Media Italia, tras las rejas
Los juicios masivos contra terroristas y, pistoleros, entre el drama y el espect¨¢culo
Italia est¨¢ viviendo una serie de grandes procesos judiciales, algunos masivos, cargados de espectacularidad. Decenas de inculpados, desde el ex banquero Michele Sindona hasta la crema de las Brigadas Rojas, comparecen, entre medidas casi de guerra, ante tribunales de Roma o Mil¨¢n. En N¨¢poles y Palermo se preparan juicios contra centenares de camorristas y mafiosos. El fen¨®meno est¨¢ siendo analizado por psic¨®logos y expertos en sociolog¨ªa. Junto al inevitable dramatismo inherente a todo proceso judicial, se dan cita en Italia la teatralidad y unas peculiares connotaciones sociales.
, El llamado proceso Moro 3 est¨¢ en su apogeo en Roma. Es la apelaci¨®n de 57 terroristas ya condenados, la mayor parte a cadena perpetua, acusados de haber organizado o participado en el secuestro y asesinato del pol¨ªtico y l¨ªder democristiano Aldo Moro. En Padua ser¨¢n juzgados 121 inculpados del que fuera movimiento ultraizquierdista Autonom¨ªa Obrera, cuyo jefe era el catedr¨¢tico de Derecho del Estado Toni Negri. Roma espera un nuevo juicio a otros 197 brigadistas y en Mil¨¢n, el jueves, los jueces dictaron diecinueve cadenas perpetuas contra miembros de la columna terrorista de ultraizquierda Walter Alasial.En Mil¨¢n ha empezado a ser juzgado un delincuente de lujo, Michele Sindona, banquero considerado hace 10 a?os como el salvador de la lira en Italia. En su primera comparecencia ante el tribunal, los flashes de las c¨¢maras fotogr¨¢ficas se dispararon durante 16 minutos hacia un Sindona al que los fot¨®grafos gritaban sin cesar "ac¨¦rcate".
En N¨¢poles se est¨¢ preparando todo para el mayor proceso en la historia de la organizaci¨®n criminal Camorra. Los acusados son 700, y ser¨¢n divididos en dos grupos de 350 cada uno. Dentro de unos meses, se abrir¨¢n en Palermo las puertas del tribunal de justicia para m¨¢s de 300 mafiosos que fueron detenidos a ra¨ªz de la espectacular redada llevada a cabo tras las confesiones del arrepentido Massimo Buscetta.
Todos los procesos en marcha y los que se preparan tienen en com¨²n un cinematogr¨¢fico despliegue de medidas de seguridad, m¨¢s aparatoso que real, en el que se utilizan desde veh¨ªculos blindados y helic¨®pteros hasta de cenas de agentes del cuerpo especial de la polic¨ªa y sofisticados sistemas de control. En el imponente escenario del tribunal donde est¨¢n siendo juzgados los responsables del asesinato de Moro, un gimnasio dentro del Foro It¨¢lico, vieja construcci¨®n fascista, hay un carro blindado ligero que se mueve entre los asistentes.
Es famoso el helic¨®ptero, llamado en clave Nibbio 2, que va siguiendo a las furgonetas de la polic¨ªa que trasladan desde la c¨¢rcel romana de Rebibbia a los acusados. El momento en que llegan y salen los presos tiene casi sabor de guerra o de asedio. Pero lo curioso es que escenas as¨ª se vienen repitiendo diariamente desde hace a?o y medio, entre la total indiferencia de los ciudadanos, para quienes el Nibbio 2 es ya un aparato familiar, como un cometa que aparece cada d¨ªa en los cielos de Roma. En la sala de vistas, el mayor espect¨¢culo es el de las enormes jaulas con barrotes, acordonadas por los agentes de seguridad, en las que est¨¢n encerrados los acusados. En el Foro It¨¢lico, por ejemplo, las jaulas son seis, ya que los terroristas all¨ª juzgados quisieron estar separados seg¨²n sus diversas posiciones: los arrepentidos, los simplemente disociados, pero no arrepentidos; los arrepentidos y confesores o delatores, como los llaman sus enemigos; los irreductibles o no arrepentidos; los brigadistas rojos, y los de Primera L¨ªnea.
Los enjuiciados cambian a veces de jaula. Si uno de los simples disociados se convierte ma?ana en arrepentido, pasa a la jaula de aqu¨¦llos. A veces hay peleas, porque el grupo de los arrepentidos no cree en su conversi¨®n y no lo aceptan. Desde una jaula a otra se insultan entre ellos y se amenazan o se lanzan mensajes en clave.
