Grageas
En el Pecio de ayer describ¨ªa Rafael S¨¢nchez Ferlosio una teor¨ªa de la musa que comparto en el fondo pero que me gustar¨ªa matizar en la pr¨¢ctica. Ciertamente, los momentos felices del artista no son producto de invenciones y elaboraciones deliberadas, sino de la instant¨¢nea ocurrencia sobrevenida. Lo que pasa es que las ocurrencias tambi¨¦n son fruto de la farmacia de guardia; generalmente fruto prohibido salvo que tengas receta. M¨¢s o menos, el misterio creativo se desarrolla como en las dos grandes hip¨®tesis domi nantes acerca del origen de esto, la del G¨¦nesis y la del Big Bang: te colo cas por necesidad delante de un fo lio en blanco (o de un universo en negro) y luego las cosas sobrevienen por azar, especialmente si med¨ªa hora antes te has tragado un par de pastillas dotadas de esteroldes cere brales y los neurotransmisores em piezan a hacer diabluras sint¨¢cticas por all¨¢ arriba. Lo m¨¢s parecido a una musa generosa es una farma c¨¦utica liberal. Todo esto viene a cuento porque le han cambiado la f¨®rmula al opta lid¨®n, la musa de las masas, esas ros¨¢ceas p¨ªldoras que durante a?os estuvieron en el origen de las m¨¢s brillantes y repentinas ocurrencias de nuestra cultura. Las boticas del reino anuncian estos d¨ªas el regreso del optalid¨®n sin receta, pero la pastilla ya no es lo que era. Los funerales del optalid¨®n grande no s¨®lo son una p¨¦sima noticia para los numerarios de la industria de la cultura, tambi¨¦n es una cat¨¢strofe para el tipismo nacional. Aquellas dos grageas que tomaban las ociosas se?oras del atardecer para animar sus veladas rumorol¨®gicas eran la versi¨®n moderna de los famosos tragos de an¨ªs del Mono que tanta literatura costumbrista provocaron. Y ya me dir¨¢n los trabaja dores del psi c¨®mo investigar el comportamiento p¨²blico del hombre de negocios espa?ol al margen de la inspiradora qu¨ªmica de los laboratorios Sandoz. Yo no s¨¦ si despu¨¦s de la ¨¦poca de la esfera rosada acontecer¨¢ la era de la l¨ªnea blanca. Lo ¨²nico que s¨¦ es que el optalid¨®n ha muerto y con ¨¦l desaparece la m¨¢s popular y barata manera de convocar a las musas, excitar a las se?oras y dopar al ejecutivo. Esta variaci¨®n de f¨®rmula en las grageas me parece a m¨ª el m¨¢s radical cambio introducido por los socialistas en nuestras prosas y costumbres.
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