Diderot y Rousseau, modernidad y posmodernidad
Desde nuestra modernidad instalada, e incluso desde nuestra posmodernidad indefinida y ambigua, hay un juego intelectual que, como, pecado liviano, de una u otra forma practicamos: la b¨²squeda en las fuentes cl¨¢sicas de nuestros or¨ªgenes. Es dificil no ver en este entretenimiento acad¨¦mico una justificaci¨®n de actitudes personales o de clan -religioso, ideol¨®gico o pol¨ªtico-.As¨ª, la tradici¨®n, en su sentido literal, legitima o se cree que legitima. Pero de forma paralela, consciente o inconscientemente, este juego ingenioso / interesado se convierte en revulsivo intelectual cr¨ªtico. De modo especial, la cultura pol¨ªtica es una constante reflexi¨®n -como punto de partida, como revisi¨®n actualizadora, como negaci¨®n creadora- sobre los grandes cl¨¢sicos. Hay, de esta manera, un continuum l¨²dico que, desde la invenci¨®n generosa, se reconvierte en fuente cr¨ªtica de conocimiento. Los cl¨¢sicos, en definitiva, son pretextos ¨²tiles: legitiman o deslegitiman dial¨¦cticamente una concepci¨®n del mundo.
Diderot, en un sentido m¨¢s enciclop¨¦dico, literario y mundano, y Rousseau, aunando febrilmente intimismo explosivo y revulsi¨®n contestataria pol¨ªtica, han sido, y siguen siendo, ejemplos muy cualificados de pretextos legitimadores y, al mismo tiempo, paradigmas operativos. En un momento hist¨®rico en que Francia expresaba o, m¨¢s exactamente, sistematizaba la conciencia cultural-pol¨ªtica de novedad secularizadora era l¨®gico que el enciclopedismo, y, por aproximaci¨®n cr¨ªtica, Rousseau, proyectase la nueva modernidad en toda Europa, incluyendo a Espa?a. Aunque la recepci¨®n en nuestro pa¨ªs ser¨¢ un poco vergonzante: Rousseau y Diderot estar¨¢n presentes in mente, pero con cautela en las citas. Ser¨¢n, as¨ª, fuentes de legitimaci¨®n ocultas, sobreentendidos cr¨ªpticamente, pero con una conciencia clara de que frontalmente, m¨¢s que legitimar, deslegitimar¨ªan. La ideolog¨ªa modernizadora se convierte en estrategia simuladora y reformista.
Desde nuestra contemporaneidad, desde lo que se intenta definir como posmodernidad, ?qu¨¦ pueden aportar / legitimar Diderot o Rousseau hoy? Indudablemente, la hegemon¨ªa francesa o franc¨®fona ha dado paso a la hegemon¨ªa de la rep¨²blica imperial y fundamentalista norteamericana. El fundamentalismo pol¨ªtico norteamericano puede, y confiemos que los dioses nos ayuden, ser conyuntural, pero dif¨ªcilmente podremos salir de su hegemon¨ªa cultural. Este marco pol¨ªtico y religioso, econ¨®mico e inform¨¢tico, condiciona en gran medida toda reflexi¨®n cr¨ªtica intelectual. A pesar de ello, la protesta rusoniana, la frescura diderotiana, siguen animando la con figuraci¨®n ut¨®pica e imaginativa: culturalmente, como revulsivo anticonvencional; pol¨ªticamente, como afianzamiento de la libertad y la dificil b¨²squeda de la igualdad.
Rousseau, como se?alar¨¢ Tierno, es un buen ensayo-pretexto sobre Diderot, plantea la disyuntiva spinoziana de Deus sive natura y opta por la fe en la naturaleza humana. Y se podr¨ªa a?adir algo m¨¢s: el ensimismamiento de Rousseau -en algunos casos, parecido al de Pessoa (desasosiego intimista), y en otros, diferente (obsesi¨®n por la igualdad)- no le llevan a aceptar la derrota, la sumisi¨®n o la evasi¨®n. Diderot y Rousseau inician juntos el descubrimiento (Los discursos), pero Diderot, pesimista y ecl¨¦ctico, mundano y pragm¨¢tico, se queda en el camino. A Rousseau le parecer¨¢ incompatible "le repos et la libert¨¦", y hay que optar (Sur le gouvernement de Pologne). Para Diderot, el reposo ser¨¢ el mundo de la modernizaci¨®n materialista y secularizada: desde el radicalismo dial¨¦ctico asentar un reformismo progresista (Mundus et natura). La mundanidad como iron¨ªa. "Ces vices charmants qui font le bonheur de Momme dans ce monde et sa damnation ¨¦ternelle dans l'autre", dir¨¢ a Catalina II.
No hay, pues, oposici¨®n Diderot-Rousseau: su distanciamiento personal anuncia y prev¨¦ el proceso de la modernidad a la posmodernidad. Rousseau sigue avanzando, sin reposo y con prisa, con contradicciones y negaciones. Diderot se instala en la modernidad conquistada y necesaria.
En definitiva, en Rousseau, como punto de partida cl¨¢sico, como in stitucionaliz aci¨®n de la ruptura permanente, supera la modernidad y nos adentra en la posmodernidad. La utop¨ªa, como la pureza en Eco, aterra e inquieta, pero, por fortuna, estar¨¢ siempre presente en la naturaleza humana.
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