Federico y Cernuda
28 de agosto de 1961Visito a Vicente en Miraflores, como todos los veranos (*). Nos sentamos en la terraza, desde donde se contempla, al fondo, un puro paisaje castellano, el mismo que el poeta ha llevado con frecuencia a sus poemas, sobre todo a los del libro En un vasto dominio, que acaba de terminar, uno de cuyos poemas, El pueblo est¨¢ en ladera, es una evocaci¨®n de Miraflores. Le pido que me hable de Federico, a quien tan bien conoci¨® -eran amigos entra?ables-, con vistas a la biografia que pienso escribir sobre el poeta granadino. Con su memoria asombrosa me dice en seguida el d¨ªa que le vio por primera vez, presentados por Alberti, amigo de ambos: fue la noche del 12 de octubre de 1927, con ocasi¨®n del estreo de Mariana Pineda en el teatro Fontalba ya desaparecido, representada la obra por la compa?¨ªa de Margarita Xirgu. "Nuestra amistad creci¨® muy pronto, y sobre todo a partir de 1930 Federico ven¨ªa mucho por Velintonia, a veces solo, a veces con alg¨²n amigo, como Cernuda o Manolo Altolaguirre. Recuerdo que alguna vez vino con un joven escultor, Emilio Aladr¨¦n, que despu¨¦s de la guerra har¨ªa un busto de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera. A Federico le gustaba sentarse al piano y tocar y cantar canciones populares -se sab¨ªa miles-, o charlar y re¨ªr sin parar. Era una fiesta estar con ¨¦l. A veces hab¨ªa temporadas en que se eclipsaba misteriosamente, pero volv¨ªa siempre, y siempre era el mismo". Le pregunto por qu¨¦ no era asiduo a las reuniones en casa de Carlos Morla, el c¨®nsul de Chile, a las que asist¨ªan con frecuencia Federico y Manolo, y me contesta que en aquellos a?os, del 1933 al 1935, no estaba muy bien de salud, y adem¨¢s se hab¨ªa enamorado. "Por otra parte", me dice, "aquellas reuniones en casa de los Morla ten¨ªan cierto tono social, con condesas, diplom¨¢ticos, etc¨¦tera, que no me agradaba. Siempre, antes y ahora, he huido de ellas como de la peste y he preferido las reuniones ¨ªntimas con dos o tres amigos".
Le pregunto por las relaciones entre Cernuda y Federico y me dice que pasaron por tres fases: "En una primera ¨¦poca, hacia 1928, reciente la publicaci¨®n del Romancero gitano, Cernuda hablaba muy mal de Federico como poeta. El Romancero gitano no le gustaba nada. Sol¨ªa decir que hab¨ªa en el libro demasiado folklore y que tantos entredoses y estampitas le recordaban una estampa provinciana de la peque?a burgues¨ªa m¨¢s cursi. Era in¨²til que yo intentara convencerle de los indudables valores y de la novedad del Romancero, que renovaba genialmente el g¨¦nero. M¨¢s tarde, cuando se hicieron amigos en Madrid, cambi¨® la cosa. Luis no pudo escapar a la seducci¨®n de su fulgurante personalidad, y cuando Federico le present¨® a Seraf¨ªn, el protagonista de Donde habite el olvido, su amistad aument¨®, al mismo tiempo que su admiraci¨®n por el poeta de Granada. Luego, al llegar la guerra y ser fusilado Federico, Luis escribi¨® su emocionante Eleg¨ªa y algunas p¨¢ginas hermosas y penetrantes sobre ¨¦l. Pero las contradicciones continuaron. Al terminar la guerra y crecer la inmensa fama de Federico, en contraste con el injusto olvido en que se le ten¨ªa a ¨¦l en Espa?a, ya exiliado en Am¨¦rica, Luis reaccion¨® como ¨¦l sol¨ªa. Intent¨® restar valor a la poes¨ªa de Federico, y en su libro Estudios sobre poes¨ªa espa?ola contempor¨¢nea lleg¨® a escribir que el autor del Romancero gitano segu¨ªa una l¨ªnea po¨¦tica verbosa y ret¨®rica que continuaba la que iniciaron Zorrilla, Rueda y Villaespesa, lo que era una tremenda injusticia. Su relaci¨®n con Juan Ram¨®n fue parecida. Primero lo elogi¨® con entusiasmo en un art¨ªculo de la revista Los Cuatro Vientos, que dirig¨ªa Jorge Guill¨¦n, pero luego, ya en su exilio americano, le atac¨® con sa?a, neg¨¢ndole el pan y la sal. Juan Ram¨®n era el mismo poeta. Lo que hab¨ªa cambiado era la actitud de Cernuda hacia ¨¦l. Lo de su relaci¨®n con Salinas fue