El futuro de los comunistas espa?oles
LA RECIENTE incorporaci¨®n de un grupo de antiguos dirigentes y cuadros del Partido Comunista de Espa?a (PCE) a la fracci¨®n disidente encabezada por Ignacio Gallego -caracterizada por su fidelidad a la Uni¨®n Sovi¨¦tica y por el cultivo de la liturgia y los dogmas de la III Internacional- significa un nuevo paso en el camino de desintegraci¨®n emprendido por los comunistas espa?oles casi desde su legalizaci¨®n. A la vez, los esfuerzos de Santiago Carrillo para recuperar el control del PCE, de cuya secretar¨ªa general se vio forzado a dimitir tras la cat¨¢strofe electoral del 28-O, siguen cargando de tensiones la vida de esa organizaci¨®n, que no logra recuperar la militancia perdida ni aprovechar las oportunidades brindadas por las duras medidas gubernamentales de ajuste econ¨®mico y el viraje de los socialistas hacia la permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica. De esta forma, el grupo dirigente de Gerardo Iglesias se ve amenazado, simult¨¢neamente, por el desgaste interno de la ofensiva de Carrillo y por la competencia externa de la fracci¨®n disidente de Ignacio Gallego.El trasvase de profesionales del aparato -como el ex vicesecretario Jaime Ballesteros- hacia el grupo paleocomunista bendecido por la Uni¨®n Sovi¨¦tica tiene, probablemente, menos importancia para el futuro del PCE que los disuasivos efectos de cansancio y desaliento producidos por una crisis interna de nunca acabar -m¨¢s tediosa que el cuento de la buena pipa- sobre los militantes y los potenciales electores comunistas. La explosiva mezcla de ambiciones personales, derechos de primogenitura, fanatismos doctrinales y pol¨¦micas bizantinas han convertido a la familia comunista en un hogar desgarrado por peleas interminables, rencores eternos y venganzas sin cuento.
Las causas del hundimiento del PCE -ca¨ªdo en la confusi¨®n desde los elevados niveles de la clandestinidad y desde las modestas alturas de las dos primeras legislaturas democr¨¢ticas-, atribuibles espec¨ªficamente a sus responsables, no resultan f¨¢ciles de ponderar. Los errores t¨¢cticos de Santiago Carrillo, obsesionado por forzar un imposible Gobierno de concentraci¨®n en el per¨ªodo constituyente y empe?ado en desbordar a los socialistas por su derecha para pactar con Adolfo Su¨¢rez, han desempe?ado probablemente un destacado papel en esa acelerada decadencia. La incapacidad de la vieja direcci¨®n para entender los cambios econ¨®micos, sociales y culturales producidos en Espa?a y para sintonizar con las generaciones que no hab¨ªan luchado en la guerra civil camin¨® en el ni?smo rumbo. El eurocomunismo trat¨® de sustituir los oxidados mitos del marxismo-leninismo, pero fracas¨® en buena medida por culpa de su laxitud te¨®rica y de su imprecisi¨®n conceptual. En esa Esta de concausas deben figurar tambi¨¦n los h¨¢bitos autoritarios y de intolerancia del PCE, que rebrotaron espectacularmene con la expulsi¨®n de los renovadores en el oto?o de 1981.
.El futuro de los comunistas espa?oles -sus expectativas electorales conjuntas, el resultado de la batalla entre el PCE y el grupo prosovi¨¦tico de Ignacio Gallego, el desenlace del conflicto que enfrenta a Santiago Carrillo con la direcci¨®n de Gerardo Iglesias- no resulta f¨¢cil de pronosticar. La propensi¨®n de significativos sectores de su base electoral y militante hacia las formulaciones radicales y primitivas y hacia las recetas m¨¢gicas y simplistas es tan evidente como su resistencia a elaborar respuestas positivas para los complejos problemas que plantean la crisis econ¨®mica y las transformaciones de la sociedad espa?ola. La interminable cadena de divisiones y escisiones tal vez haya producido, como si se tratase de una selecci¨®n natural a la inversa, el reforzamiento de esos rasgos negativos. Si esa hip¨®tesis se confirmara, ser¨ªa diricil que el espacio dejado a su izquierda por los socialistas fuera aprovechado por los comunistas, m¨¢xime cuando la feroz lucha librada por la imagen de marca no hace sino agrandar el abismo que les separa de la confianza popular.
El grupo de Ignacio Gallego ha hecho una apuesta a favor del extremismo, del sectarismo y del doginatismo. Dentro del PCE, Santiago Carrillo y sus leales juegan una carta parecida, aunque con los ritmos que su t¨¢ctica de desgaste interno impone. La convergencia de talante y de objetivos entre Carrillo y Gallego tropieza, sin embargo, con una muralla de desconfianzas pol¨ªticas, agravios personales y rencores hist¨®ricos mutuos. Pero la ofensiva combinada, desde dentro y desde fuera, contra el equipo de Gerardo Iglesias, que trata de abrir una v¨ªa a la italiana, no puede dejar de producir sus efectos. En cualquier caso, los pron¨®sticos sobre el porvenir de los comunistas espa?oles deber¨¢n tomar necesariamente en consideraci¨®n, como factor decisivo, la pol¨ªtica de apoyos y de respaldos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que viene ¨²ltimamente apostando (como demuestran los casos de Holanda, el Reino Unido, Finlandia y Francia) por las opciones m¨¢s sectarias dentro de los partidos comunistas occidentales.
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