La profesi¨®n de escribir en Espa?a
La Asociaci¨®n Colegial de Escritores (ACE) se fund¨® legalmente en 1977 por la iniciativa y con la presidencia de ?ngel Mar¨ªa de Lera. Exist¨ªan otros promotores y se ven¨ªa luchando por su constituci¨®n desde mucho antes, pero la fecha y la persona claves fueron las dichas, tanto que, no sin un cierto toque malintencionado, a veces se nombraba a la asociaci¨®n como la de Lera, como insinuando un presidencialismo monopolista muy lejos de la realidad.En cualquier caso, desaparecida, por desgracia, la persona de ?ngel Mar¨ªa, los que tomamos su relevo nos proponemos una muy descentralizada y m¨¢s din¨¢mica puesta al d¨ªa, sin caer en los tradicionales errores del mal pol¨ªtico conservador, incapaz de emprender nada nuevo, y del mal pol¨ªtico progresista, incapaz de conservar lo que ya funciona: hay cosas que funcionan bien y vamos a tratar de profundizarlas y hay cosas inexistentes pero necesarias que vamos a tratar de poner en pie.
En definitiva, queremos estar presentes, y a ser posible con poder decisorio, en todos los puntos del espectro sociopol¨ªtico nacional en donde se decida algo sobre el libro espa?ol. El objetivo ¨²ltimo es transformar la t¨®pica frase de Larra (t¨®pica por enunciar un problema real sin resolver) "en Espa?a escribir es llorar", por la de "en Espa?a escribir es una profesi¨®n".
La fuerza de la ACE
La fuerza de la ACE -?ay, las siglas!- no radica en su capacidad de presi¨®n material sobre nadie, ya que, entre otras cosas, una huelga de escritores es algo impensable, (el no escribir es tan imposible como el no pensar en nada), sino en el peso espec¨ªfico de su opini¨®n, respaldada por 1.000 asociados, 1.000 hombres de letras que algo tendr¨¢n que decir a la sociedad en que conviven sobre sus problemas, que, en definitiva, son los problemas de una gran parcela de la cultura espa?ola; una fuerza moral respaldada por un corporativismo tan leg¨ªtimo como el del colegio de m¨¦dicos o el del sindicato de ferroviarios, por poner ejemplos, pero que siempre se ha manifestado con una generosidad muy por encima de mezquindades gremiales, como puede comprobar quien consulte las conclusiones de los congresos de Almer¨ªa y Sig¨¹enza, publicadas en libros a disposici¨®n de los interesados y en la revista Rep¨²blica de las Letras.
Propiedad intelectual
Los 1.000 nombres/hombres de la ACE son de toda condici¨®n: famosos (por m¨¢s que hayamos perdido a nuestro ¨²nico premio Nobel, Vicente Aleixandre) y noveles, literatos y cient¨ªficos, pues la Asociaci¨®n es de escritores de libros y no se circunscribe a la ficci¨®n y a la poes¨ªa, y en ella puede inscribirse todo aquel que haya escrito un libro por cuenta ajena, es decir, que haya cobrado derechos de autor y est¨¦ interesado en la profesionalizaci¨®n de su actividad.
En el proyecto de ley a debatir sobre la propiedad intelectual se engloba la mayor¨ªa de los problemas que afectan de forma m¨¢s grave y directa a los escritores de libros: el contrato-tipo que, imposibilite las cl¨¢usulas leoninas y el control de tirada que posibilite las cuentas son fundamentales, algo que deber¨ªa interesar m¨¢s al editor que al autor, pues aqu¨¦l , como la mujer del C¨¦sar, no s¨®lo debe ser honesto sino parecerlo, y hoy por hoy lo ¨²nico que puede demostrar matem¨¢ticamente no es el n¨²mero de ejemplares que edita o vende, sino los que liquida al escritor.
"Y ya el t¨¦rmino liquidar es de por s¨ª alarmante. El di¨¢logo entre pares es la soluci¨®n. No se trata de ir contra nadie, sino de caminar juntos a favor del libro espa?ol y de sus lectores, que buena falta les hace a ambos.
Los problemas son muchos, y algunos, quiz¨¢ menores, no dejan de ser pintorescos, como es el caso del dominio p¨²blico o p¨¦rdida de derechos a fecha fija de la muerte del autor: en Espa?a, y con un Gobierno socialista, la p¨¦rdida de herencia se propone a los 50 a?os, cuando en el resto de Europa la tendencia es a los 70. Uno no cree en herencias, pero no deja de ser curioso que la ¨²nica propiedad que pasa al dominio p¨²blico, que se socializa, sea la propiedad intelectual, cuando la del resto de la propiedad (la de la tierra o la de los medios de producci¨®n) ni siquiera se insin¨²a a siglos vista.
La cotizaci¨®n a la Seguridad Social es otra muestra del pintoresquismo en que nos movemos: la Administraci¨®n la propone como autopatronos cuando el concepto b¨¢sico de la ACE es precisamente la de escribir por cuenta ajena. Nadie se paga a s¨ª mismo por escribir un soneto.
Figura rom¨¢ntica
Para algunos exquisitos todas estas cuestiones (y muchas m¨¢s, que las hay) pueden parecer triviales, cuando no soeces; pero muchos otros pensamos que la figura rom¨¢ntica del creador, figura sublime que saca su obra de la nada (y de la nada vive, y en la miseria si no tiene patrimonio propio), debe dejar paso a la m¨¢s realista del productor, ya que produce objetos -libros- capaces de crear plusval¨ªa y, por otra parte, maneja unos materiales preexistentes en la sociedad como son sus s¨ªmbolos y mitos.
En lo que s¨ª estoy de acuerdo con los exquisitos es en la rabiosa individualidad del hecho literario. El asociacionismo no va a facilitar genialidad alguna, pero es que tampoco lo pretende; simplemente, trata de profesionalizarlo, de abandonar la pat¨¦tica figura del bohemio hambriento en el ¨¢lbum de fotos de los familiares idos.
En cualquier caso, de las ventajas que se consigan en los asuntos aqu¨ª expuestos, en una mayor presencia en el extranjero, etc¨¦tera, se beneficiar¨¢n tambi¨¦n los exquisitos sin tener que mancharse las manos, y en ese momento no pondr¨¢n pegas. La vida, punto y seguido. Sirvan estas l¨ªneas de presentaci¨®n de la ACE y no se las entienda como bander¨ªn de enganche sino como tarjeta de visita.
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