A 36 a?os de la Declaraci¨®n Universal
La permanencia de los derechos humanos en el temario internacional y la porf¨ªa del movimiento mundial de derechos humanos, que contin¨²a creciendo y haciendo o¨ªr su voz, debe haber sorprendido a los muchos que, a¨²n a mediados de los a?os setenta, segu¨ªan diciendo que todo eso era un barullo pasajero, una preocupaci¨®n estacional que pronto dar¨ªa lugar a nuevas bogas pol¨ªticas. Con el paso del tiempo, y desde el mirador de internacionalista en que se sit¨²a tanto m¨¢s naturalmente la generaci¨®n de esta ¨¦poca de comunicaciones instant¨¢neas, se aprecia el tema de los derechos humanos en su real envergadura: la de una de esas grandes cuestiones de ¨¦tica pol¨ªtica que, como la independencia y autodeterminaci¨®n de los pueblos o la abolici¨®n de la esclavitud, nacen del clamor de las gentes y de la autoridad de pensadores se?eros, suscitan creciente adhesi¨®n popular, ocupan los afanes de la humanidad por uno o m¨¢s siglos y terminan por cambiar decisivamente el orden de las cosas.Se hubiera dicho que un vistazo a la historia de Occidente de los ¨²ltimos siglos habr¨ªa bastado para discernir el hilo conductor que trae el tema de los derechos humanos desde las garant¨ªas extra¨ªdas otrora al rey o al se?or feudal hasta el presente, pasando por ese semillero de ideas y movimientos libertarios que fue el siglo XVIII y por las arduas luchas ulteriores, que buscaban hacer extensivos esos derechos a la mujer y a los despose¨ªdos. Y es cierto: bajo distintos nombres y a escala m¨¢s reducida, lo que hoy llamamos derechos humanos es bandera de antigua data.
Pero no fue sino despu¨¦s de la II Guerra Mundial que los derechos humanos adquirieron extensi¨®n universal. Sacudidas por la barbarie de la reciente guerra, las naciones independientes de la ¨¦poca se abocaron, a la preparaci¨®n de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, proclamada en 1948. En su treintena de art¨ªculos, la declaraci¨®n reconoce una vasta gama de derechos cuya protecci¨®n considera esencial, "a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebeli¨®n contra la tiran¨ªa y la opresi¨®n". En algunos casos, como la prohibici¨®n de tortura, la norma es absoluta, y la obligaci¨®n contenida en ella, clara. Los derechos econ¨®micos y sociales, en cambio, est¨¢n formulados m¨¢s como aspiraci¨®n que como obligaciones exigibles. Esto no quiere decir que a la luz de la ¨¦tica unos derechos sean de mayor rango que otros, sino que refleja la variedad de sistemas pol¨ªticos e ideolog¨ªas representados en las Naciones Unidas, lo que no impidi¨® arribar a acuerdos cabales en ciertas materias, pero impuso, sin embargo, la necesidad de transigir en otras.
Formulaci¨®n de valores
Con todo, y pese 2 sus muchas insuficiencias, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos es probablemente el acuerdo expl¨ªcito de mayor alcance a que la humanidad ha llegado en materia de formulaci¨®n de valores. Esto ha quedado demostrado en la pr¨¢ctica, particularmente, en los ¨²ltimos quince a veinte a?os. En este per¨ªodo, movimientos pro derechos humanos se han multiplicado, rehusando aceptar las barreras de fronteras nacionales en la lucha por la libertad de pensamiento y la justicia. Frente a los abusos de los poderes constituidos, la protesta se manifiesta crecientemente en el lenguaje de los derechos humanos. Portavoces de distintas corrientes pol¨ªticas o tradiciones religiosas se expresan en ese lenguaje com¨²n, como un modo de poner el acento en lo que las une. Ni los tiranos se atreven a desconocer los derechos humanos, y se excusan m¨¢s bien intentando negar los actos que han cometido.
. Sostengo que todo esto es un indicio de la lenta, pero firme, gestaci¨®n de un sistema de valores de aceptaci¨®n universal. Y es que el mundo ha comenzado a tomar conciencia de su irreductible unidad, de su condici¨®n de naciente comunidad. Una comunidad llena, de contradicciones y pugnas, y cuya viabilidad est¨¢ a¨²n por demostrarse, pero, pese a todo, e inevitablemente, una comunidad. No podr¨ªa concebirse una comunidad sin un cuerpo de valores compartidos, y la historia nos ense?a cu¨¢n importante es el libro, un texto que haga de dep¨®sito, sost¨¦n y referencia obligada de ese cuerpo de valores.
As¨ª mirada, la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos emerge como un cap¨ªtulo fundamental de ese libro com¨²n, a la vez laico y sagrado, que la humanidad ha comenzado a escribir.
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