A?o Internacional del Marxista
Siempre he sospechado que la dedicatoria de cada a?o a las causas perdidas era una iniciativa de dudoso origen, atribuida oficialmente a las Naciones Unidas, pero en la que tambi¨¦n participar¨ªan el departamento de relaciones p¨²blicas de Sears o de El Corte Ingl¨¦s. A?o Internacional de la Mujer, del Ni?o, ahora del Joven, y cada a?o se remueven los posos ideol¨®gicos, enturbian las aguas constantes y tenaces de la Historia y vuelven luego a sedimentarse. Como las misses Universo y los premios literarios, las causas ben¨¦ficas anuales son recordatorios efirneros que sirven para legitimar la normalidad que las aplaza o las combate. Cuando se acab¨® el A?o de la Mujer siguieron mandando los hombres y cuando termine el A?o de la Juventud los empresarios seguir¨¢n contratando a los j¨®venes por tres o seis meses, y eso si les contratan.Pero durante un a?o la fracci¨®n ingenua del feminismo, de la paidofilia o de la juventud cree realmente que la humanidad entera se conciencia de su causa y ha habido casos de orgasmos redentores de atrasadas hambres de reconocimiento. Durante un a?o se es joven en Technicolor, y aunque luego se vuelva al blanco y negro, que le quiten a uno la superproducci¨®n en Cinemascope. Por eso he concebido la idea de que se proclame el A?o Internacional del Marxista, a ver si recupera el ¨¢nimo la ya veterana tropa y al grito de "Marxist is beautiful" desfilamos por el puente sobre el r¨ªo Kwai, en perfecta formaci¨®n de ej¨¦rcito en Occidente vencido por la sabidur¨ªa del enemigo, al planteamos una guerra psicol¨®gica para la que no est¨¢bamos preparados. El desprecio original que el marxismo demostr¨® y proclam¨® por la psicolog¨ªa, como una ciencia burguesa consagrada al inventario de los fantasmas del individuo, nos ha costado muy caro. Primero los marxistas fueron sometidos a un tratamiento de culpabilidad pol¨ªtica, obligados a enfrentarse al espejo constante de sus cr¨ªmenes hist¨®ricos. Horrorizados ante la comprobaci¨®n, los j¨®venes marxistas poco curtidos o los viejos marxistas cansados de ser el ogro de la Historia se apuntaron a la campa?a de por un realismo sin fronteras y al concurso de las mil flores de Mao Zedong, sin olvidar aquel encomiable empe?o de Garaudy de integrar en el marxismo hasta los cursos de Dale Carneige sobre c¨®mo ganar amigos.
Durante 20 a?os los marxistas occidentales se han empe?ado
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A?o Internacional del Marxista
Viene de la p¨¢gina 11 en demostrar que saben bailar el vals o que dan limosna para la Cruz Roja y el Domund, y en vez de recibir a cambio el respeto l¨®gico por su esp¨ªritu beneficiente, han visto c¨®mo crec¨ªa la audacia en las filas enemigas, c¨®mo se envalentonaba el enemigo y c¨®mo incluso se atrev¨ªa a infiltrarse en las filas marxistas a plena luz del d¨ªa. Si se hiciera un balance de cu¨¢ntos centinelas de Occidente de la nueva hornada han pasado por Harvard y cu¨¢ntos por las c¨¦lulas marxista-leninistas de los a?os sesenta, seguro que ser¨ªa m¨¢s abundante la segunda especie. La operaci¨®n consciente o subconsciente asumida por la burgues¨ªa de destinar uno de sus hijos al marxismoleninismo ha sido una de las inversiones hist¨®ricas m¨¢s rentables y que m¨¢s frutos est¨¢ dando a la sup¨¦rvivencia del sistema.El antimarxismo fascista de ?da de pap¨¢ ha sido ratificado 20 o 30 a?os despu¨¦s por el antimarxismo de vuelta de los hijos de pap¨¢, que volvieron a tiempo del fr¨ªo, fugitivos del terror rojo, desprogramados una vez arrancados a las garras de aquella infame turba de nocturnas aves.
Vaciados de secretos te¨®ricos, sometidos a un marcaje hist¨®rico por zonas, a¨²n mantendr¨ªa el gallo marxista occidental la cresta en alto de no haberse visto hostigado en los ¨²ltimos a?os por el inesperado ataque argumental de que el marxismo no sirve ni para hacer la revoluci¨®n en Occidente. Esta constataci¨®n al parecer ha indignado a la oligarqu¨ªa financiera y ha cogido por las solapas a lo que queda del marxismo, y con los ojos inyectados y la lengua dedicada al riego por aspersi¨®n, reprocha una y otra vez a su insuficiente enemigo el que no sirva ni para provocar la transformaci¨®n social. A la operaci¨®n de culpabilizar por todo el mal hecho por el estalinismo, le ha seguido la operaci¨®n complementaria de criticar todo el mal que no se le ha hecho al capitalismo. Es decir, que se convierte al pobre marxista en un pelele hist¨®rico que se equivoc¨® cuando iba por Europa armado y que se equivoca ahora que va desarmado.