todav¨ªa peor. Como sabes, fue Salinas quien le ayud¨® en sus primeros pasos de poeta, quien aconsej¨® a Prados y a Altolaguirre que publicaran en la colecci¨®n de la revista Litoral su primer libro, Perfil del aire, y quien le consigui¨® el puesto de lector de espa?ol en la universidad de Toulouse. Lo curioso es que todo esto lo reconoci¨® Cernuda, pero bast¨® que Salinas no le escribiera la carta elogiosa que ¨¦l esperaba sobre Perfil del aire cuando el libro sali¨®, para que borrara toda su gratitud de antes y empezara a tomarle man¨ªa. Salinas, siempre generoso, ignor¨® la actitud enemistosa de Luis, y cuando ¨¦ste public¨® en 1936 La realidad y el deseo no s¨®lo asisti¨® al banquete que le dimos sus amigos, en el que habl¨® Federico,sino que escribi¨® en su revista Indice Literario un art¨ªculo entusiasta sobre el libro. Parec¨ªa que ese art¨ªculo deber¨ªa curar la antigua herida, pero no fue as¨ª. Pasaron a?os, muri¨® Salinas, y a¨²n el viejo encono empuj¨® a Luis a escribir un poema injusto contra Salinas, quien afortunadamente ya no lo pudo leer. Est¨¢ en su ¨²ltimo libro, Desolaci¨®n de la quimera. Siempre he pensado que Salinas, cuya muerte tanto sent¨ª, era uno de los poetas del 27 m¨¢s buenos y generosos. Conmigo lo fue siempre, y basta recordar su delicioso art¨ªculo Nueve o diez poetas, en que traza una breve y cari?osa semblanza de cada uno de nosotros".
Le pregunto cu¨¢ndo conoci¨® a Cernuda y me dice que en el oto?o de 1928, cuando Luis, al morir su madre y heredar alg¨²n dinero, decidi¨® hacer un viaje a Madrid. Una de las primeras visitas que hizo, ya en la corte, fue a Velintonia para conocerle. Los dos j¨®venes poetas hab¨ªan publicado ya su primer libro: Cernu-
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Federico y Cernuda
Viene de la p¨¢gina 9 da, Perfil del aire en 1927, y Vicente, Ambito en 1928. Los dos libros aparecieron en la colecci¨®n malague?a de la revista Litoral, que dirig¨ªan Prados y Altolaguirre. De aquel primer encuentro en 1928 brot¨® una amistad que fue creciendo con el tiempo. En su ensayo autobiogr¨¢fico, Historial de un libro, alude Cernuda a esa amistad con estas palabras, referidas a 1930: "En Aleixandre hall¨¦ entonces la amistad, la camarader¨ªa casi completas que antes no hallara en nadie. Las tardes que pas¨¢bamos juntos eran uno de los pocos momentos de agrado y distensi¨®n con que contaba". "En aquel tiempo", me cuenta Vicente, "Luis y yo ¨¦ramos muy amigos. Sol¨ªamos ir juntos a pasear, ¨ªbamos a visitar museos -el Prado sobre todo- o asist¨ªamos a espect¨¢culos, principalmente al cine, por el que Cernuda ten¨ªa predilecci¨®n. ?l estaba entonces empleado en la librer¨ªa que ten¨ªa Le¨®n S¨¢nchez Cuesta -cu?ado de Salinas- en la calle Mayor, oficio, por cierto, que le humillaba un poco, y all¨ª sol¨ªa ir yo a recogerlo a la salida de su trabajo, piara dar un paseo o sentarnos en un caf¨¦ a charlar. Era una ¨¦poca en que Luis se sent¨ªa muy atra¨ªdo por el surrealismo, que descubri¨® durante su estancia en Francia, primero en Toulouse, y luego en un viaje que hizo a Par¨ªs. Una vez me propuso formar con ¨¦l un frente surrealista espa?ol y publicar textos juntos, firmados por ambos, a la manera de como creo que hac¨ªan Breton y Aragon en Par¨ªs. Pero yo no me anim¨¦ con ese proyecto, pues no me sent¨ªa tan surrealista como ¨¦l, y aunque tambi¨¦n le¨ªa los libros surrealistas de los poetas franceses, que compraba en la librer¨ªa de S¨¢nchez Cuesta, nunca me sent¨ª de verdad surrealista, como te he dicho muchas veces, porque no compart¨ªa la famosa escritura autom¨¢tica que postulaban Breton y sus amigos. Siempre he escrito mis versos con la consciencia creadora de lo que hac¨ªa, aunque es cierto que me contagi¨¦ de algunas t¨¦cnicas surrealistas, sobre todo del gusto por la poes¨ªa on¨ªrica, aunque esto pudo venirme de mis lecturas de Freud, al que yo le¨ªa en 1928, cuando se tradujeron sus obras al espa?ol".
