desde tal actitud, el m¨²sico Claudio Prieto compuso en 1976, todav¨ªa muy joven, Arambol, para grupo de c¨¢mara, que inici¨® el programa homenaje al compositor palentino celebrado el lunes en la sala F¨¦nix. Cercana por la fecha y las inquietudes a Nebulosa o Catedral de Toledo, todas, desde su alto nivel de calidad, representan hoy una etapa superada por Claudio Prieto. Quedan atr¨¢s las presiones de la academia o de la vanguardia, los an¨¢lisis puntuales de Petrassi en Roma, la tentaci¨®n l¨²dicra y el exceso de complaciencia t¨ªmbrica. Todo ello fue hondamente asimilado por el m¨²sico para iniciar, m¨¢s que un segundo o tercer estilo, el camino definitivo, ligado, por una parte, a la palabra po¨¦tica (Alexandre, Manrique), y por otra, a una objetividad luminosa en la que la consideraci¨®n del sonido puro o combinado importa y hasta determina la precisi¨®n formal.
Ejemplos: la sinfon¨ªa, los conciertos, el segundo de los cuales para viol¨ªn ha sido galardonado con el premio Reina Sof¨ªa hace tan s¨®lo unas semanas, o p¨¢ginas de c¨¢mara de tanta significaci¨®n como las escuchadas ahora.
La turiniana, para piano (1982), luce una belleza extraordinaria en su claridad de pensamiento y lenguaje, as¨ª como en la sutil intencionalidad evocativa del maestro sevillano, realizada de modo muy personal y sin alusiones servilistas.
Homenaje al flautista
Otro tanto podr¨ªa decirse de la muy distinta Sonata n¨²mero dos, para clave, tambi¨¦n de 1982, en la que, como en el caso del piano, la flauta dulce o los la¨²des, se advierte un punto de partida que Prieto convierte de necesidad t¨¦cnica en motivo de inspiraci¨®n: la naturaleza del veh¨ªculo sonoro elegido.
En tal sentido se me antoja reveladora la p¨¢gina titulada Mar¨ªas (1983), dedicada a un especialista de singular m¨¦rito, largo conocimiento y refinada sensibilidad: el flautista ?lvaro Mar¨ªas.
Prieto ha tra¨ªdo a nuestro tiempo, con aires de espontaneidad, los sonidos antiguos de la flauta dulce, combinada con el clave.
No menos demostrativa del dominio t¨¦cnico y la seguridad conceptual de Claudio Prieto es la Serenata para cuarteto de la¨²des. Desde La oraci¨®n del torero, de Joaqu¨ªn Turina, no produjo autor espa?ol nada semejante: dome?ar completamente la caracter¨ªstica y fuerte personalidad del cuarteto de plectro para arrancarle, al m¨¢ximo, sus posibilidades evolutivas y expresivas.
La sala F¨¦nix se llen¨® de un p¨²blico interesado y entusiasta que dedic¨® a Claudio Prieto muy largas ovaciones, que el compositor comparti¨® con sus excelentes int¨¦rpretes: ?ngeles Renter¨ªa, pianista, sevillana en la que la gracia se hace hondura; el citado ?lvaro Mar¨ªas, tan exacto en la idea como en la realizaci¨®n t¨¦cnica; la clavecinista Genoveva G¨¢lvez, maestra en su especialidad y capaz de abarcar todas las ¨¦pocas y estilos; el cuarteto Grand¨ªo, perfecto heredero de una tradici¨®n que comienza con los hermanos Aguilar y prosigue con la familia Grand¨ªo, y la Academia Matritense, dirigida por Luis Izquierdo en la primera obra del programa.
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