Karol Kewres, 'K. S. Karol'
El comentarista de 'Le Nouvel Observateur', experto en temas comunistas, rescata en sus memorias su azarosa juventud en la URSS
El ensayista polaco ha tenido la paciencia de esperar 40 a?os antes de escribir su desahogo sentimental sobre la Uni¨®n Sovi¨¦tica. S¨®lo ahora, a los 60 a?os, el prestigioso articulista de Le Nouvel Observateur, experto en los misterios de la sovietolog¨ªa, ha decidido descubrir su iniciaci¨®n pol¨ªtica y sentimental bajo la m¨¢scara literaria de la narraci¨®n. No se trata, sin embargo, del tr¨¢nsito del periodismo a la literatura. El recurso al relato es s¨®lo un intento de llegar hasta el fondo de la memoria.
Aunque en el caso de K. S. Karol llegar al final haya supuesto llegar al principio, rescatar ese periodo entre los 15 y 22 a?os, que ¨¦l vivi¨® en la URSS, a donde fue deportado durante la segunda guerra mundial. Pero es tambi¨¦n una explicaci¨®n: por debajo de la pluma de este agudo comentarista no hab¨ªa s¨®lo raciocinio o intuici¨®n. Karol, sencillamente, vivi¨® all¨ª. "No he sido nunca comunista ni alab¨¦ a Stalin, por lo tanto, no tengo que exculparme ahora como feroz anticomunista. No me gusta el Gobierno, pero no soy antisovi¨¦tico, porque tengo amigos all¨ª", a?ade.Muy pocas personas conocen su verdadero nombre, Karol Kewres. Su firma, K. S. Karol, primero en L' Express y luego en Le Nouvel Observateur, ha cumplido todos los requisitos del seud¨®nimo bien elegido. "Al regresar a Francia, durante la guerra fr¨ªa, ocult¨¦ mi apellido, Kewres, para protegerme a m¨ª mismo y para evitar represalias a mi familia que se encontraba en Polonia, pero conserv¨¦ la k del principio y la s final y empec¨¦ a firmar como K. S. Karol, seud¨®nimo que se ha convertido en mi verdadero nombre p¨²blico".
Afectuoso y comunicativo, de simpat¨ªa pragm¨¢tica., Karol tuvo una educaci¨®n pol¨ªtica precoz.
"Mi madre era socialista y anticomunista, mi hermano mayor comunista radical, y mi padre m¨¢s bien conservador, por lo que en casa se discut¨ªa mucho y constantemente; era muy divertido. Por eso una de mis frustraciones al llegar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica es que all¨ª no se hablaba de pol¨ªtica. Se trataba de un mundo cerrado en el que Greta Garbo y Marlene Dietrich, eran pr¨¢cticamente desconocidas".
Ten¨ªa tanta nostalgia de Occidente, que nada m¨¢s acabar la guerra abandon¨® la URSS, a pesar de haberse casado con Klava, una cosaca que no le pudo acompa?ar. "No supuse que se trataba de una separaci¨®n definitiva, porque cre¨ª que la historia iba a cambiar; yo pens¨¦ que la victoria contra Hitler era un triunfo de la izquierda. No sospech¨¦ que se inauguraba la guerra fr¨ªa".
Desde Francia, Karol se convirti¨® en una firma autorizada para explicar el esot¨¦rico mundo que rebull¨ªa morosamente al otro lado del tel¨®n de acero. M¨¢s tarde, Karol estuvo en Cuba fumando habanos con Fidel Castro mientras escrib¨ªa un ensayo sobre la revoluci¨®n, pero el libro no le gust¨® al l¨ªder cubano, y los puros que ahora comparte con su olorosa pipa, ya no son regalo del Caribe.
En 1963, Karol se cas¨® con la italiana Rossana Rossanda, entonces responsable de cultura delPCI, partido que abandon¨® en 1969, tras sus criticas en Il Manifesto. ?Le influy¨® ¨¦l durante este proceso?. "No, a m¨ª el PCI me parec¨ªa bastante democr¨¢tico, era Rossana quien me dec¨ªa, "no es tan bueno como t¨² piensas".
Rossana Rossanda, ensayista brillante, y Karol Kevres, comentarista riguroso, alternan su vida en com¨²n en Roma, donde ella trabaja, y en Par¨ªs, donde trabaja ¨¦l.. "No crea que es una f¨®rmula rom¨¢ntica o premeditada; la vida ha elegido por nosotros". Pero en el fondo, a este cosmopolita de ning¨²n lugar le encanta coger el avi¨®n Par¨ªs-Roma para ir a cenar con su mujer.
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