Ligera defensa de la 'prebenda'
Cuando se habla hoy de progreso y de progresismo casi siempre se piensa en actividades adscritas a un partido pol¨ªtico, que asume esto de ser representante ¨²nico del Progreso mismo, lo cual ya pas¨® en el siglo XIX, cuando funcionaba, como pod¨ªa, el partido progresista, objeto de s¨¢tiras por parte de algunos, que no cre¨ªan que fuera tan progresivo como afirmaban sus miembros, y de otros, que dudaban de que la idea del "Progreso" fuera homog¨¦nea e inexorablemente unida a cierta pol¨ªtica. El caso es que hoy en nombre de la fe en el Progreso se dicen bastantes estupideces y que hemos echado por la borda instituciones sabias y ejemplares por antiprogresivas.De vez en cuando ocurre una barbaridad y se comenta: "?Puede ocurrir esto en pleno siglo XX?". La respuesta (por medio de otra pregunta) es clara: "?Pero en qu¨¦ siglo cree usted que vive?". Ser¨¢ muy progresivo. Mas la experiencia indica que durante ¨¦l ha habido las dos guerras m¨¢s terribles y generalizadas que se recuerdan, los revoluciones m¨¢s mort¨ªferas, las contrarrevoluciones m¨¢s sanguinarias, los genocidios m¨¢s inicuos, los exterminios, las condenas globales de pa¨ªses, el terror organizado y otras cosas horribles.
Tambi¨¦n, en son de cr¨ªtica, se oye decir: "Eso es decimon¨®nico". S¨ª, lo ser¨¢. ?Pero tiene usted cerquita a Beethoven, a Hegel, a Schopenhauer, a Nietzsche, a Tolsoi, a Wagner, a Verdi, etc¨¦tera? Silencio: o sensaci¨®n de molestia. Somos progresivos, ya que no progresistas, de los de morri¨®n y Milicia Nacional. "Todo va adelante". Y no gracias a Dios, sino gracias a los f¨ªsicos, qu¨ªmicos, matem¨¢ticos, economistas, soci¨®logos, antrop¨®logos y tecn¨®cratas. Con la inform¨¢tica y los ordenadores a nuestro servicio. S¨ª. ?Adelante! Pero algunos viejos (que adem¨¢s notamos que estamos algo perturbados) sentimos cierta repugnancia ante tanto Progreso y tambi¨¦n ante la p¨¦rdida de sentido de ciertas instituciones antiguas: sobre todo las de origen eclesi¨¢stico. Vemos funcionar conceptos tales como los de la competividad, el pluriempleo, la agresividad publicitaria. Sentimos repulsi¨®n, v¨¦rtigo. En cambio: ?hay cosa que nos parezca m¨¢s agradable y tranquilizadora que el concepto de beneficio eclesi¨¢stico, y situaci¨®n que estimemos m¨¢s que la de beneficiado? ?Hay instituci¨®n m¨¢s humana que la de racionero? Nada digamos de la de prebendado. Lo de menos era que ¨¦sta fuera de origen doctoral, magistral, lectoral o penitencial. Lo dulce y sabio era el concepto de prebenda en s¨ª; como eran humanos los de beneficio y raci¨®n. D¨¦jeme usted de barullos. Una ciudad catedralicia, una prebenda, una tarea moderada, suficientemente lucrativa, con tiempo para todo. Chocolate, bizcochos y azucarillos para empezar el d¨ªa. Grandes siestas para mediarlo. Tertulias largas luego. Y as¨ª a?o tras a?o. Si los Estados no estuvieran dominados por gente competitiva y competidora (ya que no competente), si la ciencia fuera un conocer tranquilo y no una zarabanda turbulenta, se volver¨ªan a establecer aquellos cargos y modos de vivir. Basta de c¨¢tedras y catedr¨¢ticos, profesores numerarios y supernumerarios, em¨¦ritos y encargados de laboratorios y seminarios. N¨®mbrense muchos beneficiados, racioneros, prebendados. Beneficiado en Anatom¨ªa Comparada, racionero en Gram¨¢tica Hist¨®rica, prebendado en Sociolog¨ªa. Su saber ser¨ªa tranquilo, no hiriente. No tendr¨ªan que aguantar disc¨ªpulos y los disc¨ªpulos tampoco les aguantar¨ªan a ellos, con gran provecho evidente para las dos partes. No habr¨ªa congresos, no se leer¨ªan papers. La sabidur¨ªa ser¨ªa secreta, herm¨¦tica. No se descubrir¨ªa, tampoco, que no existe, cuando esto ocurre; y el hombre sabio y ocioso podr¨ªa tener tiempo para ocuparse de sutilezas y entretenimientos. Se escribir¨ªan libros sobre temas peregrinos, equivalentes a los dieciochescos de Los pliegos de las tertulias, El chichisveo impugnado y otras joyas del entendimiento dedicado a la divulgaci¨®n. Pero ahora todo tiene que ser eficaz, pr¨¢ctico y sobre todo cient¨ªfico. La ciencia como algo que reemplaza a la religi¨®n es todav¨ªa el gran manantial de esperanza del hombre, como lo era para Renan. Todos sabemos que la religi¨®n, en momentos de exceso, ha podido producir la Inquisici¨®n y la hoguera que abominamos. Pero vemos que la ciencia produce la bomba at¨®mica y no nos domina una sensaci¨®n de repugnancia. Pero es que la ciencia tampoco ha producido, como la religi¨®n, los dulces cargos de beneficiado, racionero o prebendado. No, no puede sustituir a la religi¨®n. Cuando es cierta da dolor; cuando es falsa es algo tristemente carnavalesco, y cuando se aplica a algunos fines es la cosa m¨¢s brutal y perversa que cabe, sobre la que especulan unos pol¨ªticos, en nombre del Progreso. Es decir, de lo que ellos creen que es el Progreso. Poder absoluto, dominio econ¨®mico o militar sobre el mundo, hegemon¨ªa y tiran¨ªa... Parece mentira que en pleno siglo XX ocurran estas cosas...
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