¡°Am¨¦rica Latina est¨¢ en una situaci¨®n explosiva¡±
Declaraciones a EL PAIS del presidente cubano, Fidel Castro
"Menoyo es tan cubano como yo y yo soy m¨¢s espa?ol que ¨¦l". Bajo su visera verde oliva, a la que parece estar indisolublemente unido como los vaqueros al sombrero tejano, Fidel Castro gesticula suavemente. Es un hombre t¨ªmido, de hablar pausado y cuidadoso, dubitante al principio, acorazado en su inmensa corpulencia y en su proteica verbosidad, que le hace pasearse con sus interlocutores lo mismo sobre los beneficios de nadar con aletas -"se hace m¨¢s esfuerzo en menos tiempo y se oxigena hasta el cerebro"- que sobre el plan de reconversi¨®n industrial en Espa?a. Su despacho del Consejo de Estado, junto al edificio del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, lo preside un formidable retrato de Camilo Cienfuegos, un cuadro que huye de la figuraci¨®n hacia el abstracto. Le comento que me ha sorprendido c¨®mo en la isla el comunismo no ha cometido los atentados moscovitas contra la pl¨¢stica y el sentimiento est¨¦tico. Otro d¨ªa estaremos sentados en su avi¨®n -por imprevista invitaci¨®n suya-, rumbo a Managua, o en torno a una mesa comentando la situaci¨®n en Centroam¨¦rica, cu¨¢l ser¨¢ el men¨² que ma?ana ofrecer¨¢ a los comandantes sandinistas y qu¨¦ significa el leninismo en la revoluci¨®n.
A sus 58 a?os, Fidel tiene todas las caracter¨ªsticas del seductor y todas las condiciones del l¨ªder. Lo mismo en p¨²blico que en las conversaciones privadas, sabe dar siempre con el tono y el contenido de lo que los dem¨¢s le quieren o¨ªr. En su favor juegan un indudable atractivo f¨ªsico y una humanidad real, mitificada con el paso del tiempo y el peso del poder. A veces me recuerda las memorias de algunos emperadores de Roma que escrib¨ªan, gobernaban, guerreaban, disfrutaban, administraban y decid¨ªan la historia, todo a la vez. El imperio viajaba con ellos como con Castro viaja la revoluci¨®n. Nada sucede si ¨¦l no lo imagina personalmente, y lo mismo organiza una conferencia de los no alineados que un festival de cine. Motivos de seguridad, y esa incontenible afici¨®n suya a ser protagonista de su propio espect¨¢culo, le han llevado a una organizaci¨®n vital tan arbitraria que todav¨ªa sigue sorprendiendo a sus m¨¢s antiguos colaboradores. ?stos no se acostumbran a¨²n a ver llegar al comandante sentado en un jeep de su escolta como un soldado m¨¢s, camuflado as¨ª contra las eventuales balas de la CIA. Trabajador infatigable, es noct¨ªvago y duerme bastante poco durante el d¨ªa. La vitamina C le ayuda a mantenerse en vela hasta las seis de la ma?ana, hora en la que sus ministros, los embajadores y dignatarios extranjeros, o sus amigos, deciden atreverse a pedirle permiso para irse a la cama. Los que le rodean (casi todos, si no todos, antiguos compa?eros de Sierra Maestra) le temen tanto como le quieren, y parecen quererle mucho. Alg¨²n d¨ªa alguien escribir¨¢, sin fervores de afiliado ni fobias de perseguido, el retrato de este guerrillero que, a base de no ser otra cosa, merecer¨¢ en la historia los honores de hombre ilustre.
