El cuento de nunca acabar
Es el cuento de nunca acabar: en cuanto muere el artista, cuyo testimonio personal es decisivo para revalidar la autenticidad de su propia obra, comienzan a trabajar los falsificadores. En este sentido, lo que se acaba de denunciar con respecto a Mir¨® no constituye ninguna novedad, aunque nos sirve para constatar que el arte de vanguardia de nuestro siglo, en la medida que su cotizaci¨®n comercial iguala y, en algunos casos, hasta supera los elevad¨ªsimos precios que se pagan por las obras maestras del pasado, va a plantear los mismos problemas de manipulaci¨®n fraudulenta que se suscitan con ¨¦ste desde hace mucho, como ocurre con cualquier objeto de alta estimaci¨®n econ¨®mica.Teniendo en cuenta, sin embargo, que una buena falsificaci¨®n es rar¨ªsima y exige por parte de quien la realiza un talento art¨ªstico superior, adem¨¢s de una informaci¨®n privilegiada, con lo que uno no se explica por qu¨¦ hay que aplicar semejantes dones en tal menester, sigo pensando que los eventuales estafados tienen su parte de culpa y, por lo general, han sido excitados m¨¢s por bajas pasiones codiciosas o por simple esnobismo que por verdadero amor al arte. Y es que hay muchos recursos al alcance antes de que le den a uno gato por fiebre.
Si el artista en cuesti¨®n ha muerto, caso de Mir¨®, se debe, en primer lugar, estudiar la procedencia del cuadro ofertado, el cual documenta convenientemente cualquier vendedor serio y, por este procedimiento, se constata su presencia en la catalogaci¨®n establecida del artista, que a veces es completa, pero, incluso cuando no lo es, siempre existen, trat¨¢ndose de un gran pintor universalmente reconocido, cat¨¢logos parciales suficientes. Si se tratase de una obra nunca vista en p¨²blico hasta ese momento, antes de acudir a un experto se puede discriminar su autenticidad comparando sus caracter¨ªsticas materiales -soporte, t¨¦cnica, firma, tema, fecha, etc¨¦tera- con la obra conocida. Y, en ¨²ltima instancia, se puede acudir al especialista indiscutido, que suele ser alguien perfectamente famoso en los medios art¨ªsticos y, por consiguiente, como en el caso de Dupin con respecto a Mir¨®, f¨¢cilmente localizable.
Habr¨¢, por otra parte, quien crea err¨®neamente que el arte contempor¨¢neo es m¨¢s f¨¢cil de imitar, sin darse cuenta de que cuanto m¨¢s simples son los medios materiales en la ejecuci¨®n de una obra, menos posibilidades de distracci¨®n tramposa ofrecen y, por tanto, el enga?o ha de ser mucho m¨¢s sutil.
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