Pecado original
A ver si lo entiendo: consumir ya no es pecado, aquel nefando pecado original de los sesenta; pero s¨ª lo es la publicidad del producto de consumo. Es la conclusi¨®n a la que llego despu¨¦s de leer esos rituales y abrumadores art¨ªculos, ensayos y cartas al director contra el frenes¨ª consumista que surge durante estas fiestas. En el discurso del izquierdista duro, el acto pecaminoso se ha trasladado del objeto al signo, de la materia prima a la imagen terciaria, de la mercanc¨ªa simb¨®lica al s¨ªmbolo de la mercanc¨ªa, del mostrador y del escaparate a la valla y al spot. Ya no es el hecho de consumir lo que se terne y se denuncia, como ocurr¨ªa en la era marcusiana, sino el hecho de consumir la publicidad de nuestro propio consumo. Lo que irrita la moral progre no es la cosa, es el anuncio de la cosa.Yo no s¨¦ si este curioso cambio de estrategia en la cr¨ªtica tiene que ver con la crisis de la izquierda o es otro s¨ªntoma de la famosa desmovilizaci¨®n ideol¨®gica. Pero de la misma manera que aquellas may¨²sculas y universales utop¨ªas se han fragmentado en esos movimientos sociales de usar y tirar, y la lucha revolucionaria ha evolucionado de la transformaci¨®n radical del todo a la reforma gradual de las partes, aquel viejo cabreo anticonsumista que estuvo en el origen del discurso izquierdoso ha virado bruscamente de la materialidad del objeto a la publicidad del signo.
Hubo un tiempo en que las cosas estaban claras. Producir era bueno y consumir era malo. En eso consisti¨® la profunda filosof¨ªa de la revoluci¨®n cultura]. Pero ahora que hasta los padres de la criatura han inundado las calles de Pek¨ªn, Shanghai y Cant¨®n de televisores, lavavajillas y v¨ªdeos, en un decidido intento de cruzar el comunismo con el consumismo a ver qu¨¦ pasa, el desconcierto de la progres¨ªa se manifiesta odiando las vallas y los spots. Como ya no hay esl¨®ganes que gritar, se grita contra esos esl¨®ganes que proclaman las virtudes del objeto que consumimos religiosamente. Esa fobia izquierdista contra la publicidad es la rabieta contra el espejo que refleja a cuatricrom¨ªa tan espectacular contradicci¨®n. El original pecado de la publicidad consiste en que hace la publicidad callejera de nuestro pecado original.
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