Falleci¨® en Nueva York el cineasta Henry Hathaway, un director cl¨¢sico que nunca rechaz¨® un gui¨®n de encargo
El director norteamericano Henry Hathaway falleci¨® el lunes en Nueva York, a la edad de 86 a?os, de un ataque al coraz¨®n. A ¨¦l se deben m¨¢s de 60 pel¨ªculas, especialmente centradas en el mundo de la aventura, aunque Hathaway adem¨¢s abundara en todos los g¨¦neros cl¨¢sicos de Hollywood: la comedia rom¨¢ntica, el cine policiaco, el melodrama. En su muy desigual obra destacan pel¨ªculas de inter¨¦s, incluso de relevante importancia en la historia del cine (Tres lanceros bengal¨ªes, Sue?o de amor eterno, Ni¨¢gara... ). Era esa la ambivalencia que ¨¦l quer¨ªa cuando declaraba orgulloso no haber rechazado jam¨¢s un gui¨®n cinematogr¨¢fico.
Expresaba un mundo de nervios a la hora del rodaje. Seg¨²n el actor Gregory Peck, Henry Hathaway era "en todo momento un elegante caballero, salvo de nueve a seis, mientras trabajaba, en que se convert¨ªa en un paranoico". Quiz¨¢ se debiera esa actitud a su af¨¢n por dejar la pel¨ªcula plenamente acabada mientras la filmaba: "Hago el montaje mientras ruedo. Luego s¨®lo se deben unir los planos uno tras otro".As¨ª, ten¨ªa numerosas teor¨ªas sobre c¨®mo se deb¨ªan realizar las pel¨ªculas: "S¨®lo hay dos medios para hacer cine: se dirige a los actores o se dirige a la c¨¢mara. Los directores m¨¢s j¨®venes, que no suelen saber c¨®mo tratar a las personas con las que trabajan, que no saben qu¨¦ hacer con los actores, se dedican casi exclusivamente a mover la c¨¢mara. Cuando yo dirijo creo saber alternar ambas vertientes. El operador nunca debe pensar lo que hacer con la c¨¢mara: siempre le digo d¨®nde debe colocarla y as¨ª no elige por m¨ª".
Narrador tradicional
Esa seguridad en el trabajo convirti¨® a Hathaway en un cl¨¢sico. Cualquiera de sus pel¨ªculas hereda la sabidur¨ªa de un tipo de narrativa que ¨¦l mismo ayud¨® a crear. Henry Hathaway, hijo de actores y desde su infancia vinculado al mundo del cine (trabaj¨® de botones en los estudios de la Universal hasta alcanzar la edad militar), aprendi¨® de Frank Lloyd, con quien trabaj¨® como ayudante, todos los posibles trucos.En su juventud, Hathaway a?adi¨® a ello curiosidad por el documental que le llev¨® incluso a largos viajes, entre ellos a la India, armado con una c¨¢mara como testigo. De esa veta de documentalista le qued¨® un regusto por el cine directo.
Destacaron sus filmes negros, en los que, siguiendo la corriente del cine policiaco, altern¨® la ficci¨®n con un curioso sentido del periodismo. Por ejemplo, en La casa de la calle 92, trabaj¨® con c¨¢mara oculta. Enemigo de la ret¨®rica, procur¨® exponer cuanto quer¨ªa siguiendo el camino m¨¢s corto entre intenciones y resultado.
Se exhiben ahora en Madrid El jard¨ªn del diablo (1955) y A 23 pasos de Baker Street (1957), en las que se puede identificar su devoci¨®n por la sencillez narrativa, aunque ello no le impidiera mantener la tensi¨®n o el inter¨¦s de cada historia. En ambos filmes, sobre todo en el primero, puede comprobarse su inteligente trato con los actores. Si bien Hathaway no rechaz¨® ja m¨¢s un gui¨®n, fue m¨¢s estricto en la elaboraci¨®n de los repartos: "Comet¨ª los ¨²nicos errores de m vida cuando acept¨¦ trabajar con actores que no me gustaban". No parece ser ¨¦ste el caso de las pel¨ªculas citadas.
Superrealismo y ¨¦pica
Antes de filmarlas ya era Hathaway un director valorado por los cr¨ªticos, no s¨®lo por los amantes de la narrativa tradicional que hab¨ªan destacado su saber hacer en como Almas en el mar; Lobos del Norte; La jungla en armas; Cuando muere el d¨ªa; Rommel, el zorro del desierto; Correo diplom¨¢tico; 13, calle Madeleine; El pr¨ªncipe valiente; El beso de la muerte, que impresion¨® al p¨²blico por la secuencia en la que Richard Widmark arrojaba por una escalera a una anciana paral¨ªtica, o Ni¨¢gara, donde el erotismo de Marilyn Monroe logr¨® su primera inquietante versi¨®n, sino tambi¨¦n por cr¨ªticos menos apasionados por un cine exento de impronta personal.?se fue el caso de Andr¨¦ Breton, entusiasmado con Peter Ibbettson, conocida en Espa?a como Sue?o de amor eterno. Aquella historia de Daphne de Maurier ten¨ªa, a ojos del poeta, una clara relaci¨®n con La edad de oro, de Bu?uel s¨®lo en ellas exist¨ªa una sensible expresi¨®n del amor fou. Que la pareja de enamorados permaneciera fiel en su amor aun despu¨¦s de la muerte no respond¨ªa, seg¨²n los superrealistas franceses, a la ortopedia del cine comercial. El lirismo de su parte final, unidos los amantes tras la vida, fue el momento m¨¢s celebrado: lo real y lo imaginario converg¨ªan en una realidad nueva, sorprendente y transgresora. Peter Ibbettson es uno de los t¨ªtulos excepcionales de Hathaway.
Como los Tres lanceros bengal¨ªes, recientemente emitida en TVE, que si bien no alteraba el esp¨ªritu de los conservadores filmes nacionalistas, aplic¨® un sentido de la ¨¦pica cinematogr¨¢fica que logr¨® impulsar los hasta entonces (1935) t¨ªmidos resortes del g¨¦nero. Hathaway no tuvo problemas para dominar los recursos del cine de acci¨®n (Alaska, tierra de oro; El fabuloso mundo del circo; la conquista del Oeste; Valor de ley...). Aunque no todos sus filmes tuvieran el mismo peso, supo enriquecerse con ellos: "Aprend¨ª siempre a tratar a la gente".
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