El fin y los medios
Dos ejemplos con nombre propio, extra¨ªdos de la lista inabarcable de casos an¨®nimos de este tipo que ofrece la vida diaria:Alvaro Delgado es un profesional de la pintura. Por su condici¨®n de tal fue elegido miembro del Patronato del Museo Es pa?ol de Arte Contempor¨¢neo Como pintor, Delgado ambiciona ver uno de sus cuadros colgado en ese museo. El pintor juzg¨® incompatible esta leg¨ªtima ambici¨®n con su permanencia en dicho patronato, que es el organismo que decide qu¨¦ cuadros ha de adquirir el museo. En consecuencia, present¨® su dimisi¨®n como miembro de dicho patronato. Ning¨²n peri¨®dico dio de este gesto noticia. No es noticia hacer lo que uno debe hacer.
Juan Margallo es un profesional de la escena. Por su condici¨®n de tal fue elegido miembro del Consejo del Teatro. Las funciones de este consejo, dentro de la direcci¨®n general del ramo, son s¨®lo consultivas, pero a causa de la apresurada reorganizaci¨®n en que se encontraba ese organismo a primeros de 1983, su responsable, Jos¨¦ Manuel Garrido, pidi¨® a los miembros del Consejo del Teatro que asumieran provisionalmente una funci¨®n que no les correspond¨ªa: estudiar y conceder subvenciones a compa?¨ªas teatrales privadas que la hubieran solicitado. Juan Margallo, que es director de una de esas compa?¨ªas, El Gayo Vallecano, retir¨® su solicitud por considerar que era, cito literalmente, "inimaginable ser al mismo tiempo miembro de un organismo subvencionador y aspirante a una subvenci¨®n".
Nadie hizo de este gesto noticia. La normalidad no es noticia.
S¨ª fue, en cambio, noticia, y no de letra peque?a, que tres pel¨ªculas en las que tienen intereses directos dos miembros de la comisi¨®n. subvencionadora del cine fueran subvencionadas por la misma comisi¨®n a que pertenecen. Un hecho as¨ª es noticia no s¨®lo porque vulnera normas jur¨ªdicas generales y principios de acatamiento universal de derecho com¨²n -?en qu¨¦ latitud .civilizada de este planeta se admite que alguien que aspira a ganar un concurso est¨¦ capacitado para valorar los m¨¦ritos o dem¨¦ritos de los otros concursantes?-, sino tambi¨¦n y sobre todo, puesto que el hecho fue sancionado y bendecido por un organismo p¨²blico como la Direccci¨®n General de Cinematograf¨ªa, porque se trata de un estrepitoso error pol¨ªtico.
La aplicaci¨®n de la ley
El error procede de la aplicaci¨®n de la ley y no de la ley aplicada. El subrayado no es arbitrario, porque aparta el oro de la ganga en la confusa f¨®rmula que se maneja en la arriba citada carta de apoyo de profesionales del cine espa?ol a la pol¨ªtica de la direcci¨®n general, al no distinguirse en ella entre la ley en cuanto tal, que es intachable, y su desarrollo administrativo posterior, que no lo es en absoluto. ?Por qu¨¦? Porque, si no se tiene el juicio empapelado en nieblas, no puede ser considerado intachable un m¨¦todo que introduce en la aplicaci¨®n pr¨¢ctica de un texto jur¨ªdico normal un factor permanente de anormalidad que ya ha dado lugar a dos noticias y que, de seguir aplic¨¢ndose, dar¨¢ lugar, sin duda, a otras, con el consiguiente descr¨¦dito que acarrea una acumulaci¨®n de noticias de esta especie.
Una cosa es el decreto Mir¨®, que es una buena ley, y otra su nada buena forma de aplicarse, dos realidades que, pese a ser notoriamente divergentes, la citada carta de apoyo mete, a todas luces con desinformaci¨®n, en el mismo saco. La ley racionaliza la financiaci¨®n del cine espa?ol, mientras que su aplicaci¨®n introduce en ella un elemento viciado de irracionalidad cuyas consecuencias est¨¢n a la vista; la ley quiere modernizar una estructura de producci¨®n arcaica, mientras que su aplicaci¨®n est¨¢ contaminada por el arca¨ªsmo que la ley quiere destruir; la ley pone en la cuneta a los enemigos declarados de su filosofila -que son principalmente las distribuidoras multinacionales norteamericanas y los adversarios pol¨ªticos del actual equipo de la Direcci¨®n General de Cinematograf¨ªa-, mientras que su aplicaci¨®n permite que tales enemigos se carguen de razones para intentar acabar con ella.
Hay que defender esta ley, pero s¨®lo ser¨¢ posible hacerlo con efectividad si se empieza por combatir su p¨¦sima aplicaci¨®n actual, que es, para mayor inri, f¨¢cilmente rectificable si se tiene suficiente claridad mental y humildad -es lo mismopara darse cuenta de ello. La defensa del actual sistema de aplicaci¨®n de la ley no tiene otra apoyatura que el argumento desp¨®tico por excelencia: el fin justifica los medios, un argumento nada acorde con los tiempos que vivimos en Espa?a y que cae en el imperdonable olvido de que son precisamente los medios los que determinan fatalmente el fin.
Babelia
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