"Despu¨¦s de la revoluci¨®n, inmediatamente despu¨¦s, ten¨ªamos muchos presos pol¨ªticos. Quince mil, creo, pues hab¨ªa m¨¢s de 300 organizaciones contrarrevolucionarias apoyadas por Estados Unidos. Hoy quedan a¨²n unos 300, e ir¨¢n saliendo seg¨²n cumplan condena. Algunos de ellos no han salido antes de cumplir la sentencia, como ocurri¨® con la inmensa mayor¨ªa, porque acumulan faltas de indisciplina en la c¨¢rcel, se niegan a vestir el uniforme del penado o a cumplir otras normas. Nosotros nunca les hemos obligado por la fuerza. Menoyo est¨¢ entre ellos. Hay que tener en cuenta que la revoluci¨®n se ten¨ªa que defender, se tiene que defender. Pero nosotros, contrariamente a lo que sucede en otros pa¨ªses revolucionarios, somos partidarios de que quien no est¨¦ de acuerdo se pueda marchar. La revoluci¨®n es tarea voluntaria de hombres libres. No queremos tener a los contrarrevolucionarios dentro. Yo ya expliqu¨¦ en mi escala en Madrid, en febrero pasado, que Menoyo es un terrorista. No podemos liberarle para que a las dos semanas se encuentre en Miami otra vez dirigiendo Alfa 66. Su estancia en la c¨¢rcel le ha conferido adem¨¢s un car¨¢cter de m¨¢rtir para sus seguidores. Pero mantengo la promesa que tambi¨¦n hice en Madrid: nos ocuparemos de este asunto 'm¨¢s adelante', a su debido tiempo. Hay que tener en cuenta que para m¨ª tambi¨¦n es dif¨ªcil de explicar aqu¨ª a nuestro pueblo la decisi¨®n de soltarle; y el a?o pasado ha estado rodeado de tensiones, de amenazas internacionales Una situaci¨®n m¨¢s relajada permitir¨¢ decisiones en este terreno. Por lo dem¨¢s, ya s¨¦ que naci¨® en Madrid, pero para nosotros es cubano. En cuanto a su participaci¨®n en la primera hora de la revoluci¨®n, es indiscutible. Su hermano fue un h¨¦roe. Pero ¨¦l estaba en el Escambray en el tercer frente, y no peg¨® un solo tiro hasta que cay¨® La Habana. Yo me encontraba tan preocupado entonces con la situaci¨®n que tuve que enviar al Che para esa regi¨®n porque no estaba seguro de lo que har¨ªa aquella gente. Los llamaban los comevacas dec¨ªan que se dedicaban a pedir comida a los campesinos y no arriesgaban luego ni esto. Se otorgaron los grados militares que quisieron y yo los respet¨¦ al triunfo de la revoluci¨®n. M¨¢s tarde, Menoyo march¨® a Miami y cre¨® una organizaci¨®n que realiz¨® numerosos ataques piratas contra embarcaciones pesqueras e instalaciones civiles cubanas. Luego se infiltr¨® con un grupo armado en las monta?as de Oriente. Aquella acci¨®n cost¨® la vida a varios milicianos campesinos cuyos familiares no lo olvidan. Menoyo se rindi¨® a los pocos d¨ªas al verse rechazado por la poblaci¨®n y perseguido por los propios campesinos. Habl¨® por televisi¨®n y confes¨® p¨²blicamente su estupidez. Le cogieron, le juzgaron, y hasta hoy".
Han pasado m¨¢s de 20 a?os de aquella historia. Menoyo sigue en la c¨¢rcel.
"Pero Alfa 66 sigue existiendo. Yo quiero ayudar a Felipe, y s¨¦ que el caso Menoyo se est¨¢ convirtiendo en Espa?a en un tema de pol¨ªtica interior. El Gobierno espa?ol conoce nuestra disposici¨®n a cooperar con el proceso democr¨¢tico espa?ol. En el tema ETA, por ejemplo, se nos solicit¨® por las autoridades de Madrid que acept¨¢ramos en nuestro pa¨ªs a seis de ellos que hab¨ªan sido expulsados de Francia a Panam¨¢, que acept¨® recibirlos s¨®lo por unos d¨ªas, y sin que ning¨²n otro pa¨ªs estuviera dispuesto a hacerlo. Esto para nosotros constitu¨ªa un riesgo pol¨ªtico, pues no queremos ser ni c¨®mplices ni carceleros de los etarras, ni inmiscuirnos en los asuntos internos de Espa?a. Pod¨ªamos ser v¨ªctimas de acusaciones en uno u otro sentido. Sin embargo, por ayudar a encontrar una soluci¨®n aceptamos recibirlos por un per¨ªodo de seis meses, que por cierto ha transcurrido ya. Los de ETA constantemente nos est¨¢n pidiendo contactos con el partido para exponer sus puntos de vista pol¨ªticos. No lo hemos hecho ni queremos hacerlo para mantenernos totalmente al margen. Pero, por otra parte, tampoco podemos impedir que vengan gentes de Espa?a, del Pa¨ªs Vasco a verles, porque no est¨¢n presos. Y supongo, como es l¨®gico, que se intercambiar¨¢n mensajes. Es una situaci¨®n delicada para nosotros, que no tenemos necesidad de vernos envueltos en estos problemas".
