Los amores de Ana Ozores
?C¨®mo puede decir don Jos¨¦ I. Gracia Noriega la sarta de desafueros que espeta en EL PAIS del 16 de diciembre ¨²ltimo en el art¨ªculo titulado Los amores seniles de Ana Ozores?
En quien este se?or encuentra "uno de los personajes m¨¢s tontos y pesados de la literatura espa?ola", yo admiro a un ser que padece una prodigiosa feminidad atropellada por la compacta barbarie de su entorno. Ana Ozores es ligera, fr¨¢gil, imaginativa, sensual, v¨ªctima indefensa del engranaje socioecon¨®mico y cultural que mueve a esos "personajes de carne y'hueso" que tanto admira el se?or Gracia Noriega. ?Es que La Regenta no est¨¢ viva, no es de carne y hueso? Dudo de la permeabilidad, en tanto lector, del articulista cuando considera "aburrida, remilgada e indecisa" a quien tiene una enorme y reprimida capacidad de goce, mal tallada por un destino adverso y recio y desconcertada ante la imposibilidad de elegir entre tanta incuria. Las desazones religiosas, los deliquios y, sobre todo, el adulterio de Ana Ozores (tan liberalizador, tan disparatado y tan subversivo) son el residuo forzoso de ese enjaulamiento en el que la fatalidad tiene constantemente arrinconada a La Regenta: cuando intenta enfrentarse a tales redes, la sociedad que las ha tejido la aniquila.
Esta obra, tan clarificadora y tan viviente, no puede leerse "de dos maneras", como pontifica el articulista, sino de muchas m¨¢s, tantas como posibilidades de percepci¨®n se den en lectores que son, afortunadamente, distintos a quien escribi¨® tal art¨ªculo.-
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