El verdadero cambio
El verdadero cambio ya no es, preferentemente, el cambio pol¨ªtico. El verdadero cambio es cambio de paradigma. La verdadera revoluci¨®n. es cient¨ªfica, intelectual, epistemol¨®gica, te¨®rico-pr¨¢ctica. No se trata de recaer en el idealismo, sino del posible advenimiento de una sociedad experimental. Un fantasma recorre el mundo, pero es un fantasma escasamente reducible a esl¨®ganes del siglo XIX. Es el fantasma de las creaciones te¨®rico-pr¨¢cticas, las diferentes maneras de "ver" la realidad. Un ver que ya es transformar. Una aventura que discurre en los laboratorios cient¨ªficos, en los talleres de dise?o, en los aceleradores de part¨ªculas, en las mil fecundidades de las experiencias h¨ªbridas: neurobiolog¨ªa, ingenier¨ªa gen¨¦tica, biolog¨ªa molecular, y as¨ª sucesivamente. Donde ya no hay sabios aislados. Es el fantasma de una permanente fluidez exploratoria, aunque todav¨ªa dependiente de las grandes decisiones (presupuestarias) de los Estados. Un fantasma que, tarde o pronto, habr¨¢ de cobrar autonom¨ªa y condicionarlo todo.Aclaremos el concepto de cambio. Como lo han mostrado Paul Watzlawick y sus colaboradores de la Escuela de Palo Alto, hay, en general, dos maneras de cambiar:
1. Cambiar dentro de un sistema.
2. Cambiar al sistema.
En el primer caso se modifica el ordenamiento de las ideas, pero sin alterar el marco de referencia; en el segundo caso se modifica el marco de referencia. En el primer caso, plus Ca change, plus c'est la m¨¦me chose; en el segundo caso emerge lo realmente nuevo. La teor¨ªa de grupos proporciona un modelo para pensar el primer tipo de cambio; la teor¨ªa de tipos l¨®gicos sirve para explicar el segundo.
Pues bien, se dir¨ªa que el futuro ha de traernos una situaci¨®n de permanente cambio-2, o s¨¦ase, reordenaci¨®n sucesiva de los marcos de referencia. Lo que ocurre es que apenas nos educaron para esta nueva agilidad que habr¨¢ de requerir la ¨¦poca. Lo m¨¢s normal es no cambiar. Lo m¨¢s normal es asumir, cuando algo contradice nuestros esquemas, "la excepci¨®n que confirma la regla". T. S. KuIm lo ha glosado suficientemente. El hombre es un animal prodigiosamente dotado para mantener doctrinas refutadas por los hechos. La raz¨®n, por otra parte, es sencilla: no hay hechos. S¨®lo hay interpretaciones de los hechos. Naturalmente, cabe un simulacro de cambio-2. Por ejemplo, el que pudi¨¦ramos llamar "cambio pendular": se sustituye un marco de referencia por uno que parece opuesto, pero se mantienen las invariantes del sistema. (Y perd¨®n por la jerga.) Es el caso, tan conocido, de quienes pasaron del cristianismo al marxismo o del fundamentalismo a la guerrilla, etc¨¦tera.
Ello es que todo cambio de paradigma es un milagro. Un milagro interdisciplinario. Sucedi¨® cuando Newton relacion¨® la atracci¨®n de los planetas con la ca¨ªda de las manzanas. (Descartes hab¨ªa proporcionado previamente el escenario al inventar una representaci¨®n gr¨¢fica de las relaciones entre magnitudes heterog¨¦neas.) Sucedi¨® con el segundo principio de la termodin¨¢mica, aunque la conciencia de su relevancia -final de la ideolog¨ªa del progreso- llegase con un siglo de retraso. Sucede hoy con la ecolog¨ªa y con el principio del orden a partir del desorden. Con una particularidad: la situaci¨®n
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es cada vez m¨¢s parad¨®jica. Porque las crecientes exigencias de la especializaci¨®n incitan, y a la vez frenan, el milagro de la fecundidad interdisciplinaria.
