M¨¢s all¨¢ del desarme
EL COMUNICADO conjunto suscrito por George Shultz y Andrei Gromiko tras su encuentro en Ginebra mueve a la esperanza, precisamente por su equilibrio entre la modestia y la ambici¨®n. Aunque ese entendimiento inicial constituya s¨®lo un primer paso, matizado por declaraciones posteriores, las conversaciones abren el camino a la negociaci¨®n de todos los tipos de armamentos (sobre todo los nucleares y los espaciales), aspiraci¨®n profundamente sentida por la inmensa mayor¨ªa de los habitantes de este inseguro planeta. La creciente presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses de Europa Occidental en favor de la paz es tal vez la manifestaci¨®n mas visible de esa generalizada exigencia para que las superpotencias militares establezcan acuerdos duraderos y fiables dirigidos al control y a la disminuci¨®n de los armamentos. Recientemente el primer ministro sueco Olof Palme record¨® que los gastos militares en el mundo entero ascienden a 800.000 millones de d¨®lares anuales (un mill¨®n y medio de d¨®lares al minuto). Y seg¨²n algunas estimaciones, los arsenales nucleares de las dos superpotencias tienen una capacidad conjunta de destrucci¨®n equivalente a un mill¨®n de bombas como la lanzada en 1945 sobre Hiroshima.Pero el avance hacia un desarme cada vez m¨¢s general no puede separarse de los esfuerzos para superar los integrismos ideol¨®gicos, romper los falsos dilemas y fortalecer los d¨¦biles v¨ªnculos de solidaridad dentro de la familia humana. Si bien la versi¨®n m¨¢s modesta de la paz internacional aspira a la imposibilidad de un conflicto b¨¦lico generalizado, los objetivos m¨¢s ambiciosos desbordan el estrecho marco de la tensi¨®n Este-Oeste e incluyen tambi¨¦n el desequilibrio Norte-Sur. Aunque las conversaciones de Ginebra pueden tener una enorme eficacia para contener la carrera armamentista, los riesgos de la bipolarizaci¨®n a escala mundial no quedar¨ªan totalmente anulados con ese acuerdo.
La paz se escribe necesariamente con tres nombres, que implican a todos los pueblos del planeta: desarme, seguridad y desarrollo. Ni los meritorios trabajos del Grupo de Contadora ni los conflictos actuales de Ir¨¢n e Irak, L¨ªbano, Filipinas, Camboya o la India pueden ser totalmente comprendidos desde ese equilibrio bipolar del terror o de la violencia que ofrecen los amos del planeta. El creciente malestar del Tercer Mundo terminar¨¢ repercutiendo sobre las zonas desarrolladas. Adem¨¢s de motivos morales, hay razones pol¨ªticas y econ¨®micas para rechazar que el dominio del Norte sobre el Sur contin¨²e sacrificando los derechos mas elementales -la vida, la salud, la educaci¨®n y los niveles m¨ªnimos de una existencia digna- de la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n de la tierra. Por irrealista que parezca la consecuci¨®n de esa meta, la renuncia a la sujeci¨®n militar, econ¨®mica o cultural del mundo subdearrollado por las potencias del Norte debe ser el objetivo central de la humanidad en las v¨ªsperas del siglo XXI. Los modelos culturales que el centro exporta hacia la periferia siguen inspirados en pautas neocolonialistas de dominaci¨®n. En esa perspectiva, los argumentos para justificar la competencia militar entre los dos bloques podr¨ªan ser interpretados como una simple ideologizaci¨®n de afirmaciones de expansi¨®n territorial. Al empe?arse en mantener la divisi¨®n del planeta en dos mitades o en dos sistemas antag¨®nicos, las superpotencias no s¨®lo falsean la realidad en su favor sino que contribuyen a sembrar la violencia y las guerras civiles en los pa¨ªses pobres.
Los pa¨ªses del Norte no pueden desentenderse de problemas a cuyo enconamiento han contribuido o que han creado en todo o en parte. La movilizaci¨®n a escala mundial en favor de la paz, la seguridad, el desarme y el desarrollo cuenta ya con los esfuerzos de las organizaciones no gubernamentales, entre las que ocupan un destacado lugar las confesiones religiosas. Pero conviene ponerse en guardia respecto a los integrismos religiosos que rebrotan en el sino del Islam o del cristianismo, disfraces de nacionalismos violentos que no contradicen la hondura y la extensi¨®n de otras manifestaciones favorables a la distensi¨®n. Tal y como muestra un reportaje publicado en este mismo n¨²mero de EL PA?S, los planteamientos, an¨¢lisis y demandas de las iglesias europeas integradas en la Conference of European Churches -que agrupa a 126 confesiones cristianas, excluida la cat¨®lica- rompen el esquema simplista del antagonismo vigente a¨²n por estos pagos y pueden suministrar elementos para una seria reflexi¨®n sobre los graves problemas que amenazan la supervivencia misma de nuestra especie.
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