Le recuerdo que yo conoc¨ª a Cernuda en su casa, en aquellas reuniones inolvidables de Velintonia, pero nunca llegu¨¦ a ser verdaderamente amigo suyo porque su car¨¢cter dif¨ªcil, que ¨¦l mismo reconoc¨ªa, impidi¨® que la amistad fuera franca y verdadera. Y aunque desde el exilio me escribi¨® muchas cartas, y en una de ellas me dec¨ªa que era yo el mejor amigo que ten¨ªa en la lejana Espa?a -sin duda porque logr¨¦ que se publicaran aqu¨ª 0cnos, sus Estudios sobre poes¨ªa espa?ola contempor¨¢nea y su traducci¨®n de Troilo y Cresida, de Shakespeare-, de pronto dej¨® de escribirme y me pon¨ªa verde, sin explicarme yo por qu¨¦, en cartas a otros amigos. "S¨ª", me dice Vicente, "Luis ten¨ªa un raro car¨¢cter, fruto de su excesiva hiperestesia, que le llevaba a alternar con sus amigos el afecto y el odio. En una carta desde M¨¦xico me escribi¨®: 'Manuel Altolaguirre, Emilio Prados y Ram¨®n Gaya han dejado de ser amigos m¨ªos', sin explicarme el motivo. Cuando muri¨® Manolo, Cernuda se dedic¨® a atacar a sus compa?eros de generaci¨®n, y a m¨ª entre ellos, porque le llam¨¢bamos Manolito, lo que, seg¨²n Luis, era disminuirle, y con ¨¦l a su obra. Lo dice claramente en un poema de Delsolaci¨®n de la quimera, su ¨²ltimo libro. Pero en esa reacci¨®n de Cemuda hab¨ªa una clara mala fe, pues a Altolaguirre siempre le hab¨ªamos llamado Manolito sus mejores amigos, diminutivo que no ten¨ªa sino una connotaci¨®n cari?osa. A prop¨®sito de Manolo, hay algo que me molest¨® profundamente de Cernuda, y, que recuerdo ahora. Fue Luis, seg¨²n me cont¨® Paloma Altolaguirre, quien suprimi¨® en la edici¨®n de Poes¨ªas completas de su padre -ya muerto ¨¦ste- hecha por el Fondo de Cultura en M¨¦xico, el encuentro o semblanza que yo le hice a Manolo, y que ¨¦l me hab¨ªa pedido desde M¨¦xico que figurase al frente de la edici¨®n, lo que yo acept¨¦ con gusto. Luis era terrible. Cuando le envi¨¦ a Mexico un ejemplar dedicado de mis Poes¨ªas completas tuvo la desfachatez de devolverme el paquete con el pretexto de que no ten¨ªa dinero para pagar los derechos de aduana. Lo mismo hizo Juan Ram¨®n cuando Antonio Machado le regal¨® sus Poes¨ªas completas: se las devolvi¨® con unas l¨ªneas fr¨ªas y distantes. Juan Ram¨®n y Cemuda eran iguales. Extraordinarios poetas, artistas exquisitos del verso, pero como seres humanos dificiles para la amistad. Los dos acabaron pele¨¢ndose con amigos suyos muy queridos. Y a ambos se podr¨ªa aplicar lo que el propio Cemuda escribi¨® en un breve poema que quer¨ªa ser un retrato -o quiz¨¢ un autorretrato- del car¨¢cter andaluz: 'Es amor con odio/ el andaluz".
* Aleixandre verane¨® con su familia en el pueblo de Miraflores de la Sierra desde 1925 hasta el mismo a?o de su muerte, en un chal¨¦, adquirido por su padre, llamado Vistalegre.
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