Cataplasma
Ya est¨¢ aqu¨ª el nuevo eureka econ¨®mico, la m¨¢gica f¨®rmula explicalotodo que lo mismo sirve para un roto industrial que para un descosido textil, el parche sor Virginia de las estad¨ªsticas cr¨®nicas. Hablo del trabajo negro, del sector sumergido, de la actividad subterr¨¢nea, de la econom¨ªa oculta, del salario invisible. Que hay muchas y muy bellas maneras de metaforizar este fen¨®meno a la vez salvaje y salvador, fraudulento y necesario, indeseable y codiciado, que de pronto se convierte en el colch¨®n de la crisis.Si no fuera por la econom¨ªa sumergida -han repetido esta semana con flema desconcertante-, estar¨ªamos en una situaci¨®n revolucionaria con estos dos mifiones de parados que retratan las estad¨ªsticas. La frase es de tiritar. Por un lado, implica el reconocimiento de que la vieja revoluci¨®n proletaria todav¨ªa es posible, precisamente ahora que la izquierda ha olvidado los palacios de invierno, confortablemente abastifiada en su pragmatismo gubernamental o distra¨ªda con esas reivindicaciones callejeras de usar y tirar que se agotan cuando las pancartas que claman por lo obvio o por lo ex¨®tico llegan al final de la manifestaci¨®n. Por otro lado, la frase de doble filo admite p¨²blicamente el fracaso de los modelos econ¨®micos y la perplejidad de los economistas.
Si la econom¨ªa funcionase como prometen los modelos de los economistas, ser¨ªa el caos. Ahora resulta que los efectos perversos, impredecibles e impronunciables, de la econom¨ªa invisible son la cataplasma de la crisis. Defraudar a Boyer es un delito, pero esa tropel¨ªa fiscal que est¨¢ en el origen de la econom¨ªa subterr¨¢nea es un hecho decisivo para impulsar la actividad econ¨®mica. Transgredir la ley de las incompati-bilidades atenta contra los desempleados, pero esas empresas ocultas de los ?l¨ªcitos acumulados de trabajo generan a su vez nuevos empleos. Torear a la Seguridad Social es un crimen y hace aumentar peligrosamente la estad¨ªstica de parados, pero ese proletariado oculto, que vive y muere en las catacumbas del Estado, impide la revoluci¨®n proletaria. La econom¨ªa emergente ahoga, pero respiramos gracias a la econom¨ªa sumergida. Empiezo a sospechar que la paradoja se ha convertido en el nuevo motor de la historia. Al menos, de la historia econ¨®mica.
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