La Escuela Espa?ola de Historia y Arqueolog¨ªa
En EL PA?S del 17 de febrero ¨²ltimo se publica una carta, que precedi¨® a otra de parecido contenido aparecida hace unos meses, sobre el tema de la Escuela Espa?ola de Historia, y Arqueolog¨ªa en Roma. Si, como yo entiendo, la democracia se caracteriza por un flujo permanente de comunicaci¨®n entre Administraci¨®n y administrados, me veo en la necesidad de contestar a lo expuesto en ambas cartas, a fin de restablecer la verdad y disipar informaciones equivocadas, espero que de forma bien intencionada.Seg¨²n dice el autor de la ¨²ltima carta mencionada, "el hecho de la supresi¨®n de la escuela espa?ola supone una falta de tacto y un error dif¨ªcilmente reparable...". Pues bien, a mi vez, me creo legitimado para decir que el hecho de escribir a los peri¨®dicos sin haberse informado previamente del asunto en cuesti¨®n adolece tambi¨¦n de falta de tacto y constituye un error, en este caso espero que reparable.En efecto, con evidente falta de tacto, el autor de la citada carta comete un error porque no se ha enterado -o no se ha querido enterar- de que en los planes de revitalizaci¨®n de las instituciones culturales espa?olas en Italia, que ha asumido el Gobierno y encauza la ,embajada con la preciosa colaboraci¨®n del CSIC, la Escuela Espa?ola de Historia y Arqueolog¨ªa no desaparece, sino que cambia de ubicaci¨®n, circunstancia que ya se dio desde su fundaci¨®n, en 1910, hasta su traslado, en 1964, al edificio de Villa Albani. Y cambia de ubicaci¨®n por dos razones funda-
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mentales y que han sido muy maduradas. En primer t¨¦rmino, porque el edificio de Villa Albani va a ser utilizado para ampliar sustancialmente el Instituto Espa?ol de, Cultura, punta de lanza de nuestra presencia cultural en Italia, que hasta ahora ha estado instalado en un modesto y disfuncional apartamento de 150 metros cuadrados, para trasladarse, pues, a un edificio de alrededor de 700. Eso comportar¨¢ que el curso pr¨®ximo podamos ampliar la matr¨ªcula de los estudiantes italianos que estudian nuestra cultura, pasando de los 150 actuales a cerca de 400. No tema, pues, el autor epistolar por nuestra presencia cultural en Roma, la cual se ver¨¢ as¨ª incrementada.
Y en segundo lugar, el traslado de la Escuela Espa?ola de Historia y Arqueolog¨ªa a la Academia de Bellas Artes no se debe a su disoluci¨®n, sino, bien al contrario, a su potenciaci¨®n. En efecto, despu¨¦s de las obras que estamos realizando en nuestra venerable academia, la arqueolog¨ªa conocer¨¢ una fuerte consolidaci¨®n a causa de que los becarios arque¨®logos residir¨¢n, junto con sus companeros artistas, en unas instalaciones dignas, y no en oscuras pensiones, como ha sucedido hasta ahora por lo general. Es m¨¢s: se ha creado tambi¨¦n la figura del jefe de estudios de Arqueolog¨ªa, que residir¨¢ tambi¨¦n en la propia academia de forma permanente, ocup¨¢ndose no s¨®lo de dirigir los estudios de los becarios, sino de establecer tambi¨¦n planes de investigaci¨®n, estrechando as¨ª las relaciones con las otras instituciones afines existentes en Roma.
Todo esto tuve ocasi¨®n de explic¨¢rselo hace unos d¨ªas a una delegaci¨®n de la Uni¨®n de Escuelas de Arqueolog¨ªa de Roma, encabezada por su presidente, de nacionafidad sueca, y que vino a verme inquieta tambi¨¦n por falta de informaci¨®n veraz sobre el futuro de nuestra hist¨®rica escuela. Espero, pues, como ocurri¨® en el caso de dicha delegaci¨®n, que los autores de las cartas de protesta se tranquilicen y que, como antiguos usuarios de la escuela, esperamos su colaboraci¨®n para una causa que une las preocupaciones del Gobierno con las suyas. Con ello, modestamente, contribuiremos en el marco de Italia a esa difusi¨®n racional que reivindicaba el magn¨ªfico editorial de EL PA?S, colof¨®n de su interesante serie sobre la cultura espa?ola en el extranjero. Pero me temo que no sea suficiente, ya que lo que es cada vez m¨¢s urgente es la elaboraci¨®n de una ley sobre la difusi¨®n de la cultura espa?ola en el mundo en la que se regulen de forma coordinada, potenci¨¢ndolas, las instituciones culturales que ya tenemos y las que habr¨ªa que crear. Mantengamos, pues, la esperanza.- Embajador de Espa?a en Italia. .
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