Linchamiento moral
He le¨ªdo con mucho inter¨¦s el editorial de EL PAIS El vigilantismo (17 de febrero), en el que se rompe una lanza contra formas de justicia salvaje dif¨ªcilmente compatibles con un moderno Estado de derecho. Se citan como ejemplos el linchamiento, el acoso de una turba a un posible delincuente, o la formaci¨®n de grupos de vigilantes civiles que, "ufanos, prepotentes, nerviosos y satisfechos de su moral social falsa, est¨¢n dispuestos a lanzarse sobre un ladr¨®n a garrotazos".Comparto la preocupaci¨®n por un aut¨¦ntico respeto a la legalidad, con su imprescindible secuela de una presunci¨®n hac¨ªa la posible inocencia del inculpado. Observo, sin embargo, que el reciente tratamiento por parte de ciertos sectores de opini¨®n -entre ellos, EL PAIS- de un asunto a¨²n bajo competencia judicial no se compagina con esta filosof¨ªa. En ese sentido, me ha parecido sugestivo el s¨ªmil de "linchamiento moral" que utiliza el economista Pedro Schwartz, refiri¨¦ndose al esc¨¢ndalo de las evasiones de capital en un art¨ªculo publicado en la secci¨®n Tribuna libre de su peri¨®dico (16 y 18 de febrero). No comparto necesariamente todos los puntos de vista de dicho art¨ªculo, aunque, a la vista de unas orientaciones m¨¢s liberales de nuestra econom¨ªa y de una apertura hacia mercados m¨¢s amplios, puede parecer que existe, en efecto, un cierto desfasamiento de nuestra legislaci¨®n o quiz¨¢ una excesiva dureza de las penas -como se?ala su autor- con respecto a infracciones que son cons¨ªderadas con m¨¢s benevolencia en otros ordenamientos europeos.
Lo que parece evidente es que la repetici¨®n de nombres y listas de supuestos implicados en las primeras p¨¢ginas del peri¨®dico, y en los momentos de mayor audiencia de otros medios -como la radio y la televisi¨®n-, provoca un da?o moral irreparable a los interesados, tanto si la acusaci¨®n por delitos o infracciones fiscales prospera como si, tras las diligencias judiciales, resultaran absueltos. De poco sirve que en la letra peque?a se insista en la presunci¨®n de inocencia de los encartados cuando con grandes titulares se est¨¢n denunciando ante la opini¨®n p¨²blica a una serie de personas que aparecen reiteradamente con sus fotograf¨ªas, completas filiaciones y curr¨ªculos, lo que en la pr¨¢ctica supone una impl¨ªcita presunci¨®n de culpabilidad.
Si es cierto que el tomarse la justicia por su mano nos retrotrae a formas de civilizaci¨®n odiosas y primitivas, parece que la utilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n en forma sensacionalista e irresponsable da lugar a situaciones de abuso del poder real de estos medios sobre la esfera de los derechos a la imagen y a la dignidad del individuo, fen¨®meno que no parece, en cambio, suficientemente estudiado.
Resultar¨ªa ingenuo, sin embargo, culpar s¨®lo a los med¨ªos de comunicaci¨®n por explotar una noticia que -dejando consideraciones ¨¦ticas aparte- resulta objetivamente interesante para su audiencia. La filtraci¨®n de nombres por parte de los mismos funcionarios que tendr¨ªan la obligaci¨®n de guardar el secreto del sumario, el desprop¨®sito de que sea un organismo p¨²blico como TVE el que se encargue de poner en entredicho el prestigio de un embajador -m¨¢ximo representante, por tanto, del Estado espa?ol ante un tercer pa¨ªs- son hechos que convendr¨ªa investigar y sancionar al menos con el mismo celo que los supuestos delitos fiscales..-
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