El di¨¢logo con EE UU
Desafiar durante 26 a?os el poder de Estados Unidos, a s¨®lo 70 millas de las costas de Florida, no es cualquier cosa, aun contando. con la abundante ayuda sovi¨¦tica que se ha volcado sobre la isla durante este cuarto de siglo. A juzgar por sus palabras, Fidel parece dispuesto a establecer alg¨²n tipo de di¨¢logo m¨¢s fluido con la Administraci¨®n norteamericana. Un reciente acuerdo sobre inmigraci¨®n firmado con el Gobierno de Reagan puede abrir, a su juicio "perspectivas de ulteriores soluciones a problemas pendientes".
Ni los yanquis quieren ya a Pinochet. Saben que, cuanto m¨¢s tiempo dure, m¨¢s peligro de explosi¨®n hay en el pa¨ªs.
"Al principio temimos que se tratara s¨®lo de un gesto electoral, con vistas a los comicios de noviembre. Cuando vimos que despu¨¦s de la victoria de Reagan continuaba por parte de Estados Unidos el inter¨¦s en las negociaciones, comprendimos que hab¨ªa una disposici¨®n y negociamos en un marco de seriedad, flexibilidad y respeto. Quiz¨¢ es la se?al de un nuevo clima. Por supuesto, no vamos a arrodillarnos ante ellos: han aprendido a respetarnos. Durante la negociaci¨®n del reciente acuerdo, un avi¨®n esp¨ªa viol¨® el espacio a¨¦reo cubano y nosotros interrumpimos las conversaciones hasta que qued¨® debidamente esclarecido que no exist¨ªa el prop¨®sito de intimidarnos o presionarnos. A ellos les interesaba resolver el problema de los considerados excluibles para residir en EE UU, entre los que viajaron a ese pa¨ªs por el puerto de Mariel. Tal vez tengan dificultades legales internas en cumplirlo: los abogados de los que quieren devolver a Cuba est¨¢n presentando recursos ante los tribunales americanos, y no est¨¢ tan claro que en todos los casos puedan lograr devolverlos, pero no ya porque Cuba obstaculice su regreso. Un n¨²mero de cubanos, por otro lado, podr¨¢ viajar cada a?o a EE UU para reunirse con sus familiares. Ha sido, sin duda, un paso constructivo".
Cuando le pregunto si piensa que ello se enmarca en el nuevo ambiente de distensi¨®n internacional responde: "Hemos observado atentamente las conversaciones Shultz-Gromiko en Ginebra: el comunicado conjunto es muy positivo. ?Qui¨¦n sabe si Reagan intenta pasar a la historia como un presidente de paz! Esto concierne tanto a los intereses de Estados Unidos como al resto del mundo. En cualquier caso, nunca antes se hab¨ªa sugerido como ahora la posibilidad de hablar de la total desaparici¨®n de las armas nucleares. Este clima de distensi¨®n nos favorece tambi¨¦n a nosotros".
Se multiplican las visitas de periodistas, intelectuales y simples turistas norteamericanos a Cuba. La semana pasada, tres miembros del Congreso -un republicano y dos dem¨®cratas- llegaron a La Habana para mantener conversaciones sobre c¨®mo mejorar las relaciones entre los dos pa¨ªses. Castro no ha negado nunca sus deseos de que algo as¨ª suceda, pero mantiene a la poblaci¨®n galvanizada y unida ante la amenaza de una hipot¨¦tica invasi¨®n norteamericana. Lanzado a su campa?a de guerra popular, est¨¢ convencido de que la resistencia de los cubanos har¨ªa imposible, por lo costosa en vidas, una intervenci¨®n militar del Pent¨¢gono.
