Un escritor en la lejan¨ªa
Vengo de Madrid, del homenaje c¨¢lido, variado y divertido, a Camilo Jos¨¦ Cela. All¨¢ se queda ¨¦l, con sus ansias, sus aspiraciones y sus nostalgias. Quiz¨¢ encamine inmediatamente sus pasos hacia Palma de Mallorca. Pero, de una u otra forma, sigue estando all¨¢. Quiero decir, lejos de Galicia. ?Se deja invadir Camilo Jos¨¦, ¨¦l, de tan aparente resistencia, por la melancol¨ªa del alejamiento? Alguna vez he dicho, y ahora me gusta repetirlo, que los gallegos somos como ¨¢rboles. Necesitamos hundir las ra¨ªces en la tierra natal y de esa forma recibir alimento y justificaci¨®n. Pero ocurre que somos ¨¢rboles andariegos o, lo que es lo mismo, ¨¢rboles con las ra¨ªces al aire. Entonces se nos acaba la mantenencia y se esfuma la legitimidad. Las ra¨ªces, a punto de secarse, engendran angustia y esa angustia se llama morri?a. Un punto m¨¢s y se alcanza el reino misterioso y opaco de la saudade. La saudade es m¨¢s alejamiento de la tierra materna. Es alejamiento del ser.Pues bien, de lo primero, es decir, de las ra¨ªces al aire, menesterosas y amenazadas, tiene mucho la persona que se llama Camilo Jos¨¦ Cela. La Mazurca para dos muertos, gran novela, es muchas cosas: alarde estil¨ªstico, rememoraci¨®n dominada y visi¨®n en sarcasmo. Pero adem¨¢s, y al mismo tiempo, bulle en el relato la presencia soterrada y acuciante de la morri?a. De la inquietud por el alejamiento. La Mazurca para dos muertos es una larga y feroz melod¨ªa que ha sido posible por la exquisita sensibilidad de todo lo que roza la intemperie, y en ella parece disolverse.
?Hay saudade en lo que nuestro novelista escribe? Dicho de otra manera, ?aparece, por ventura, en los textos celianos la tiniebla del Ser, su posible contingencia y no menos posible falta de sentido? Si ahora dirigimos nuestra mirada intelectiva, o lo que fray Luis de Granada denominaba "hincar los ojos de la consideraci¨®n" en la obra de Cela, inmediatamente nos percataremos de que sobre sus lomos cabalga inesperadamente el ¨²ltimo tipo de angustia de la criatura humana, a saber: la angustia ante la muerte, el terror frente a la administraci¨®n total, definitiva y por siempre jam¨¢s. Repasemos cualquiera de los libros del escritor padron¨¦s y veremos claramente ese ¨²ltimo y fren¨¦tico temor. A todas luces, la crueldad celiana, el furibundo sarcasmo y la amarga risa de la iron¨ªa adquieren relive y significaci¨®n porque est¨¢n ejercitados desde ese otro ser nuestro que va m¨¢s all¨¢ de la melancol¨ªa para acceder, estremecedoramente, al reino de la mudez absoluta.
Alejamiento, morri?a, radical menesterosidad de la existencia humana. He aqu¨ª tres factores negativos pero muy decididamente actuantes, en la prosa de Camilo Jos¨¦ Cela. En su prosa gallega. Mas esta prosa, s¨®lo por ser gallega, tiene una veta de alegr¨ªa dionisiaca que alivi¨¢, neutraliza y disfraza las ¨¢speras negatividades existenciales de Mazurca para dos muertos. Se da en Galicia una fusi¨®n del hombre con la Naturaleza de amplio per¨ªmetro antropol¨®gico. La criatura humana hunde su propia textura en la textura de la tierra madre, y de esa manera surge una cierta unidad superior o, lo que es igual, una suma -hombre-naturaleza- que es m¨¢s que una suma. Esta integraci¨®n absoluta con el paisaje en torno difumina la vivencia de la muerte e incluso, en cierto sentido, la ennoblece. El hombre de Galicia respira la delicia de la vida como un aire casi siempre silente y recatado. En la Mazurca para dos muertos est¨¢ presente, a trav¨¦s de miserias, quebrantos, odios y venganzas, la entrega a la vida primaria, esto es, a la vida que toma cuerpo en el brillo de la luz solar, en la curva graciosa del horizonte o en el regazo acogedor del min¨²sculo valle oculto entre severas monta?as. De todo esto, de todo este entramado, complejo y de no f¨¢cil an¨¢lisis, hay en la novela de Camilo Jos¨¦ Cela. Dolor y optimismo. Entrega y rechazo. Esperanza y destrucci¨®n. Barbarie y ternura. As¨ª, con es te juego de contrarios. Con esta esencial contradicci¨®n. Como la que rezuma, bronca y l¨ªrica a la vez, de Mazurca para dos muertos.
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