Vivir en una jaula
El momento culminante del espect¨¢culo es cuando entran en las jaulas. Los familiares est¨¢n separados de los periodistas y de los abogados, entre el p¨²blico que puede asistir libremente. Pero entre las jaulas y el p¨²blico hay una distancia de unos 30 o 40 metros. Los acusados, al reconocer de lejos a sus parientes y amigos, empiezan a comunicarse con ellos a gritos: "Mam¨¢", dice una brigadista, "c¨®mprame un jersei verde de la talla 46", "Saluda al t¨ªo Ricardo", "D¨ªle a mi primo que le agradezco su libro", "?Te gusta c¨®mo me he peinado?"
La periodista Carla Mosca, que ha seguido para la televisi¨®n italiana estos grandes procesos, dec¨ªa a este peri¨®dico que lo que m¨¢s impresi¨®n le causa es ver a esos j¨®venes duros, que han confesado impasibles cr¨ªmenes horribles con todos sus pormenores, gritar despu¨¦s como ni?os amedrentados e interesarse con tanto ah¨ªnco por peque?os asuntos dom¨¦sticos. Y a?ade que en pocos momentos como en este contacto a distancia con sus familiares se palpa el proceso de regresi¨®n forjado en la c¨¢rcel.
Terminadas estas escenas y la lucha de los periodistas para burlar -a los carabinieri y acercarse a las jaulas para arrancar una minientrevista a alg¨²n acusado, todo cambia. Los procesados, en general, se sientan dentro de las jaulas dando la espalda al p¨²blico. Y all¨ª, en corro, charlan, fuman o juegan a la baraja.
Alguna pareja, protegida por un muro de cuerpos que le sirve de escudo, hace el amor. As¨ª fueron concebidos, en una jaula de ¨¦stas, los gemelos nacidos en la c¨¢rcel de Giulia Borelli, recientemente bautizados en la prisi¨®n por el arzobispo de Mil¨¢n, Carlo Maria Martini.
Durante las largas horas del proceso, los acusados viven mejor que el p¨²blico o los periodistas. Como rechazan al Estado y no quieren abogados defensores, se evaden de lo que sucede alrededor. Y adem¨¢s pueden tomarse en la jaula sus tazas de leche con galletas o sus bocadillos de jam¨®n.
Una singular caracter¨ªstica es el modo de vestir de los acusados. Las chicas, sobre todo, van elegant¨ªsimas siempre, porque para ellas, como dice la periodista de Il Manifesto Giovanna Pajetta, el proceso es como para el ama de casa vestirse para ir al centro o al teatro. Saben que las van a mirar cientos de ojos. El problema es que como no pueden ver los escaparates ni las tiendas tienen que pedir a gritos a sus familiares tal o cual vestido o blusa que han visto en alguna revista en la c¨¢rcel.
Pero la pobre madre, o t¨ªa, o hermana, despu¨¦s no encuentra muchas veces aquella prenda, y entonces empieza el di¨¢logo a gritos: "C¨®mpramela entonces lo m¨¢s parecida, que vaya bien de color con una falda marr¨®n", etc¨¦tera.
Comportamientos diferentes
Hay diferencias esenciales en estos procesos masivos, seg¨²n se trate, por ejemplo, de terrorismo pol¨ªtico, o de delincuencia organizada como la Camorra napolitana o la Mafia. En los procesos por terrorismo a las Brigadas Rojas, por ejemplo, no existe pr¨¢cticamente p¨²blico, fuera de familiares y periodistas. La gente tiene miedo de asistir. Temen ser fichados, ya que los documentos de identidad de los asistentes son fotografiados por la polic¨ªa.
Los juzgados por terrorismo no hablan con la gente que no conocen. Con los miembros de la Camorra es al rev¨¦s; primero, porque si todo proceso italiano multitudinario es un espect¨¢culo, en N¨¢poles esta teatralidad se multiplica. La Camorra tiene adem¨¢s raices populares y sus miembros son vistos mas como h¨¦roes que como delincuentes.
Los camorristas hablan con el p¨²blico, y ¨¦ste, a su vez, con los inculpados. Adem¨¢s, mientras en los procesos por terrorismo pr¨¢cticamente no existen abogados, porque los activistas los rechazan, en los de la Camorra, es al rev¨¦s; los bancos reservados a los abogados est¨¢n de bote en bote, porque para el camorrista el abogado es imprescindible. De ¨¦l depende el poder presentar pruebas para demostrar su inocencia, o, en el peor de los casos, su debilidad mental.
Con la Mafia es distinto. Hay m¨¢s miedo. Los juicios se parecen m¨¢s a los que se desarrollan contra terroristas y el siciliano es m¨¢s introvertido. Nadie acepta conocer o ser conocido por los mafiosos. Todo es m¨¢s dram¨¢tico y m¨¢s oscuro.
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