La crisis de las vanguardias y la cultura moderna
En el mundo moderno, las vanguardias se han convertido en una idea art¨ªstica e intelectual de signo ambiguo. Propio de ellas es la ruptura revolucionaria con los valores tradicionales, con la cultura objetivada, y la defensa hist¨®rica de lo nuevo y la emancipaci¨®n. Las vanguardias fueron y son movimientos de resistencia y de cr¨ªtica y manifestaciones art¨ªsticas en las que se ensancha el sue?o y la utop¨ªa. Hoy, sin embargo, las vanguardias se han convertido tambi¨¦n en un ritual primitivo de la cultura de masas y del consumo cultural: su signo no es cr¨ªtico, sino acomodaticio a las leyes de producci¨®n y reproducci¨®n econ¨®mica; su car¨¢cter es profundamente conservador.A esta ambivalencia de las vanguardias se a?ade una parad¨®jica condici¨®n: lo esencial en las vanguardias es su apertura al futuro, su proyecci¨®n a lo radicalmente nuevo; pero en el mundo de hoy las vanguardias constituyen un hecho pasado, parte de nuestra memoria hist¨®rica, y un motivo nost¨¢lgico en torno al cual articulamos una identidad museal. Las vanguardias ya no se encuentran ni en nuestras calles ni en la primera fila de nuestra lucha por la sobrevivencia, sino en los museos. Abandonaron su tenor activista para arroparse, incluso en sus portadores actuales, bajo un gesto distante y profesoral. Este car¨¢cter museal que las vanguardias art¨ªsticas han asumido desde la II Guerra Mundial est¨¢ ¨ªntimamente relacionado con su nuevo sentido ritual y conservador. Las vanguardias se han convertido en principio de identificaci¨®n cultural, un factor legitimatorio, ideol¨®gico; y han abandonado el terreno de la resistencia y de la cr¨ªtica.
Su nuevo papel ritual y legitimatorio no se debe a un acaso. Es m¨¢s bien el testimonio de su agotamiento, de una incapacidad de crear a partir de los principios ¨¦ticos y est¨¦ticos, como tambi¨¦n t¨¦cnicos y sociales, que los fundaron; es el testimonio de su conciencia de fracaso. El fracaso de las vanguardias es el fracaso de su utop¨ªa social y cultural, erigida en Europa entre las dos guerras y desarrollada m¨¢s tarde, en una escala m¨¢s amplia y profunda, en el Nuevo Mundo. Pero, ?de qu¨¦ sue?o hist¨®rico, proyecto art¨ªstico y utop¨ªa cultural se trata?
Las vanguardias de nuestro siglo, en la pintura, la arquitectura, el cine o la literatura, nacieron con las nuevas formas de producci¨®n y reproducci¨®n tecnol¨®gica y en favor de ellas. Los signos que caracterizaron el discurso vanguardista eran: el maquinismo, la abstracci¨®n, el c¨¢lculo cartesiano de la composici¨®n, el dominio tecnol¨®gico, la racionalidad... Las nuevas tecnolog¨ªas y concepciones cient¨ªficas, surgidas a lo largo del desarrollo industrial del siglo XIX, abrieron explosivamente las puertas a posibilidades pl¨¢sticas y expresivas revolucionarias. El maquinismo liber¨® una nueva creatividad. En los vol¨²menes puros de la nueva arquitectura, en los s¨ªmbolos espirituales de la po¨¦tica expresionista, en las transparencias luminosas de la pintura cubista o en la claridad cartesiana de las composiciones neoplasticistas se pon¨ªa de manifiesto una nueva sensibilidad y, a trav¨¦s de ella, un sentir hist¨®rico y social de signo emancipador. Hoy todav¨ªa percibimos la palpitante ingenuidad de la utop¨ªa social igualitaria, internacionalista, racionalista y socialista en las composiciones suprematistas, en los m¨¢s j¨®venes dise?os de la Bauhaus o en los proyectos para Brasilia. El nuevo arte se volcaba a una perspectiva esperanzada de la ciudad y la civilizaci¨®n.
Sin embargo, bajo nuestra perspectiva hist¨®rica actual, aquellas mismas posibilidades tecnol¨®gicas ya no encierran una dimensi¨®n humana positiva. Lo nuevo, en nuestro universo de carreras tecnol¨®gicas fundamentalmente agresivas, ya no puede identificarse con lo mejor. La idea misma de vanguardia se ha vuelto ambivalente, porque el ideal civilizatorio del progreso cient¨ªfico-t¨¦cnico, al que est¨¢ ligada, se ha vuelto contradictorio. El aumento de nuestras posibilidades tecnol¨®gicas de dominio coincide con el desarrollo de nuestras posibilidades materia les de destrucci¨®n y nuestro potencial social de regresi¨®n totalitaria. Las nuevas tecnolog¨ªas se imponen con la fuerza de un principio culturalmente empobrecedor y pol¨ªticamente coactivo. Esta situaci¨®n nos obliga hoy a una cr¨ªtica radical de los aspectos negativos de las vanguardias
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La crisis de las vanguardias y la cultura moderna
Viene de la p¨¢gina 11hist¨®ricas y actuales: su papel integrador del arte y la vida humana a las exigencias de la reproducci¨®n tecnol¨®gica y a los imperativos del consumo mercantil, su funci¨®n cultural como agente de colonizaci¨®n y racionalizaci¨®n de las culturas, su papel encubridor y, por tanto, legitimatorio, bajo el espect¨¢culo de renovadas formas simb¨®licas de las viejas estructuras de dominaci¨®n.