"Conoc¨ª a Jesse Jackson en meses recientes y lo considero realmente un pol¨ªtico excepcional. Actualmente ocupa el tercer lugar en las listas de popularidad de Estados Unidos. Se trata de un verdadero l¨ªder y de un hombre muy valioso. Mi temor es que lo puedan asesinar, como ocurri¨® con Luther King, y as¨ª se lo dije cuando vino aqu¨ª. Deber¨ªa cuidarse m¨¢s. Ahora se propone viajar a Sur¨¢frica, a visitar a Tutu, lo mismo que antes hizo con el Papa... En cuanto a la Iglesia, no tenemos problemas. Y desde luego no queremos tenerlos. Su influencia no fue, por lo dem¨¢s, nunca tan grande en Cuba como en Nicaragua. ?Sabe lo que le he dicho a monse?or Vega durante la toma de posesi¨®n de Daniel Ortega? Le he invitado a visitarnos. Y he estado por sugerir que si el Gobierno sandinista le regala un terreno, nosotros le ayudaremos a construir la catedral de Managua, toda vez que la antigua fue destruida por el terremoto. Si es preciso traemos microbrigadas de voluntarios para ello".
Los cubanos en Nicaragua se cuentan por cientos, por miles. Maestros, m¨¦dicos, asesores de todo g¨¦nero. El todav¨ªa endeble edificio burocr¨¢tico y el considerable poder¨ªo b¨¦lico que los nicarag¨¹enses han conseguido construir en estos ¨²ltimos cinco a?os hubieran sido imposibles de levantar sin el apoyo cubano.
"Nosotros somos internacionalistas. Nuestros m¨¦dicos est¨¢n por todas partes, no s¨®lo en Nicaragua; tambi¨¦n en Etiop¨ªa, en Angola, en Mozambique, en la Rep¨²blica Saharaui. En m¨¢s de 25 pa¨ªses del Tercer Mundo hay m¨¢s de 2.000 m¨¦dicos y t¨¦cnicos de la salud cubanos prestando servicios en el exterior. S¨ª, soldados tambi¨¦n. Ser¨ªa un error que nos retir¨¢ramos de Angola sin la aplicaci¨®n de la resoluci¨®n 435 de las Naciones Unidas, la independencia de Namibia, la retirada de las tropas surafricanas a su propio territorio y el cese de toda ayuda exterior a las bandas contrarrevolucionarias mediante acuerdo garantizado por el Consejo de Seguridad de la ONU. Los angole?os aceptar¨ªan nuestra retirada ¨²nicamente sobre esas bases y en forma progresiva. Sur¨¢frica est¨¢ cerca y Cuba muy distante. Los angole?os tienen el justificado temor de que Sur¨¢frica, a trav¨¦s de las bandas contrarrevolucionarias, o de un ataque directo, inicie entonces una presi¨®n b¨¦lica definitiva contra el r¨¦gimen de Luanda. Ya ve lo que ha pasado en Mozambique despu¨¦s del acuerdo de N,Komati entre Maputo y Pretoria: las bandas siguen con una enorme actividad. Y las bandas sin Sur¨¢frica son impotentes. Por eso nuestra presencia en Angola es todav¨ªa imprescindible. Naturalmente, si el Gobierno de Angola nos lo pide, no tardar¨ªamos un minuto en iniciar la retirada."
"De todas maneras -contin¨²a- no es ?frica lo que debe preocuparle a los Estados Unidos. En ?frica negra no existe la estructura de clases que puede determinar un estallido social. ?ste, en cambio, s¨ª puede ocurrir en Am¨¦rica Latina, donde existen grandes masas de campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y capas medias en situaci¨®n cada vez m¨¢s desesperada. Hay que estar muy ciego para no verlo. Mire Chile: ni los yanquis quieren ya a Pinochet. Saben que cuanto m¨¢s tiempo dure, m¨¢s peligro de radicalizaci¨®n, de explosi¨®n, hay en el pa¨ªs. Mire el Per¨²: ?qu¨¦ se va a encontrar Alan Garc¨ªa cuando reciba la banda presidencial? Una situaci¨®n econ¨®mica insoportable, problemas sociales insolubles y una guerrilla en la sierra cuya creciente actividad nadie sabe explicarse porque nadie sabe bien c¨®mo piensa, qu¨¦ es y qu¨¦ se propone Sendero Luminoso. Pero refleja un fen¨®meno de inestabilidad y convulsi¨®n social sin precedentes en Am¨¦rica Latina. Se habla muchas veces, superficialmente, de la subversi¨®n exportada desde el exterior para explicar estos problemas. No comprenden que las revoluciones no se pueden exportar, como tampoco evitar cuando un conjunto de factores incontrolables hacen estallar la sociedad".
