La trampa del musical
El g¨¦nero musical es muy traidor. Todo dinero que se invierta en ¨¦l es siempre mucho, y siempre resulta poco. La cuesti¨®n dinero es b¨¢sica en estos espect¨¢culos donde hay que comprar calidades t¨¦cnicas y humanas muy altas, y no basta con el ingenio o la inventiva. Sobre todo cuando se trata de una importaci¨®n, como A chorus line, cuyo estreno madrile?o se celebr¨® anteayer en el teatro Monumental, despu¨¦s de su estancia en Barcelona (ver EL PAIS del 15 de diciembre pasado).En ese caso, adem¨¢s, entra directamente la competencia del cine o la televisi¨®n, que nos vienen acostumbrando desde hace varias d¨¦cadas a la perfecci¨®n en el g¨¦nero.
A chorus line es un curioso ejemplo del espejismo del musical te¨®ricamente barato: no hay vestuario, hay una sola escenograf¨ªa... S¨®lo por dentro se sabe lo que moviliza de luces, sonido, computadores, t¨¦cnicos; lo que necesita de ensayos y la falta que hace que las 24 personas de la compa?¨ªa canten, hablen o bailen como solistas y que sean al mismo tiempo j¨®venes.
A chorus line
Direcci¨®n y coreograf¨ªa: Roy Smith. M¨²sica: Marvin Hamlisch. Vestuario: Theoni V. Aldredge. Versi¨®n en castellano: Ignacio Artime y Jaime Azpilicueta. Estreno en Madrid: teatro Munumental, 19 de febrero.
Aunque repitan una f¨®rmula, aunque sean meramente imitativos, necesitan una calidad que es car¨ªsima y que no se encuentra f¨¢cilmente: ni import¨¢ndola. Y el t¨¦rmino de comparaci¨®n es inevitable. El sistema de las peque?as historietas de cada uno -blandas o, peor a¨²n, falsamente duras; con la idea de la redenci¨®n por el arte- es el que se viene recibiendo desde hace a?os con la serie Fama.
Con la diferencia de la fuerza coreogr¨¢fica y musical de Fama, de la selecci¨®n de actores-cantantes-bailarines, con la ayuda de dobladores. Dif¨ªcilmente resisten la comparaci¨®n quienes se esfuerzan en contar sus historias sensibleras en un idioma que no es el suyo, con torpeza de dicci¨®n y esa abundancia de muecas propia de quien no est¨¢ seguro de su palabra ni de su oficio de actor. Desgraciadamente, no lo enmiendan con su habilidad para la danza o su voz para el canto.
En los ¨²ltimos a?os el teatro privado, ilusionado por alg¨²n ¨¦xito fuera de serie del musical en Espa?a -El diluvio que viene-, hab¨ªa buscado una salida de apuros en este g¨¦nero: muchas veces se ha metido en una trampa.
El ingenio
Ha dado gran resultado lo que se ha apoyado en el ingenio, como Yo me bajo en la pr¨®xima, ?y usted?, de Marsillach, y generalmente lo que se ha referido directamente a una cultura propia del p¨²blico espa?ol, como esa misma obra o el sistema de antolog¨ªas, como el de las revistas de Por la calle de Alcal¨¢ o el de las zarzuelas de Tamayo, o algunas afortunadas resurrecciones del g¨¦nero chico -La verbena de la Paloma, La Gran V¨ªa, El d¨²o de la Africana-, es decir, la vieja ley del teatro de que lo m¨¢s que se aproxima al espectador y su vida, sus recuerdos o su cultura, es lo que m¨¢s le puede interesar.A chorus line est¨¢, sin duda, en la proximidad del espectador de Broadway, sobre todo de la l¨ªnea moralista y conservadora, y est¨¢ tambi¨¦n metido en la carne de sus actores cuando ¨¦stos tienen la suficiente calidad.
En la plaza de Ant¨®n Mart¨ªn, en cuyo entorno se est¨¢n viviendo otras bohemias, otras ilusiones de redenci¨®n por el arte con unas caracter¨ªsticas que dependen mucho de esta sociedad en la que estamos y del fragmento de historia del que dependemos, queda como un poco raro.
La importaci¨®n de aquella bohemia neoyorquina no sustituye la falta de creatividad para contar ¨¦sta. Y los fantochillos con voz de pel¨ªcula de dibujos animados pueden en muchos momentos despertar la simpat¨ªa por su doble aventura, la de los personajes que relatan y la de los actores que tratan de encarnarla en un pa¨ªs extranjero y enteramente ajeno, pero nada m¨¢s. Para ese tipo de consumo ya est¨¢n los otros medios, y el teatro exige m¨¢s.
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