Paola Domingu¨ªn
Gin¨¦s Li¨¦bana est¨¢ haciendo un retrato de familia con idolillos paganos al fondo o en primer t¨¦rmino. Miguel Bos¨¦ de capa espa?ola. Pero Paola, muy fiel a su retrato, es m¨¢s delicada al natural, m¨¢s enferma, dir¨ªamos, m¨¢s ni?a, m¨¢s quebradiza, m¨¢s dulcemente perecedera. "Aqu¨ª en Madrid, Paco, cargo bater¨ªas, me lleno de entusiasmos, tomo contacto con mis or¨ªgenes, con mi familia; todo eso es muy importante. Y vuelvo a Par¨ªs, donde llevo a?os viviendo. Tomo clases de mimo con Marcel Marceau, que se mantiene prodigiosamente joven. Tambi¨¦n he aprendido mucho de Victoria Chaplin, de la que t¨² has escrito. Ella me ha ense?ado a moverme en la cuerda, y es una chica encantadora. El mundo de la moda me aburre un poco ya, porque siempre es lo mismo y porque es un mundo donde nunca se pasa del trapo. No hay manera de tener una comunicaci¨®n directa y profunda con nadie en ese mundo. Quiero pasar al teatro o al cine, pero cuando haya estudiado y dominado completamente mi cuerpo, cuando tenga la labilidad suficiente para adaptarme a lo que sea. Creo que en Espa?a me ser¨ªan las cosas demasiado f¨¢ciles. Prefiero seguir de chica an¨®nima y particular en Par¨ªs".La cabeza de una gracia entre el ave y la ninfa, de una aristocracia natural que se da muy naturalmente. El cuerpo que, de tan disciplinado, finge un poco, me parece, la sencillez, el desma?amiento. Pa?uelo rojo y barroco al cuello (largu¨ªsimo cuello de un Modigliani que supiera m¨¢s anatom¨ªa que Modigliani), su¨¦ter negro de punto que parece lana -"es un regalo que le hizo una fan a mi hermano: en casa todos nos ponemos lo de todos"-, pantalones de cuero, amplios, monstruosos calcetines magenta, arrugados como las calzas de un buf¨®n, muy graciosos en ella, y los zapatos que digo, como para la nieve, con tres cent¨ªmetros de suela recta. Se los saca y se los mete. Tiene unos pies peque?os, en relaci¨®n a su estatura. Esta chica ser¨¢ bailarina o algo.
-Italia.
-Trabajo como modelo en Italia y en Francia, pero ya te digo que eso me cansa. El trabajo de modelo siempre lo he considerado un camino hacia otra cosa.
-Espa?a.
-Lo de Espa?a es un tir¨®n que no se puede resistir. Quiz¨¢ donde hay que triunfar es aqu¨ª.
-Ten cuidado con el internacionalismo, Paola, que al final da un artista sin ra¨ªces. Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, en el exilio, se defin¨ªa a s¨ª mismo como un chopo espa?ol con las ra¨ªces al aire. Lindsay Kemp.
-Claro. ?se es el teatro que me gusta. Un teatro sin palabras.
-Tu herramienta de trabajo: el cuerpo o el gesto.
-El cuerpo. Quiero decirlo todo con el cuerpo.
-Par¨ªs.
-Es mi sitio. Pero, naturalmente, yo s¨¦ que lo tomo todo de Madrid. Lo m¨¢s aut¨¦ntico, quiero decir.
Pasamos del atellier a la cocina. De la luz cenital y plata a la luz norte y lluviosa, luz de trascocina e intimidad. Entre Gin¨¦s y Paola preparan unas patatas con chorizo que est¨¢n muy bien. Paola bebe agua. Ha puesto la mesa con delicadeza, con sencillez, con gracia, sin dejar de hablarme de su rollo. Tiene 24 a?os, ya digo, pero vive a¨²n las indecisiones y contradicciones de la adolescencia:
-El cine, el teatro, la danza, incluso el circo o la cuerda, en que, seg¨²n me dices, te ha iniciado Victoria Chaplin. ?Encontrar¨¢s al fin tu vocaci¨®n, Paola?