El ¨¦nfasis de los libertadores
Crear en Am¨¦rica muchos Vietnam. He ah¨ª el sue?o del Che. Ya en los principios de su revoluci¨®n, antes del estrechamiento de lazos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Fidel confesaba que su conciencia de revolucionario le hab¨ªa acercado progresivamente al pensamiento marxista-leninista y que para ¨¦l era imposible entender que un revolucionario de nuestros d¨ªas no se afincara en ¨¦l. Pero el aliento original parece venirle de m¨¢s lejos, de los sue?os de los libertadores, de un concepto global sobre Am¨¦rica Latina y sus proyectos de independencia. Es imposible no reconocer en la aventura castrista -y el r¨¦gimen se empe?a en enfatizarlo- la revuelta contra la apropiaci¨®n de la soberan¨ªa de la isla por parte de Estados Unidos al final de su guerra con Espa?a. El liderazgo de Fidel Castro, que un d¨ªa se extendi¨® por la izquierda europea y los barrios de estudiantes de Par¨ªs, Madrid, Londres o Roma, busca ahora su concreci¨®n en el continente suramericano.
"Am¨¦rica Latina est¨¢ en una situaci¨®n explosiva, ya digo. Al subdesarrollo econ¨®mico, los graves problemas sociales acumulados, el intercambio desigual, la exportaci¨®n de ganancias y la fuga de capitales, que son ya tradicionales, se suman ahora la crisis internacional, una enorme deuda externa, altas tasas de inter¨¦s, medidas proteccionistas dictadas por el ego¨ªsmo de las naciones industrializadas y la pol¨ªtica imposible que el Fondo Monetario Internacional aplica. No se pueden exigir esfuerzos de austeridad y sacrificios a poblaciones que rozan ya el nivel de subsistencia y que han Visto descender vertiginosamente en la ¨²ltima d¨¦cada su nivel de vida. Alfons¨ªn, por ejemplo, est¨¢ enfrentado hasta el l¨ªmite de sus fuerzas a las condiciones que se le imponen para el refinanciamiento de una deuda de 45.000 millones de d¨®lares que no es responsabilidad del actual Gobierno ni del pueblo argentino. Lo sit¨²an en la alternativa de adoptar medidas que arruinen el proceso democr¨¢tico o resistir las exigencias insaciables del Fondo Monetario, las tasas de inter¨¦s leoninas y la amortizaci¨®n de una inmensa e impagable hipoteca. Situaci¨®n a¨²n m¨¢s grave debe afrontar Uruguay, con una deuda de 5.500 millones de d¨®lares, s¨®lo 1.000 millones de exportaci¨®n por a?o y el nivel de vida del pueblo reducido a un 50%. De igual modo, el proceso democr¨¢tico de Brasil y el nuevo Gobierno de Neves enfrentar¨¢n una deuda de 100.000 millones. En Santo Domingo, el Fondo Monetario oblig¨® al Gobierno a lanzar al Ej¨¦rcito y a la polic¨ªa a disparar contra el pueblo, matando a decenas de ciudadanos. La cr¨ªtica situaci¨®n se repite por doquier. No pagar la deuda es la ¨²nica alternativa que le queda a Am¨¦rica Latina, y no lo digo por Cuba; es relativamente peque?a su deuda en divisas convertibles y es de los pocos pa¨ªses del Tercer Mundo que quiere y puede pagarla, sin que ello entra?e grandes sacrificios. No estoy afirmando, por lo dem¨¢s, que el no pago de la deuda sea la soluci¨®n a los problemas latinoamericanos; es s¨®lo la condici¨®n primera para comenzar a solucionarlos. En el caso de los bancos privados, los Estados de las naciones industrializadas pueden perfectamente asumir la deuda, que no es tan elevada si se le compara con las cantidades ingentes de dinero que se dedican a los gastos militares. En un solo a?o se gastan en estos fines m¨¢s que toda la deuda acumulada del Tercer Mundo".