No hace muchos a?os, la Asociaci¨®n Americana para el Progreso de la Ciencia reuni¨® en un hotel a unos cuantos antrop¨®logos con el fin de aclarar las causas de la extinci¨®n de ciertas tribus. A pocos metros de distancia, y en otro hotel, un grupo de bi¨®logos se reun¨ªa para indagar la raz¨®n de la extinci¨®n de determinadas especies animales. Ambos grupos, en sus respectivos hoteles, llegaron a la misma conclusi¨®n: la causa de la extinci¨®n hab¨ªa sido el exceso de especializaci¨®n. Alguien coment¨®: "?Y no es ¨¦ste, tambi¨¦n, nuestro caso?".
?nicamente en la investigaci¨®n sobre el cerebro humano se publican al a?o unos 500.000 art¨ªculos. Los propios neur¨®logos tienen ya muchas dificultades en comunicar los unos con los otros. Y, sin embargo, no se puede vivir, actuar, teorizar, experimentar sin alguna visi¨®n global impl¨ªcita (ni que fuere a efectos heur¨ªsticos y a conciencia de que cualquier esquema generalista es hoy intr¨ªnsecamente provisional). Con lo cual volvemos al meollo del nuevo paradigma que es el paradigma del cambio. Una encrucijada tan dificil como f¨¦rtil. Quiero decir que en su misma dificultad reside su soluci¨®n. Es la tesis -en parte- de Ilya Prigogine. A mayor cantidad de interacciones y conexiones -o sea, a mayor cantidad de inestabilidad y antagonismo-, mayor capacidad de transformaci¨®n. Las partes de un sistema pueden reorganizarse en un sistema nuevo. Y subrayo el pueden" porque no existe garant¨ªa alguna, a priori, de que el ¨¦xito acompa?e a la empresa. He aqu¨ª la gracia y desgracia de nuestro tiempo, la fascinante ecuaci¨®n entre complejidad e incertidumbre: la puerta abierta para una creatividad que engulla entrop¨ªa y nos encamine, simult¨¢neamente, hacia la sofisticaci¨®n y hacia el origen.
Dicho sea de paso: uno comprende la tentaci¨®n de relacionar este nuevo paradigma, "el Todo en cada una de las partes", la espont¨¢nea autoorganiz aci¨®n de la naturaleza, la fluidez del cosmos, con la vieja sabidur¨ªa del Tao y de las Upanishads. El propio Prigogine reconoce el parecido entre la "ciencia de la complejidad" y la visi¨®n de los m¨ªsticos orientales. Personalmente, me inclino por la prudencia y el deslinde.
Una cosa es la m¨ªstica, la sabidur¨ªa sin s¨ªmbolos interpuestos, y otra cosa es la ciencia, siempre simb¨®lica y provisional (lo cual no quiere decir que la m¨ªstica sea irracional; al contrario, la m¨ªstica cornienza con los ¨²ltimos espasmos de la raz¨®n cr¨ªtica).
En conclusi¨®n, el verdadero cambio es hoy el cambio de paradigma. El cambio de paradigma aboca a la permanente reorganizaci¨®n de nuestras percepciones, datos, informaciones: el fant¨¢stico forcejeo con la entrop¨ªa. No se destruye lo anterior para pendular hacia su opuesto, sino que se avanza en espiral, ensanchandocomplicando el marco de referencia. Por poner un ejemplo siempre de actualidad en este pa¨ªs nuestro: ya no tiene mucho sentido decir ,,antes era yo un creyente y ahora soy un ateo". El nuevo paradigma conduce, m¨¢s bien, a planteamientos del tipo "antes era yo un creyente ingenuo y ahora soy un agn¨®stico con fe". El nuevo paradigma se inscribe en una revoluci¨®n intelectual que supera la vieja querefla entre teor¨ªa y pr¨¢ctica. Lo ense?a la mec¨¢nica cu¨¢ntica: la transformaci¨®n de este mundo con¨²enza ya en su misma observaci¨®n. Termin¨® la era del supuesto espectador imparcial que miraba las cosas "desde fuera". No existe este "fuera". En la m¨¢s elemental de las observaciones est¨¢ ya impl¨ªcita una elecci¨®n participativa: o se mide la posici¨®n de un electr¨®n o se mide su velocidad (ambas cosas a un tiempo es imposible). Y despu¨¦s de realizado el experimento de medici¨®n, la marcha del universo queda alterada. Final, pues, del mito de la objetividad. Nacimiento del mito, m¨¢s cibern¨¦tico, de la participaci¨®n. Participaci¨®n ¨ªntima y colectiva: un modo nuevo, alerta y creativo, de estar en el mundo.
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