-Espero que s¨ª. Yo intento unas cosas y otras, hasta saber qu¨¦ es lo m¨ªo.
Vive a¨²n su crisis de identidad adolescente, pero la vive sin crisis. Serenamente. Tiene la frente p¨¢lida, los ojos tristes, las manos muy dibujadas, manos/Durero, con dos anillos en el anular de la derecha, las u?as cortas, la cara lavada, el cuerpo sin colonias y la conversa tranquila. Despu¨¦s de las patatas con chorizo, Gin¨¦s nos ha preparado no s¨¦ qu¨¦ pescado con tomate. Est¨¢ bueno y bien. Paola y yo seguimos emborrach¨¢ndonos de agua. (Aunque uno, mayormente, se est¨¢ emborrachando de Paola). Mide uno ochenta, no s¨¦ si lo he dicho, y tiene los labios largos y rizados, gruesos. Aprovecha cualquier variante de la conversaci¨®n para contarme cosas, sus cosas. Es la adolescente que necesita confesarse, en cuanto da con un confesor laico y atento, como yo. Uno, si algo ha sido en la vida, es confesor de mujeres. Me parece la ¨²nica manera de saber algo de ellas. Y una manera m¨¢s f¨¢ctica y sensata que la vana teorizaci¨®n al margen. De postre, Paola toma fruta, y luego caf¨¦, un conflictivo caf¨¦ que se cala varias veces en la cafetera, y que al final debe de estar mal¨ªsimo. (Uno se abstiene). Casa/estudio/galer¨ªa de Gin¨¦s Li¨¦bana, como una sacrist¨ªa de catedral barroca, con cortinajes y cuadros, cuadros y cortinajes, una cocina que en cualquier otra casa ser¨ªa un elegante living. Una cocina con galer¨ªa de fotos de arte y librer¨ªa de rinconera, donde se puede encontrar a Pablo Garc¨ªa Baena, el prodigioso/minucioso, y a Marcel Proust. Gin¨¦s nos habla de un brujo amigo suyo, m¨¢gico y clarividente. Es la hora de los postres, s¨ª, la sobremesa en que Li¨¦bana siempre se remonta, se recordobiza y habla de Andaluc¨ªa, de los poetas al pueblo, poniendo ojos de autoasombro y moviendo en el aire los dos dedos juntos que los Papas utilizan para la se?al de la cruz multinacional, y los andaluces para el sortilegio admirativo. Seguimos con el brujo, que iba a haber venido a comer y no ha venido:
-Paola, ?t¨² crees en brujos?
-Yo creo en todo, Umbral. Yo estoy abierta a todo. En principio experimento. No hay que cerrarse ninguna posibilidad. Ya ir¨¦ seleccionando.
-En Espa?a te ser¨ªa f¨¢cil triunfar, s¨®lo por el nombre y el rostro. ?No te llaman los directores de cine espa?oles?
-Claro que me han llamado. Pero no interesa mucho lo que ofrecen. Por otra parte, el cine es una mec¨¢nica, que est¨¢ bien como mensaje internacional. Pero la verdad del artista est¨¢ en el teatro.
Pienso en aquello que me dijo Orson Welles una vez que le acompa?¨¦ al Rastro: "El torero es un actor al que le pasan cosas reales". Y seguramente estaba pensando en el padre de esta criatura. Ella tambi¨¦n quiere que le pasen cosas reales, y por eso intenta el teatro, el circo, la cuerda, el mimo.