Creo, pues, llegado el momento en que las mentes m¨¢s l¨²cidas que mueven los centros de poder del universo pongan fin a la desfachatez cr¨ªtica antimarxista y contribuyan a la conservaci¨®n de la especie, aunque s¨®lo sea a efectos de mantener el equilibrio del ecosistema. La proclamaci¨®n de un A?o Internacional del Marxista servir¨ªa para levantar la moral a los m¨¢s predispuestos a creer en el final feliz y devolver¨ªa toda su raz¨®n a la p¨®lvora mojada en las cananas de la burgues¨ªa (pido perd¨®n por la groser¨ªa enunciativa de la palabra burgues¨ªa como sujeto representativo del mal hist¨®rico posmodemo, pero en la evidencia de que el mal hist¨®rico posmoderno existe prefiero llamarlo por su nombre cl¨¢sico). Adem¨¢s servir¨ªa para, poner de manifiesto c¨®mo el marxismo ha sido un saber generoso que ha ayudado tanto al emancipador como al explotador, porque a uno le daba la raz¨®n para emanciparse y al otro la noticia de que se le acababa la explotaci¨®n y posibilidad, por tanto, de prevenirse y contraatacar. Precisamente de las filas supervivientes del sistema salen cotidianamente motivos para la confianza en que el marxismo no err¨® en sus diagn¨®sticos fundamentales, y la clarificaci¨®n que en Espa?a est¨¢ tomando la lucha de clases es una prueba de ello. En un momento en que una cierta verg¨¹enza cultural impulsa a los marxistas a rechazar su propia condici¨®n te¨®rica o a matizarla con otras aportaciones culturales, la patronal espa?ola acaba de darnos una elocuente demostraci¨®n de fe en el marxismo por el procedimiento de lanzar a la lucha de pol¨ªtica de clases a uno de sus centuriones m¨¢s contundentes: el se?or Segurado. Algunos periodistas ingenuos le han preguntado al presidente de la patronal o al propio Segurado si no es inadecuado que los empresarios asuman directamente el protagonismo pol¨ªtico. La respuesta ha sido correcta y rigurosa a la luz de los cl¨¢sicos del marxismo: ?acaso los l¨ªderes de la clase obrera no act¨²an pol¨ªticamente? Hace 15, 10 a?os incluso, ni Cuevas ni Segurado ten¨ªan por qu¨¦ actuar pol¨ªticamente seg¨²n las pautas de la dial¨¦ctica marxista: les faltaba conciencia de clase, y es que el fascismo hipoteca la racionalidad cr¨ªtica de la derecha a cambio de meter en la c¨¢rcel la racionalidad cr¨ªtica de la izquierda.
Ejemplo de esta visi¨®n n¨ªtida de la historia deber¨ªan tomar los marxistas un tanto desafectos a sus creencias de otro tiempo, que se inventan sutilezas te¨®ricas matizadoras, chucher¨ªas del esp¨ªritu al fin y al cabo, cuando los tambores interpretan definitivos rebatos. Van de penumbra los posmarxistas pidiendo perd¨®n por haber nacido y con la oratoria llena de pies de p¨¢ginas de Lacan, Foucault, Deleuze, y hasta recitan a William Blake y Lautremont en su devaneo de pena y olvido. Muchos de ellos me recuerdan aquel aforismo de Cioran: "Es normal que el hombre ya no se interese por la religi¨®n sino por las religiones, pues s¨®lo a trav¨¦s de ellas podr¨¢ comprender las versiones m¨²ltiples de su postraci¨®n espiritual". Y mucho me temo que, ante el evidente y eminente est¨ªmulo recibido por el tr¨¢nsito pol¨ªtico de Segurado, los marxistas arrepentidos lo interpretar¨¢n como s¨ªntoma del crep¨²sculo de las ideolog¨ªas, sin atiender que el compromiso a la vez de clase y liberal de Segurado da la medida de la s¨ªntesis perfecta de la consciencia capitalista en ejercicio: Marx y la Escuela de Ch¨ªcago.
Ser¨ªa de desear, pues, que la patronal y la futura Confederaci¨®n de Derechas Hisp¨¢nicas secundaran la iniciativa de un A?o Internacional del Marxista. Los cazadores m¨¢s sensatos saben que lo son porque sigue habiendo caza. En cambio, los m¨¢s insengatos practican el m¨¢s in¨²til de los exterminios.
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