Hoy se dice que la modernidad art¨ªstica ha agotado su capacidad de renovaci¨®n y de cr¨ªtica, su impulso creador. En consecuencia, reina el escepticismo. Se da por sentada la imposibilidad de trascender en el arte y el pensamiento en general los l¨ªmites impuestos por la dial¨¦ctica de desarrollo tecnol¨®gico y dominaci¨®n pol¨ªtica y social. Se asume la imposibilidad hist¨®rica de trazar una salida a la dial¨¦ctica de progreso cient¨ªfico-t¨¦cnico y autodestrucci¨®n. Pero se olvida frecuentemente que la resignaci¨®n experimentada hoy en el arte, la arquitectura, el dise?o y el pensamiento en general frente a la objetividad hist¨®rica de un progreso destructivo no es sino la consecuencia ¨²ltima del esp¨ªritu de las vanguardias: la consecuencia de su voluntad de integrar totalmente el arte y la cultura al dominio de la m¨¢quina y las tareas de la organizaci¨®n racionalizada de la sociedad. El nihilismo, y tambi¨¦n el cinismo, son la ¨²ltima verdad de un esp¨ªritu vanguardista que borr¨® las huellas de la autonom¨ªa art¨ªstica en su voluntad dogm¨¢tica de instrumentalizar el arte en la era de la m¨¢quina y del consumo de masas.
Frente al actual nihilismo hist¨®rico es preciso replantear el sentido cultural de las vanguardias. Pero replantearlo quiere decir superar las premisas tecnol¨®g¨ªas, pol¨ªticas y econ¨®micas que han convertido a las vanguardias en un factor de encubrimiento y socializaci¨®n coactiva, sin una dimensi¨®n po¨¦tica, y menos todav¨ªa una imaginaci¨®n ut¨®pica; y significa, al mismo tiempo, restablecer el sentido innovador de subversi¨®n y creatividad y ruptura, necesario para abrir un nuevo principio de esperanza hist¨®rica.
El futuro es experimentado hoy por los pueblos como un proceso universal de destrucci¨®n material y moral, cuyos primeros pasos han comenzado ya. Bajo el conflicto militar entre dos grandes potencias tecnol¨®gicas mundiales, tan id¨¦nticas entre s¨ª desde el punto de vista cultural como son id¨¦nticas sus estrategias de destrucci¨®n y sus armas, el hombre de hoy vive la angustia de una historicidad despose¨ªda de cualquier sentido. En los ¨²ltimos 20 a?os hemos visto la simultaneidad en el mundo entero de un auge insospechado de tecnolog¨ªas nuevas, junto a un proceso social de profundas regresiones: la imaginaci¨®n cr¨ªtica, art¨ªstica e intelectualmente articulada de los a?os sesenta fue absorbida por las estrategias pol¨ªticas de signo burocr¨¢tico o de signo totalitario, y ¨¦stas, a su vez, fueron progresivamente liquidadas por el hoy universalmente dominante discurso de las armas.
El progreso actual de nuestra civilizaci¨®n, reducido a la acumulaci¨®n de medios tecnol¨®gicos y al desarrollo incontrolado de medios de destrucci¨®n masiva, posee un l¨ªmite hist¨®rico: el nuevo subdesarollo que impone a los pueblos. Este subdesarrollo es al mismo tiempo la condici¨®n material y espiritual que asume el hombre moderno con vistas al futuro. Se trata del empobrecimiento vital en las grandes metr¨®polis imperialistas, consecuencia de la racionalizaci¨®n que exige su ejercicio universal de la dominaci¨®n; y se trata de la miseria material que aniquila a las masas en el Tercer Mundo. Los fen¨®menos de regresi¨®n social, la agresividad y el nihilismo, en las metr¨®polis de la civilizaci¨®n, moderna, y la aniquilaci¨®n por el hambre de millones, como si se tratase de una guerra, en las zonas tecnol¨®gicamente no desarrolladas, son los fen¨®menos complementarios de uno y el mismo proceso de racionalizaci¨®n universal que la dial¨¦ctica de la dominaci¨®n cient¨ªfico-t¨¦cnica y militar impone.
Defender la vanguardia frente a nuestro conflictivo destino hist¨®rico no significa defender un principio, una idea o un objetivo moral. Se trata m¨¢s bien de reencontrar una conciencia intelectual y art¨ªstica capaz de confrontar una crisis para la cual las soluciones pol¨ªticas y militares no ofrecen una alternativa. Se trata tambi¨¦n de recuperar el tiempo perdido de dos d¨¦cadas de asfixia cultural y de restablecer el di¨¢logo humano por encima del logos de las burocracias y de las armas. Y se trata, en fin, de reformular en el arte aquel sentido social, la relaci¨®n ¨ªntima con la naturaleza, los s¨ªmbolos de la emancipaci¨®n y la libertad formal y expresiva que ayer constituyeron la esperanza, hoy olvidada, de un ma?ana mejor.
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