Militares filipinos en el banquillo
EL GENERAL Fabi¨¢n Ver, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas filipinas, junto con otros 24 militares y un civil, han sido acusados por la justicia como culpables del asesinato del dirigente de la oposici¨®n democr¨¢tica, Benigno Aquino, asesinato cometido el 21 de agosto de 1983, en el momento en que Aquino descend¨ªa, en el aeropuerto de Manila, del avi¨®n en el que volv¨ªa de EE UU. Desde el momento del asesinato, las fuerzas de oposici¨®n acusaron a los altos jefes militares y denunciaron la complicidad del presidente Ferdinand Marcos. Sin embargo, la versi¨®n oficial era la de que hab¨ªa disparado contra Aquino un pistolero llamado Rolando Galman, que se encontraba en la pista de aterrizaje, y que hab¨ªa sido pagado por los comunistas para cometer ese crimen. Han transcurrido desde entonces unos 17 meses. Por fin, esa versi¨®n oficial ha sido descartada.La acusaci¨®n, ante los tribunales, de los jefes militares, es un verdadero golpe de teatro. No se puede olvidar la amistad que une, desde hace mucho tiempo, al general Ver con el presidente Marcos. Aunque solamente sea de modo indirecto, el presidente se halla afectado por la reciente decisi¨®n de los tribunales filipinos. Este viraje desde la versi¨®n Galman a la acusaci¨®n de Ver ha sido posible sobre todo como consecuencia de la presi¨®n de un movimiento de gigantescas manifestaciones populares que se levant¨® espont¨¢neamente al ser conocido el asesinato de Benigno Aquino. Manila vivi¨® las concentraciones humanas m¨¢s impresionantes jam¨¢s conocidas para exigir que se hiciese justicia. Altas figuras de la Iglesia, sectores profesionales y econ¨®micos, se unieron para protestar contra un r¨¦gimen capaz de realizar o en cubrir un crimen de Estado tan escandaloso. Esta presi¨®n oblig¨® al presidente Marcos a designar una comisi¨®n de personalidades independientes para investigar la muerte de Aquino. Sus conclusiones, hechas p¨²blicas en el pasado mes de octubre, apuntaban ya a la responsabilidad del general Ver y de otros militares. Por ese, ¨¦ste, sin haber sido destituido formalmente como jefe del Estado Mayor, no ejerce desde entonces su mando. La ulterior investigaci¨®n realizada por los ¨®rganos judiciales acaba de desembocar en ¨®rdenes de detenci¨®n para 25 militares, entre ellos el general Ver y otros dos generales. La acusaci¨®n se refiere a dos casos: el del asesinato de Aquino, y asimismo el de Rolando Galman, conducido por los militares a la pista de aterrizaje para poder ser acusado luego de haber asesinado a Aquino.
El hecho de que se inicie el juicio contra altos mandos militares es una se?al de la fuerza que alcanza ya la causa de la democracia en la sociedad filipina, as¨ª corno de la erosi¨®n de la dictadura de Marcos, obligada a soltar lastre ante la presi¨®n popular en intento de sobrevivir. Pero es inevitable asociar estos hechos, al mismo tiempo, a los planes de EE UU en esa parte del mundo, a la que atribuye enorme importancia estrat¨¦gica. Dichos planes no siempre son coherentes, pues la opini¨®n del Departamento de Estado no coincide todas las veces con la de la Casa Blanca o el Pent¨¢gono. Preocupa sobre todo a Washington la evoluci¨®n pol¨ªtica que se puede producir en Filipinas, susceptible de influir en la de otros pa¨ªses. En Filipinas act¨²an movimientos guerrilleros, de inspiraci¨®n comunista unos, isl¨¢micos otros, extendidos en una parte considerable de las islas. A pesar de que existe una oposici¨®n democr¨¢tica moderada, no unida a la guerrilla, EE UU ha ligado siempre la defensa de sus intereses al mantenimiento de Marcos. Cuando el prestigio de ¨¦ste se hallaba ya por los suelos, en octubre de 1984, el presidente Ronald Reagan declar¨® que le manten¨ªa su apoyo por temor a la desestabilizaci¨®n. Era el viejo disco, o Marcos o el comunismo, muy rayado ya, pero que sigue inspirando no pocas decisiones en la Casa Blanca. Sin embargo, la evoluci¨®n de los hechos est¨¢ obligando a Washington a idear otras estrategias. Diversos s¨ªntomas, como el retorno de algunas figuras de la oposici¨®n democr¨¢tica de EE UU a Filipinas, indican cierta disposici¨®n a aceptar un cambio. Para utilizar comparaciones latinoamericanas, cabr¨ªa decir que Washington preferir¨ªa tener un Duarte en Manila a un dictador ra¨ªdo y enfermo. El juicio al general Ver y a otros militares puede situarse tambi¨¦n en el marco de los preparativos, m¨¢s o menos adelantados, pero en todo caso enfilados a organizar la sucesi¨®n de Marcos.
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