Miedo a volar
A m¨ª me pareci¨® que Fidel tiene miedo a volar, aunque no le guste confesarlo. Vive pendiente de evitar cualquier posibilidad de atentado, y quiz¨¢ gracias a eso y a un magn¨ªfico servicio de seguridad ha sobrevivido un cuarto de siglo al frente de su pa¨ªs. Durante el viaje a Managua cambi¨® un par de veces la ruta para evitar "accidentes sospechosos. Acu¨¦rdese de Torrijos y de Rold¨®s. Esta vez nos tenemos que guardar tambi¨¦n de la artiller¨ªa antia¨¦rea sandinista", bromea, "no nos vayan a confundir. Aunque en realidad no hay peligro", me dice, cuando aterrizamos en Managua, en una pista rodeada de ca?ones con su dotaci¨®n bien pertrechada. "Junto a los sandinistas hay cubanos que saben que llego en este avi¨®n". En Managua, Castro se entrevist¨® con los cancilleres del Grupo de Contadora.
"M¨¦xico es fundamental, en realidad es la clave. Mientras se mantenga firme, y hay que decir que su comportamiento est¨¢ siendo admirable, Contadora seguir¨¢ adelante. La cuesti¨®n est¨¢ en saber qu¨¦ modificaciones del acta se pretenden: es humillante para Contadora aceptar las pretensiones de Washington respecto al derecho a establecer bases militares en el ¨¢rea de Centroam¨¦rica. ?se es a mi juicio uno de los puntos m¨¢s cr¨ªticos. Hay otros aspectos que han contribuido al actual impasse. Si existe flexibilidad, buena fe y voluntad de encontrar soluciones pol¨ªticas, se pueden superar las dificultades que subsisten. En mi opini¨®n, los problemas relacionados con la verificaci¨®n no constituir¨¢n obst¨¢culo alguno, pues a Nicaragua le beneficia m¨¢s que a nadie. La misma deber¨¢ ser eficiente y pr¨¢ctica, sin que se pretenda reducir a los Estados centroamericanos a la categor¨ªa de municipios intervenidos. No debe olvidarse adem¨¢s que desde hace tres a?os se llevan a cabo hostilidades contra Nicaragua organizadas por Estados Unidos desde bases situadas en pa¨ªses vecinos. Sin embargo, esto siempre se ha negado. ?Y c¨®mo puede exig¨ªrsele a Nicaragua que comience a desarmarse mientras subsiste una guerra interna que le ha sido impuesta desde el exterior? De no resolverse adecuadamente el problema de los ocho o diez mil mercenarios que se encuentran dentro del pa¨ªs, en la frontera con Honduras, el acuerdo de paz puede convertirse en un N'Komati para Nicaragua. Por lo dem¨¢s ser¨ªa irreal pretender resolver el problema de Centroam¨¦rica ignorando a El Salvador. All¨ª es indispensable estimular y apoyar el di¨¢logo y la soluci¨®n pol¨ªtica negociada entre el FMLN-FDR y el Gobierno. Sobre estos temas cambi¨¦ impresiones en Managua con los cancilleres de M¨¦xico, Panam¨¢ y Colombia, expres¨¢ndoles mi convicci¨®n de que es posible vencer los obst¨¢culos que subsisten todav¨ªa y ofreci¨¦ndoles el pleno apoyo y la cooperaci¨®n de Cuba".
