Willam DeVries espera que su t¨¦cniea se aplique masivamente
William DeVries, el cirujano que implant¨® el coraz¨®n artificial a William Schroeder, a pesar de su timidez con los medios de comunicaci¨®n accedi¨® a hablar sobre la operaci¨®n en la misma oficina del Humana Heart Institute donde conoci¨® por primera vez a su paciente. Esta entrevista, la primera que DeVries ha concedido, ofrece una visi¨®n m¨¢s amplia y cercana sobre lo que tanto ¨¦l como su paciente pensaban y las razones por las que hicieron lo que hicieron. El ahora famoso cardi¨®logo habla tambi¨¦n con candidez de s¨ª mismo y analiza las circunstancias que le llevaron a realizar esta hist¨®rica operaci¨®n.
Lo primero que recuerda es c¨®mo a Schroeder le bast¨® tan s¨®lo un d¨ªa decidirse a que le fuera tras plantado un coraz¨®n artificial. "Era a principios de noviembre, explica DeVries, "y pocos d¨ªas despu¨¦s sufri¨® un nuevo fallo cardiaco, con lo que su deseo se convirti¨® en imperativo; estaba deseando que empez¨¢ramos inmediatamente". "?l sab¨ªa que se estaba muriendo", contin¨²a DeVries, "y esperar era lo m¨¢s frustrante que pod¨ªa pasarles a Schroeder y su mujer". Sin embargo, adem¨¢s de no estar preparado f¨ªsicamente para soportar la operaci¨®n, el paciente deb¨ªa someterse a dos intervenciones preliminares para solucionar unos problemas de ves¨ªcula y arreglar su dentadura en previsi¨®n de posibles infecciones futuras.
El 17 de noviembre ambas operaciones se hab¨ªan llevado a cabo sin problemas y la fecha del trasplante qued¨® fijada para dos se manas despu¨¦s. Pero la ma?ana del viernes 23 de noviembre, DeVries recuerda c¨®mo uno de sus colegas le advirti¨® que la condici¨®n de Schroeder estaba empeorando por momentos. El trasplante deb¨ªa realizarse, a m¨¢s tardar, en las siguientes 48 horas, o el estado de paciente ser¨ªa ya irreversible. Se decidi¨® operar el domingo 25 a las ocho de la ma?ana.
El s¨¢bado por la ma?ana, mientras Schroeder descansaba, DeVries sali¨® de compras con Karen su mujer. Por la tarde volvi¨® a hospital para un ensayo general y habl¨® con el paciente una vez m¨¢s. Aquella noche se acost¨® a las diez "Fue la primera vez, que yo recuerde, que tuve problemas para dormir", explica.
Pero cuando lo consigui¨® fui despertado por una llamada telef¨®nica del hospital inform¨¢ndole de una serie de an¨¢lisis que indicaban que las funciones renales de Schroeder hab¨ªan empezado fallar.
DeVries sali¨® inmediatamente hacia el hospital, y recuerda ahora que, mientras conduc¨ªa su auto m¨®vil, pens¨® que deb¨ªa realizar el trasplante aquella misma noche, sin esperar al d¨ªa siguiente; pero, tras observar c¨®mo Schroeder dorm¨ªa pl¨¢cidamente, decidi¨® volver a su casa y esperar hasta el domingo por la ma?ana.
Otra llamada
De nuevo en su casa, fue despertado por otra llamada telef¨®nica, esta vez del doctor Robert Jarvik, el inventor del coraz¨®n artificial, que quer¨ªa hablar de la operaci¨®n."A las siete menos cuarto me despertaron de nuevo", recuerda; "todo el mundo quer¨ªa saber d¨®nde estaba y qu¨¦ pensaba hacer. Les dije que no se preocuparan, que estar¨ªa en el hospital a las ocho. Tranquilamente, tom¨¦ una larga ducha y mi esposa me condujo hasta el hospital". Mientras DeVries se vest¨ªa y preparaba para la operaci¨®n, el recuerdo de Barney Clark, el primer paciente a quien coloc¨® un cora z¨®n artificial, se le aparec¨ªa insistentemente. "Varias veces llam¨¦ Barney a Schroeder, y muchas otras me di cuenta de que estaba a punto de hacerlo. Incluso cuando lo llevaban hacia el quir¨®fano me dio la impresi¨®n de que se parec¨ªan mucho. En aquel momento vi la cicatriz de la operaci¨®n de bypass a la que hab¨ªa sido sometido anteriormente y pens¨¦ que iba a ser muy dif¨ªcil cortar a trav¨¦s de aquel tipo de tejido".
Sin embargo, el recuerdo de aquella primera operaci¨®n le sirvi¨® para darse cuenta de la gran diferencia entre los dos casos. "En aquel momento mi mente se fij¨® en cu¨¢nto m¨¢s simples y refrescantes eran las cosas esta vez, exentas de los nervios y los problemas organizativos de la primera. Me encontraba seguro de mi t¨¦cnica, a pesar de los dos a?os que hab¨ªan transcurrido, y lo ¨²nico que me preocupaba eran los accidentes o casualidades imprevisibles, que siempre pueden suceder".
De nuevo en quir¨®fano
La operaci¨®n de trasplante se realiz¨® sin ning¨²n problema; pero horas despu¨¦s Schroeder tuvo que entrar de nuevo en el quir¨®fano a causa de una hemorragia. DeVries abri¨® otra vez la cavidad tor¨¢cica del paciente mediante la misma incisi¨®n y utiliz¨® una m¨¢quina de succi¨®n para extraer la sangre que se almacenaba, pero sangre fresca flu¨ªa de nuevo sin que pudiera detectarse su origen.Una nueva inspecci¨®n no aport¨® datos nuevos, explica DeVries. "En el ¨¢rea donde se hab¨ªa cosido el coraz¨®n artificial a los restos del atria -la parte superior de los restos del coraz¨®n de Schroeder- no hab¨ªa hemorragia, tampoco en la sutura de la arteria que va a los pulmones. Pod¨ªa ver perfectamente una zona de 270 grados alrededor de la l¨ªnea de sutura a¨®rtica y en ella no hab¨ªa ning¨²n punto de donde brotara la sangre".
En este decisivo momento DeVries puso el dedo alrededor de la parte de la aorta que no pod¨ªa ver y la hemorragia ces¨®. Pidi¨® entonces que le trajeran espejos dentales para poder ver, pero no sirvieron de nada. "Entonces decid¨ª envolver esta zona con gelfoam y mantenerlo as¨ª, apretado con mis dedos, por espacio de diez minutos. La hemorragia ces¨®".
A estas alturas DeVries reconoce que a¨²n no sabe cu¨¢l era la causa de la hemorragia, pero insiste que volver¨ªa a hacer lo mismo si se encontrara de nuevo en aquella situaci¨®n. "Si no hubiera funcionado", explica el m¨¦dico, "hubiera tenido que sacar de nuevo el coraz¨®n e inspeccionar todos los puntos de sutura". Ahora, cuando se le habla de la rapidez con que Schroeder se est¨¢ recuperando, DeVries insiste en que entra dentro de lo previsto, y explica que que en un futuro los m¨¦dicos podr¨¢n realizar uno o dos trasplantes diarios.
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