Su est¨¦tica, por la foto que me da y que publico, est¨¢ en el nuevo mimo, mucho m¨¢s all¨¢ de Marceau, aunque sea su maestro. Est¨¢ en Victoria Chaplin y una reciente tradici¨®n que convierte a las m¨¢s bellas mujeres en insectos. Qu¨¦ lejos "El espectro de la rosa". Ahora todas quieren ser el espectro de la cucaracha. Paola Domingu¨ªn est¨¢ a punto de conseguirlo, pese a su espl¨¦ndida juventud enaltecida de estatura y perfumada -a¨²n- de adolescencia. E imagina uno que Kafka o algo kafkiano debe andar de por medio en esta est¨¦tica/ antiest¨¦tica de la mujer como ar¨¢cnido o cucaracha, del hombre como ameba. Kafka, indecible teatralmente (salvo la Carta al padre que va a escenificar en seguida G¨®mez en el Pav¨®n), se instal¨® en el teatro a trav¨¦s de Beekett (y nunca he visto esto muy subrayado), y ahora reina secretamente en el teatro sin palabras, en el nuevo mimo, que ya no es un realismo mudo, sino un metaforismo inverso, negro y sin moraleja, naturalmente, salvo la que va impl¨ªcita en la metamorfosis muchacha bell¨ªsima/ ar¨¢cnido esc¨¦nico (Paola). Paola es tan sencilla que casi resulta sosa, es tan deliciosamente sosa que casi resulta adolescente, es tan adolescente que se olvida uno de que tiene veinticuatro a?os. Paola es l¨ªrica y concreta como una se?orita renacentista, aunque el Renacimiento nunca valor¨® mucho a las se?oritas, prefiadas o no. Es la media tarde y, despedidos de Gin¨¦s, sus brujos y sus brujer¨ªas, Paola me lleva por Madrid en su peque?o coche blanco, hacia la cl¨ªnica donde est¨¢ Enrique Tierno, que voy a verle. "Dale, de mi parte, tiernos saludos a Tierno", me dice. La tarde es de plata falsa y de pronto no tenemos nada que decirnos. La conversaci¨®n, el encuentro, se atasca en los atascos de coches. Es que ya hemos quemado la primera piel de la amistad, y siempre hay una pausa y una duda antes de tocar la carne viva. Adem¨¢s, uno es t¨ªmido. Adem¨¢s, los dos tenemos prisa.
-Feliciano Fidalgo me cont¨® la ¨²ltima vez que estuviste en Paris, Paco. Sent¨ª no poder verte.
-Voy a escribir mucho de ti, Paola.
-Compro EL PAIS al d¨ªa siguiente, en Par¨ªs.
-Pues mi amor te llegar¨¢ al d¨ªa siguiente.
El perfil de la madre, menos firme, menos duradero, m¨¢s p¨²ber/imp¨²ber, claro. Yo dir¨ªa que Paola incluso tiene algunos granos por la cara, ¨²ltima revuelta de una adolescencia que todav¨ªa ejerce imperio sobre su alma/ cuerpo, este cuerpo largo y trabajado al que ella ha dado sutileza de alma.
-Procura hac¨¦rtelo en Espa?a, Paola. El internacionalismo, en arte, raramente funciona. O funciona despu¨¦s, pero no a priori, como proyecto.
-Claro.
Pero no s¨¦ si lo tiene muy claro. Hija de una familia tan espectacular, la espectacularidad la agotaron los que vinieron antes que ella, de modo que a Paola le ha quedado la sencillez, la duda, la verdad.
-Lo que m¨¢s me gusta es hacer de payaso para el hijo de mi hermana. Nos re¨ªmos mucho.
Ni?a esbelt¨ªsima e interiorizada, con un grato exterior de cordialidad y curiosidad. La adolescencia vive en ella como una luz, como un milagro, desde hace diez a?os. Tiene todos los proyectos confusos y gloriosos de su edad. Tiene ambiCi¨®n, pero no pretensi¨®n, que es cosa insufrible. "Que es aqu¨ª, Paola". Los dos ¨²ltimos besos son ya de cumplido.
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