De Mosc¨² a La Habana
Exuberante, ingenuo a veces, Fidel parece un ni?o que quiere todos los juguetes para ¨¦l. En sus discursos dice muchas cosas que la Prensa cubana calla -¨¦sta lo calla casi todo en realidad- y en sus esfuerzos, bastante frustrados, por diversificar la econom¨ªa cubana ha desbordado su imaginaci¨®n: hay vacas frisonas de Canad¨¢ pastando en Cuba y produciendo leche a precios insostenibles en el mercado mundial; hay quesos que les hacen competencia, con ventaja, a los franceses, pero que muchos cubanos no pueden servir en su mesa; hay whisky Havana Club, y no s¨®lo ron, que Fidel se preocupa de distribuir en las tiendas para extranjeros; y los comandantes sandinistas tuvieron la oportunidad de probar el primer foie-gras experimental, con gansos criados en la isla, que el r¨¦gimen castrista ha producido. Estos remedos de autarqu¨ªa, un tanto arbitristas y bastante comunes a los pa¨ªses comunistas, hacen disfrutar visiblemente al l¨ªder cubano que no olvida se?alar cu¨¢les son los dos grandes logros de su revoluci¨®n: la extensi¨®n de la educaci¨®n y la sanidad gratuitas y de calidad para todo el mundo. Pero tambi¨¦n sabe cu¨¢l es uno de sus principales fracasos: la ausencia de viviendas. Una ley que facilita de manera generosa el acceso a la propiedad privada de la vivienda parece encaminada a procurar que sean los propios ciudadanos, y no el Estado, los que se ocupen de la conservaci¨®n de los edificios (muchos de ellos, en considerable mal estado).
El bloqueo econ¨®mico impuesto por Estados Unidos y la presi¨®n pol¨ªtica objetiva del partido comunista han llevado as¨ª a Cuba a una dependencia progresiva de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En La Habana cuentan una an¨¦cdota imposible de comprobar: el ex presidente venezolano Carlos Andr¨¦s P¨¦rez, en el, curso de una airada discusi¨®n con Fidel, le espet¨® su condici¨®n de instrumento de los sovi¨¦ticos, y ¨¦ste habr¨ªa comentado entonces que en realidad era una v¨ªctima. Castro habla poco de la Uni¨®n Sovi¨¦tica -o me habl¨® poco a m¨ª durante tres d¨ªas de conversaciones-, pero se le ve agradecido del apoyo econ¨®mico y pol¨ªtico que recibe de ella. Los cuadros del Gobierno, los militares, los t¨¦cnicos, la clase dirigente de Cuba, se han formado en Mosc¨², en Ruman¨ªa, en Bulgaria, en Hungr¨ªa. El ruso ha sustituido en gran parte al ingl¨¦s como segunda lengua, y los esfuerzos de institucionalizaci¨®n del r¨¦gimen para cuando Fidel falte se han hecho sobre el calco expl¨ªcito del modelo' sovi¨¦tico: econom¨ªa centralizada, controles severos sobre la poblaci¨®n. Sin embargo, ese modelo se adapta mal a la propia idiosincrasia del comandante, cuyo poder parece por encima de cualquier aparatchik. Castro gusta de presentarse como un revolucionario de los de antes de Stalin. Es, adem¨¢s, un hombre pragm¨¢tico: la Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ demasiado lejos, y Estados Unidos demasiado cerca de la isla.
"Una condici¨®n de todo revolucionario es la de ser realista. Lo importante es tener el poder y mantener la integridad revolucionaria, pero las transformaciones sociales no se hacen de golpe. Es m¨¢s f¨¢cil ganar la guerra que construir la revoluci¨®n, ¨¦sta es una lecci¨®n a aprender".
Castro fabrica su propia imagen de l¨ªder con un cuidado exquisito. En el espacio de segundos puede ser terrible, humano, cruel, divertido, trascendente. Quiere saber de todo, hablar de todo, opinar sobre todo; demasiado distante de la costumbre sovi¨¦tica de sacar un papelito del bolsillo de la americana y leer las respuestas, siempre conocidas, a preguntas que son siempre las mismas. Castro habla hasta la inconveniencia, se rectifica 100 veces sin pudor, pero para mantenerse siempre en una misma direcci¨®n. Es una especie de en cantador de serpientes que improvisa cada vez la sinfon¨ªa de su flauta con la seguridad de que el reptil saldr¨¢ en cualquier caso de la cesta.
Provocador siempre, controla su propia extravagancia. Es capaz de hacer esperar durante una hora al l¨ªder del Partido Laborista brit¨¢nico para luego espetarle, al filo de las dos de la madrugada y ante las c¨¢maras de la televisi¨®n brit¨¢nica, que espera devuelva Gibraltar a los espa?oles cuando ¨¦l sea el primer ministro, y argumentar al tiempo sobre las dudas que tiene en torno a si debe te?irse o no la barba -"no me atrevo"-, toda vez que no se la ha de afeitar. "Gano as¨ª 80 horas ¨²tiles al a?o por no tener que rasurarme, es decir, pr¨¢cticamente dos semanas de trabajo". Sus ojos escrutan el entorno entre huidizos y p¨ªcaros, buscando sorprender a su interlocutor. Maestro de la dial¨¦ctica, discute consigo mismo a cada instante, pero no parece m¨¢s mentiroso que el resto de los pol¨ªticos, e incluso se muestra m¨¢s sincero que la mayor¨ªa de ellos.
La nostalgia de Espa?a
La lectura de los primeros discursos del Castro victorioso demuestra bien a las claras que ha sido fiel a su pensamiento durante este cuarto de siglo y que su pragmatismo no le ha apartado en lo esencial de sus objetivos. Pero s¨ª de sus nostalgias. Espa?a es una que le desborda, aunque no lo confiesa. En 1962 apareci¨® en directo en la televisi¨®n cubana, junto al presidente Dortic¨®s, acusando a la Embajada espa?ola en La Habana de ser un nido de contrarrevolucionarios y dirigiendo los m¨¢s duros ataques contra el r¨¦gimen franquista. El embajador Lejendio, un falangista con apego a la dial¨¦ctica de los pu?os, acudi¨® a los estudios durante el discurso y trat¨® de rectificar al primer ministro. Le dieron 24 horas para abandonar el pa¨ªs. "Franco no se port¨® mal, hay que reconocerlo. Pese a las presiones que tuvo, no rompi¨® las relaciones diplom¨¢ticas y comerciales con nosotros. No tocar a Cuba fue su frase terminante. El gallego supo hab¨¦rselas. Que se port¨® bien, caramba".
Enrique Larroque, actual embajador de Espa?a en Cuba, naci¨® en La Habana. Eloy Guti¨¦rrez Menoyo, ex comandante de la revoluci¨®n cubana, activo anticastrista y prisionero de Fidel desde hace 20 a?os, naci¨® en Madrid. A Madrid vino Ram¨®n Castro, el hermano mayor de la familia -que entreg¨® la finca paterna al Gobierno de la revoluci¨®n y hoy dirige una explotaci¨®n agraria del Estado-, a "comprar algunas armitas", en la d¨¦cada de los cincuenta, a un falangista de la guardia de Franco que se llamaba Leoncio "y que result¨® ser un delincuente com¨²n, porque ni armitas ni nada". Los espa?oles mantuvieron la esclavitud en la isla hasta hace menos de un siglo, y todav¨ªa espera un trono vac¨ªo en el Museo de la Capitan¨ªa General de La Habana -donde luce una fotograf¨ªa de Juan Carlos I, dedicada por ¨¦l- la Regada de alg¨²n rey de Espa?a. Hay demasiada huella de Espa?a en Cuba, que se confunde ahora con pu?ados de turistas de nuestro pa¨ªs -soportadores de las deficiencias del servicio hotelero- y con el tr¨¢fico de los familiares de los etarras, las visitas de intelectuales, los intercambios culturales en auge. Todos all¨ª tienen un espa?ol a las espaldas, o como padre, o como amo. Cuba era la perla del Caribe para los indianos que la a?oraron y el dolor de cabeza para los militares que la batallaron. Hoy se ha convertido en un verdadero dolor de muelas para Washington. Pero visto Fidel, su magia de equilibrista, su inventiva desbaratante, su florentino hacer pol¨ªtico, como si fuera un M¨¦dicis trasplantado, uno llega a pensar que los Estados Unidos pueden estar satisfechos de que le controle la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Incontrolado, qui¨¦n sabe ad¨®nde ir¨ªa.
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